Un gobierno que solo se oye a si mismo es un gobierno que vive de espaldas al pueblo que dice representar.
Desde hace 32 meses El Salvador vive bajo un régimen con una doble personalidad reflejada en su discurso y sus acciones. En las personas ese trastorno se conoce como de personalidad disociativo; en el caso del actual gobierno, parece conducirlo irremediablemente a una parálisis en todo lo que tenga que ver con la administración del Estado.
Sus funcionarios se esfuerzan en replicar los discursos de la izquierda pero actúan tenazmente en la implantación del más obsceno neoliberalismo; el discurso oficial presenta poses patrióticas en defensa de la autodeterminación mientras sus obligaciones financieras son entregadas cada día a aventureros especuladores que han colocado al país en el último rincón de la dependencia, cayendo a ese abismo que llaman bonos basuras, fondos buitres y deudas impagables.
Hablan permanentemente de obras que, sin embargo, siguen sin ejecutarse; infinidad de primeras piedras colocadas pero ninguna inauguración. Cuando finalmente inauguran algo declaman acerca de instalaciones de primer mundo que no son más que maderas y metales pintados y con luces adecuadas. Inauguran obras que ya fueron inauguradas en periodos anteriores. Avanzan pero no avanzan. Esa parálisis afecta a la sociedad, en particular a los sectores más pobres, a los más vulnerables y olvidados, y de entre ellos brilla en estos días, en que se conmemora, abraza y saluda la lucha de las mujeres trabajadoras en el mundo, justamente ese segmento, que destaca en el complejo drama social que vive El Salvador.
Si hablamos de los niveles de pobreza y de pobreza extrema, son las mujeres quienes la encabezan, si se trata de mujeres a cargo del hogar con niñas y niñas en condición de pobreza, representan un sector doble o triplemente marginado. Si hablamos de derechos humanos, son mujeres las que mayoritariamente sufren la violencia en el hogar y en la calle, en el barrio y en el campo, que las convierte en cifras de desaparecidas, deshumanizándolas y transformándolas en estadística. También son mujeres la que la sociedad salvadoreña castiga con cárceles injustas por abortos que solo se castigan en un puñado cada vez más reducido de países en el mundo, cinco a esta altura en América Latina. Y también hay mujeres que sufren persecución y cárcel por sus actividades e ideas políticas. Así, siguen al arbitrio de una justicia cooptada por el régimen, enclaustradas en condiciones infrahumanas y sin atención médica ni legal, las doctoras Erlinda Hándal y Violeta Menjívar.
La persecución a periodistas tiene rostro de mujer en El Salvador, un país donde el derecho a la información y a la libre expresión se ha visto crecientemente reducida. Según estadísticas de la Asociación de Periodistas de El Salvador, APES, conocidas en febrero, desde que Nuevas Ideas está en el poder, los ataques hacia mujeres periodistas se han venido incrementando. En 2019 hubo 45 agresiones; en 2020, 26 mujeres sufrieron ataques digitales.
Para el año 2021, APES revela que los casos denunciados por las mujeres periodistas que han sufrido algún tipo de agresión se incrementaron en un 165%, es decir 68 casos, mientras que para el mismo período de 2020 se registraron 26 casos. A 2022, hay contabilizados 5 casos.
Casi una tercera parte de las 219 denuncias acumuladas en 2021, han sido realizadas por mujeres periodistas y tiene que ver con el ejercicio de la profesión. Otras denuncias incluyen acoso sexual, agresión física, ataque digital y censuras. Los mayores agresores a mujeres periodistas fueron funcionarios (14) y fuerzas de seguridad pública (12).
Por supuesto, no solo son mujeres quienes enfrentan a diario dificultades, carencias y peligros que impiden llevar una vida en condiciones mínimas de seguridad y bienestar. Uno de los problemas más sentidos y generalizados es el de las carencias económicas. Datos de finales de 2021 ofrecidos por el IUDOP indican que la tercera parte de la población vive en pobreza y el 8%, en pobreza extrema. Según la encuesta de evaluación de 2021 de ese instituto el 46.6% de las familias ha tenido que dejar de comprar algunos alimentos que solía consumir anteriormente y en el 15 % de los hogares algún miembro dejó de estudiar.
La consecuencia de todos estos factores asociados es el incremento masivo de la migración, en particular hacia EEUU, por tierra y en caravanas cada vez más peligrosas y sometidas a vigilancia y, en más de un caso, represión por parte de las autoridades de los países de tránsito.
Todo lo anterior es la realidad cotidiana de la población salvadoreña, en especial desde las capas medias-bajas hasta las de extrema pobreza. Nada de esto, sin embargo, aparecerá jamás en una mención oficial, en un discurso presidencial, en las habituales campañas de propaganda, pobre en contenidos pero extremadamente costosa para los recursos del Estado, que deja de hacer llegar esos recursos al pueblo para mantenerlo dormido a golpes de anuncios publicitarios.
Pese a la propaganda oficial, a las capturas y a las mediáticas condenas de bandas criminales, la verdad inocultable es que estas mantienen su dominio sobre buena parte del territorio nacional, donde las familias viven el diario drama de la extorsión, el constante reclutamiento de nuevos miembros, las amenazas y la consigna “Ver, oír y callar”.
Si revisamos las últimas semanas de actividad gubernamental encontraremos infinidad de declaraciones del oficialismo, algunas ridículas, como las que habitualmente nos ofrece el vicepresidente Ulloa, ataques a la prensa, justificaciones y excusas culpando a los gobiernos anteriores por el estado actual de la República, fotos y videos de animales de lujo atendidos en un hospital veterinario donde no entran perros callejeros. Todo eso lo veremos, pero no encontraremos referencia alguna al Hospital Rosales donde languidecen los enfermos sin que se avance en la construcción del nuevo hospital, para el cual el gobierno anterior dejó los fondos aprobados. No aparece en los medios información acerca de nuevas obras realizadas, cuando mucho encontraremos maquetas agradables pero imposibles de materializar. Al mismo tiempo, el gobierno nos necesita sin memoria, para fabricar una historia a la medida de sus necesidades, quizás por eso ha iniciado maniobras en el monumento a las víctimas de El Mozote para “remodelarlo”, lo que ha puesto en alerta a las comunidades que ya han iniciado las denuncias y la vigilancia permanente.
Así es este gobierno: maquetas, mentiras, publicidad, desmemoria, aparente dinamismo, pero parálisis real.
Frente a esto la sociedad se moviliza, como sucede esta semana, iniciando este fin de semana, cuando lo hacen sobre todo las mujeres, que siguen sufriendo el retroceso en los avances conquistados en luchas precedentes, desde los días en que, al menos, el limitado proyecto de Ciudad Mujer ofrecía una alternativa ante las inequidades y discriminaciones de todo tipo, expresadas en una sociedad profundamente machista (como toda sociedad capitalista).
Se moviliza la sociedad, no solo en las calles. También en la mente y las conciencias. En un año el partido oficial pasó de un favoritismo popular cercano al 50% al actual 28%, y cayendo. Hoy el partido mayoritario de El Salvador es el de los indecisos, que supera el 60%
Definitivamente, la brújula del gobierno no apunta hacia el pueblo sino a los intereses del clan dominante, que sigue apostando al endeudamiento (para que lo paguen otros), al robo, al lavado de dinero por cripto-activos, y a tratar de perpetuar el régimen lo más que puedan. Siguen huyendo hacia adelante, con la deuda pública y con la confrontación con los demócratas estadounidenses en el terreno internacional, apostando al retorno de su amigo Trump. Apuestas de alto riesgo, pero allí se ha asentado todo el plan del clan familiar que nos gobierna.
Se conoce la brújula del gobierno pero falta encontrar la de una oposición aún diezmada, que no logra encajar con las necesidades y demandas de la población. Un reciente informe del IDHUCA sobre derechos humanos señala que en los casos atendidos en enero de este año “la población no solo no encuentra la atención ni la respuesta adecuada a su problemática, tampoco tiene la confianza en las instituciones del Estado, que por ley tienen la misión de ayudarles a resolver su caso. En materia de derechos humanos, la población prefiere recurrir a las organizaciones especializadas en la materia, donde suelen encontrar una mejor atención y un mayor apoyo”.
Es en este contexto nacional que desde El Salvador se observa el conflicto en el este europeo, sufriendo sus consecuencias en el terreno económico, con los precios de los combustibles y la canasta básica disparados semana a semana, y con el gobierno intentando trasladar a los foros internacionales su disputa con la administración Biden. Hasta ahora nadie en el mundo le ha hecho mayor caso a la posición salvadoreña. Sin embargo, las negociaciones que lleven finalmente a una resolución de aquel conflicto, tendrán sin duda consecuencias también en la región centroamericana.
En ese marco, El Salvador se presenta sin duda como muy vulnerable a sanciones económicas, tanto por lavado de activos, como por falta de transparencia, connivencia con grupos delictivos internacionales, narcotráfico, persecución política y violaciones a derechos humanos. La guerra en Ucrania, pues, afecta El Salvador en su economía, pero no es la posición frente al conflicto, como nos quiere hacer creer la prensa proimperialista, la que afectará al régimen, sino sus propios pecados originales y locales. Finalmente, deberá corresponder al pueblo salvadoreño, a su organización y a su lucha contra el autoritarismo, la responsabilidad última del destino del clan que sigue hundiendo al país en la miseria.