El pueblo salvadoreño vive entre mentiras y desgracias. Las mentiras del gobierno son el pan de cada día. Desde el oficialismo están convencidos que mientras el pueblo las crea, gobernarán sin sobresaltos, aunque las mayorías se hundan en la desgracia.
El problema con las mentiras del gobierno es que cuesta seguir el rastro de cada afirmación oficial. Para cuando alguien intenta determinar su falsedad (o confirmar su veracidad), ya el Ejecutivo ha lanzado una batería de afirmaciones de dudosa credibilidad. Para cuando periodistas e investigadores rastrean el origen de la mentira, muchos otros temas centran la atención de la población.
Esta estrategia responde a un cálculo preciso: generar un flujo incesante de controversias que mantengan al personaje -el presidente y sus anuncios- al centro de la conversación pública. Este mecanismo, que se conoce como estrategia del caos, también es usado por el actual inquilino de la Casa Blanca.
Esta política se centra en inundar el espacio mediático con tal volumen de declaraciones, anuncios y polémicas que la capacidad de respuesta de adversarios y medios se vea desbordada. En la práctica, esto se traduce en una hiperactividad comunicativa que impide la sedimentación del discurso público.
Un ejemplo de este ejercicio se observó en los primeros nueve días del segundo mandato de Donald Trump, cuando el magnate firmó 38 decretos ejecutivos, frente a los 220 que emitió durante todo su periodo anterior. Esta sucesión vertiginosa de acciones genera un clima de inestabilidad y urgencia, en el cual resulta complejo discernir prioridades o articular respuestas coherentes.
Del mismo modo, en diferentes etapas del bukelato, el autócrata emitió el equivalente a los decretos ejecutivos trumpistas. Lo hizo mediante “órdenes” vía mensajes en Twitter (hoy X) donde conminaba a sus funcionarios a despedir a determinadas personas de la función pública, ordenaba arrestos a la policía, condenaba decisiones de un poder judicial que aún no controlaba, y un largo etcétera de abusos de poder e ilegalidades, registradas a lo largo de sus dos mandatos.
Estas estrategias explotan también la idea de que la opinión pública no solo es voluble sino de escasa retentiva y corta memoria.
En esas condiciones, resulta muy alta la probabilidad que la oposición y la prensa se paralicen de hecho, al intentar ponerse a la par de la muy variada catarata informativa, donde las reacciones corren el riesgo de llegar desfasadas respecto del tema que -muy brevemente- ocupa el centro de la atención pública.
Otro rasgo distintivo de la estrategia es el recurso sistemático a la provocación como mecanismo de control narrativo. Sus declaraciones, a menudo incendiarias, no solo garantizan la atención mediática, sino que obligan a otros actores políticos a posicionarse en relación con ellas.
Ejemplos de ello encontramos en San Salvador como en Washington. Recordemos aquella amenaza trumpista de “desatar el infierno” si Hamás no liberaba a “todos” los rehenes antes de un plazo determinado. Este tipo de afirmaciones generan una respuesta casi automática en medios de comunicación y en la esfera política, reforzando así su centralidad en el debate público. Posteriormente, el magnate utilizó el mismo recurso con Irán, Rusia, Afganistán y Yemen.
En el caso del dictador salvadoreño la lista puede ser larguísima, desde aquel famoso “mil veces malditos” vociferado contra la oposición desde tribunas y redes, hasta los desafíos a la Corte de Justicia, a la comunidad internacional, a las organizaciones no gubernamentales y últimamente, a un genérico “Occidente” que “nunca más nos dará sermones de democracia”, mientras ofrece el país como colonia carcelaria al muy occidental imperio estadounidense.
La ambigüedad y la contradicción son componentes esenciales de esta estrategia. Las declaraciones suelen ser desmentidas, matizadas o incluso reformuladas en cuestión de horas, y esto no solo lo vemos en el presidente de El Salvador sino en el oscuro personaje que lo acompaña desde la vicepresidencia. Cargo decorativo en cuanto a funciones efectivas, pero encargado de lanzar afirmaciones abiertamente falsas, bajo juramento de un honor que jamás pasó cerca del personaje.
Recordemos cuando la vicepresidencia organizó la comisión de reformas constitucionales y aseguró en cada entrevista, que jamás se consideró en forma alguna la reelección presidencial consecutiva, que violaría la alternabilidad en el gobierno; o cuando, sin decoro alguno, afirmaba en tribunas europeas que no se violaban derechos humanos en su país, que la verdadera realidad de El Salvador era la de un “casus belis interno” legítimo; o cuando declaró haber encontrado un “¡artículo oculto!” en la Constitución, que permitía la reelección. En estos días, se encarga de gritar por el mundo que la verdadera democracia es la salvadoreña.
Hoy el régimen vuelve a la carga, como el año pasado, para afirmar que el presupuesto presentado a la nación, no solo es equilibrado sino autofinanciable, y que el país no requiere créditos para ejecutarlo. Fue mentira cuando lo afirmaron el año pasado, y lo es este, cuando siguen recortando por tercer año consecutivo el presupuesto en Educación, mientras el ministro de Hacienda afirma -en contra de lo que dictan las cifras- que lo han aumentado.
Parece que, según el gobierno, el gran problema del sistema educativo salvadoreño fue resuelto mediante la militarización de su cabeza y la ofensiva neoconservadora de sus políticas contra el lenguaje de género, la Agenda 2030 de Naciones Unidas, a la cual el Ejecutivo declaró la guerra uniéndose a los extremistas de derecha en el mundo, y la exigencia de determinadas normas de urbanidad al alumnado.
No importa que las escuelas se sigan inundando, que la niñez arriesgue su seguridad por el mal estado de las calles que conducen a sus escuelas, que el personal docente continúe con salarios de hambre, o que escasee la alimentación en las escuelas.
Las desgracias
Pero la mentira oficialista no solo insulta la inteligencia popular. Es solo la narrativa que oculta el hundimiento de la población en el pantano de la miseria.
Aproximadamente una de cada 10 personas en El Salvador vive hoy en pobreza extrema, según la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples (EHPM) 2024, publicada recientemente por el Banco Central de Reserva (BCR).
Solo en el año del estudio, 22 mil 355 salvadoreños se sumaron a ese grupo, evidenciando la ausencia de políticas públicas adecuadas para prevenir la profundización de estos indicadores
La pobreza extrema es la forma más severa de pobreza que existe. Las familias en esta categoría son incapaces de cubrir el costo de la Canasta Básica Alimentaria, sufren situaciones de inseguridad alimentaria, limitado acceso a servicios básicos, como salud y educación, y vulnerabilidad.
Las encuestas de situación socio-económica de la población señalan claramente una brecha cada vez más amplia entre quienes salen de la pobreza relativa y quienes caen en la pobreza extrema. De 2019 a 2024, la población en pobreza relativa disminuyó de 21.3 a 18.9; es decir, una diferencia de 2.4 puntos porcentuales. En cantidad de personas, esto implica que 229,645 salieron de esa categoría en cinco años. En ese mismo periodo, sin embargo, la pobreza extrema pasó de 5.5% a 9.6%, un crecimiento de 4.1 puntos porcentuales, que equivale a 241,927 salvadoreños más bajo ese umbral.
A diferencia de la pobreza relativa, que puede variar debido a distintos factores de un año a otro, como el desempleo o las remesas, la pobreza extrema tiene carácter estructural, por lo que su reducción requiere la intervención directa del Estado en atención a las familias.
El incremento de población en extrema pobreza es un indicador de que el modelo de desarrollo económico no está llegando a las familias más necesitadas, y visibiliza el impacto del recorte en programas sociales. Esto no sorprende, sino que ratifica el carácter clasista y concentrador de riquezas de la élite que conduce el proyecto.
Esa transferencia de la riqueza social hacia la concentración en pocas manos privadas constituye la esencia y objetivo de la dictadura. Las evidencias de la privatización acelerada de la Salud Pública son también signos de esa transferencia de capital social al ámbito privado. Neoliberalismo extremo junto a políticas sociales y culturales profundamente neoconservadoras.
La profundización de las diferencias socio-económicas está generando una sociedad partida en dos. Lejos de lo que señalaban las encuestas hace poco más de un año, hoy las y los salvadoreños se dividen al 50% en otorgar carta blanca al mandatario para reelegirse indefinidamente, por ejemplo.
Cuando los encuestadores escudriñan los problemas más sentidos, los relativos a la economía y las condiciones de vida superan con creces la mitad de la población que señala esos problemas, y ya la culpabilidad no apunta sólo a alcaldes y diputados, empiezan a señalar en porcentajes crecientes al dictador.
El regimen basa su popularidad en el relato de haber convertido El Salvador en el país más seguro. Habrá que preguntarle a la mayoría femenina de la población salvadoreña. De acuerdo con el más reciente informe de labores de la Fiscalía General de la República, cada día un promedio de 22 mujeres, adolescentes y niñas salvadoreñas, son víctimas de algún tipo de agresión sexual.
Entre junio de 2024 y mayo de 2025, esa institución registró un total de 8,038 casos de violencia sexual, y según los datos oficiales publicados por el Observatorio de violencia contra las mujeres de la Organización de Mujeres Salvadoreñas por la Paz (ORMUSA), la violencia sexual representa el 42% de todos los hechos de violencia de género registrados en el periodo. ¿El país más seguro del mundo?
Esperanzas
Los tiempos cambian, lenta pero inexorablemente, de manera desfavorable para la dictadura. Es por eso que creemos que el Segundo Congreso del FMLN llega en el mejor momento posible, cuando resulta imperativo para las fuerzas del pueblo no solo organizarse, sino encontrar colectivamente las formas más creativas para la unidad en la lucha por la defensa de un medio ambiente bajo amenaza constante de la minería y de la deforestación, de las libertades, hoy casi eliminadas por completo por la imposición del miedo, la persecución política y social arbitraria y despótica, con una justicia al servicio de los miserables intereses del poder dictatorial. Un poder vociferante y autoritario ante los débiles, pero servil lacayo de intereses extranjeros
Enhorabuena al Segundo Congreso del FMLN, no sólo para su militancia y dirigencia, sino para el conjunto de una sociedad que va reconociendo que sólo la unidad más amplia del pueblo, con la superación de sectarismos infantiles e inútiles, nos permitirá unificar fuerzas para derrotar de una vez a la dictadura, construir un auténtico proyecto nacional y popular, y avanzar en el camino de lucha y esperanzas, que generaciones de luchadores populares nos trazaron a lo largo de la historia.
Superaremos así el pantano de las mentiras del régimen y las desgracias en que cada día nos hunde.