Declaración de guerra y crisis financiera

Acosado desde frentes internos y externos, criticado desde cada rincón del planeta por sus políticas intolerantes, autoritarias y demagógicas, Nayib Bukele sigue reaccionando como sabe hacerlo, como lo ha hecho una y otra vez desde que incursionó en la política como si se tratara de un videojuego de acción al que se hubiese aficionado: huyendo hacia adelante, no importa que delante se abra un precipicio, un pantano o un desierto sin alternativas de ocultarse. Su forma de huida es siempre el insulto, la demagogia, la charlatanería envuelta en tecnicismos dictados a la carrera por sus “asesores”, la agresión, el fomento del odio y su propia victimización por medio del señalamiento de culpables ante cada situación desfavorable.

Desde el 1 de mayo cuando inició desde el Legislativo su cruzada para desmantelar las estructuras estatales que no le fueran absolutamente leales, fieles, dóciles y obsecuentes, Bukele y el grupo de poder que lo acompaña ha debido enfrentarse a una poderosa campaña de rechazo internacional que, a su vez, lo ha llevado a cometer una serie de graves errores políticos y diplomáticos insuficientemente explotados por la oposición.

Si el nivel de la resistencia interna desde los diversos sectores de la oposición dentro de El Salvador fueran de una envergadura equivalente a las presiones exteriores, este sería el momento que relatáramos el desarrollo de una crisis interna de magnitudes suficientes para desatar una profunda desestabilización y una situación potencialmente revolucionaria.

Sin embargo, aunque la comunidad internacional no cesa en su rechazo ante los evidentes gestos dictatoriales de Bukele (la más reciente expresión es la llegada por segunda vez al país  en un mes de Ricardo Zuñiga, delegado del gobierno de EEUU), la reacción interior continúa siendo tibia, temerosa y desestructurada.

Es el reflejo del estado de la sociedad, su fragmentación y debilidad, particularmente desde las clases populares, desmovilizadas y desunidas, víctimas de varios factores, entre ellos:

  • la desacumulación, gradual pero pronunciada a lo largo de más de diez años,
  • la propaganda oficial del bukelismo,
  • la situación de reflujo de masas y la escasa articulación entre sectores anteriormente protagónicos en el quehacer nacional, tanto desde el sindicalismo como desde las organizaciones populares y sociales en general.

Por supuesto, en esto debe incluirse a las fuerzas de la izquierda organizada en el FMLN, como en otras expresiones de izquierda en la sociedad salvadoreña.

No quiere decir que no exista resistencia, pues es evidente en la actitud de una serie de medios de prensa, sobre todo prensa escrita nacional, radio, algunos canales de TV y, por supuesto, un todavía insuficiente aporte desde las redes sociales de resistencia, además de organizaciones no gubernamentales, gremiales y asociaciones, a los que se van sumando gradualmente contingentes de despedidos arbitrariamente por las autoridades municipales con gobiernos de Nuevas ideas en diversas partes del país, todo ese conjunto de fuerzas tiene una presencia activa de resistencia.

En la actual etapa del golpe al estado, por etapas y desde las instituciones, podemos afirmar que éste no se ha consolidado aún, que los golpistas están midiendo los riesgos financieros (más que políticos) de sus futuros actos de control total.  Dependerá esa consolidación o, por el contrario, su reversión parcial o total, precisamente de la fuerza de las reacciones internas, que serán sin duda acompañadas con energía desde el exterior. Allí será importante la recuperación, lo más pronto posible, de un cierto nivel concreto de fuerza partidaria del FMLN, de contenido revolucionario, que permita contribuir a la conformación y consolidación de amplios movimientos anti-dictatoriales.

La dificultad en el campo popular también estriba en el manejo enemigo de la propaganda, y con ello el adormecimiento de una parte importante de la sociedad, que todavía avala la gestión de gobierno.  Un gobierno que, sin embargo, no cuenta con el factor tiempo a su favor. Por el contrario, los plazos de profundización de la crisis económica nacional y financiera estatal coloca a los golpistas en la gran disyuntiva de avanzar en el proyecto autoritario y, sobre las políticas de hechos consumados, negociar con los acreedores y organismos multilaterales, o bien ceder ante esos organismos, negociar, y posteriormente seguir avanzando (con algo más de cautela) en su proyecto totalitario.

Por lo pronto, en lo interno,  el gobierno se prepara para reprimir, censurar, y perseguir políticamente a sus opositores, sean quienes sean. Por eso, el 7 de mayo, al celebrarse el Día del Soldado, Bukele no despreció la oportunidad para, en primer lugar, volver a granjearse las simpatías de la alta oficialidad y al mismo tiempo expresar una auténtica declaración de guerra a quienes se atrevan a oponérsele, esto es: una declaración de guerra al pueblo que pretenda organizarse.

Tal vez suene exagerado a los ojos de quienes no han conocido el trasfondo político de El Salvador del último siglo, en particular del largo dominio del estamento militar al servicio de la oligarquía y las clases dominantes en general, como herramienta de represión y aniquilamiento de las expresiones populares de rebeldía. Ese ejército, derrotado sucesivamente durante el conflicto armado de 12 años (1980-1992), y cuya desaparición fue evitada precisamente por el apoyo del factor externo imperialista, su dinero, sus armas, su entrenamiento y en más de una ocasión sus oficiales y asesores en el teatro de operaciones.  Ese ejército carnicero, violador sistemático de derechos, que arrancaba vidas y bienes de la faz de la tierra a su paso, aplicando las políticas de exterminio de los manuales de Guerra de Baja Intensidad, fue el que Bukele no tuvo empacho en llamar “glorioso” y para que no quedaran dudas, retomó aquel concepto de enemigo interno  y externo, que ya había utilizado en una cadena nacional. Esta vez fue más lejos, y agradeció al ejército por su labor, y calificó a los enemigos internos como los más peligrosos, al menos así se puede interpretar de su discurso:

«Como comandante general de la Fuerza Armada y en nombre del pueblo salvadoreño, al que represento como presidente de la República, quiero reiterarles nuestro agradecimiento por ayudar a salvar a la patria de nuestros enemigos internos y externos», dijo Bukele sin especificar a qué enemigos se refería. 

El mandatario salvadoreño señaló que «los ataques ahora ya no son externos, sino que también son internos. Esas pequeñas voces que atacan a la Fuerza Armada». 

«Los que son una pequeña minoría hacen mucho ruido. Les gusta criticar porque no hacen nada y porque en el fondo envidian a los hombres y mujeres de valor que sí están trabajando por nuestra patria», añadió. (tomado de los reportes de la agencia EFE)

En efecto, desde el inicio de su gestión Bukele y su camarilla han dedicado ingentes esfuerzos a privilegiar su atención hacia la fuerza armada y a la Policía Nacional Civil, consciente del estratégico papel que les tenía asignadas. Antes de la pandemia se vio en su utilización para la toma militar del recinto legislativo el 9F 2020. Posteriormente, la pandemia fue el terreno de ensayo ideal para aplicar políticas de control poblacional a base del uso de fuerza policial y militar. Hoy esas mismas fuerzas, dirigidas por personal especialmente seleccionado para ser obsecuentemente leal a la voluntad presidencial, bastante alejado de cualquier  dictado constitucional, serán las encargadas de responder como cuerpos represivos al “enemigo interno” ante el inevitable conflicto social que asoma en el horizonte nacional, en la medida que la crisis económica afecte masivamente a los hogares salvadoreños.

Pero no es solo la represión militar y policial la que se va implementando en este tablero de ajedrez político. El establecimiento de una “nueva guardia  judicial” con la imposición de los usurpadores de la Sala y de la Fiscalía, se complementa con las renuncias bajo amenazas a los antiguos funcionarios, que por cobardía o por las razones que fuesen facilitaron en buena medida las acciones posteriores de los golpistas. Hasta ahora solo una honrosa excepción se puede mencionar, el magistrado Avilés que hasta este fin de semana al menos, se negaba a presentar su renuncia.

El asalto de esas instituciones ya se ha puesto en función del autoritarismo y, sobre todo, del encubrimiento de los actuales funcionarios. Así podemos interpretar la renuncia del fiscal Arriaza, quien  hasta la semana pasada estaba investigando las denuncias por corrupción contra el ministro de Salud y primo del presidente, Francisco Alabí.  O la censura en el caso de una jueza que ordena a la revista Gato Encerrado retirar una nota publicada en ese medio, informando de un caso abierto y en curso por violencia intrafamiliar contra el flamante usurpador de la FGR, el abogado Rodolfo Delgado:

El Juzgado les ordenó suprimir de todas las plataformas de la revista (sitio web, Facebook, Twitter) el artículo titulado: “Nuevo fiscal Rodolfo Delgado enfrenta un proceso por violencia intrafamiliar”, que estaba basado en información contenida en la resolución sobre el caso emitida el 21 de febrero de este año, al cual tuvo acceso el medio digital, según confirmó Barrera.

Asimismo, dice, se les ordena suprimir fotografías y cualquier contenido de la resolución sobre el proceso que, a la fecha, sigue abierto en contra del nuevo Fiscal General.

De la orden judicial fue el mismo medio digital el que lo reveló . “El juzgado que lleva el proceso en contra de Delgado envió un oficio para suprimir la nota que reveló el caso. Pero debido al compromiso con la libertad de prensa y el derecho de la ciudadanía a estar informada sobre quiénes son los funcionarios públicos, compartimos esta nota”, fue el tuit publicado el sábado.

Según la revista, la decisión es similar a la que tomaron con otra nota relacionada a Delgado, titulada “Nombramiento de nuevo fiscal incumple evaluación de requisito de moralidad notoria”, publicada por la revista digital este 8 de mayo. (tomado de https://www.elsalvador.com/noticias/nacional/fiscal-impuesto-rodolfo-delgado-jueza-ordena-retirar-noticia-gato-encerrado/836289/2021/)

Negociaciones en medio de la tormenta

Toda esta ofensiva autoritaria en diversos terrenos se desarrolla en medio de otro turbulento proceso: la negociación con el FMI, el cual sigue exigiendo niveles muy altos de restricciones presupuestarios, traducidas en una contracción fiscal del 4%, según admitió el propio ministro de Hacienda:

«Estamos siendo responsables con los compromisos que vamos a asumir y nos solicitan que hagamos un ajuste fiscal por el orden del 4 % para un período de tres años, que estaría dividido en un 1.6 % en el lado del ingreso y 2.4 % de ajuste por el gasto. Eso estaríamos buscando», detalló el funcionario.

Si se toma como base que en 2020 el PIB salvadoreño fue de $24,638 millones, un ajuste del 4 % equivale a $985.5 millones. De estos, según lo que dijo Zelaya, $394 millones se obtendrán vía ingresos tributarios y la mayor parte ($591.3 millones) serán de recorte del gasto corriente del Gobierno.

Aunque Zelaya continúa negando cualquier aumento al IVA, los expertos de muy diverso color ideológico en materia de políticas económicas, siguen sin aceptar las versiones del gobierno, sobre todo porque la negociación se mantiene, como todo en el regimen de Bukele, en la más absoluta oscuridad.

Se van sumando así las presiones políticas internacionales para que se ejerzan presiones financieras multilaterales, con la intención de revertir las acciones golpistas, pero al mismo tiempo las cifras de desempleo, de precariedad laboral, de crecimiento de los indices de pobreza y pobreza extrema, junto al alza incontrolada de precios de productos básicos, empujan a la miseria y a la desesperación a un cada vez mayor número de personas.

Más allá de por quién hayan votado, estas personas, estas familias, sin duda reaccionarán tarde o temprano ante la imposibilidad de resolver su situación.Será cuando la propaganda y las publicidad de un país tan idílico como falso resulte insuficiente para dilatar lo inevitable.  

Esa previsible situación contiene además un componente global, la advertencia de los grandes estudios económicos mundiales de una  delicada situación que la pandemia ha venido a profundizar, la existencia potencial de dos burbujas mundiales simultáneas, la financiera y la inmobiliaria, cada una de ellas capaces por si solas de hacer colapsar mercados y economías de los países centrales. Ya podemos imaginar las consecuencias para la debilitada región centroamericana.

Bajo la premisa de echar a andar el motor de la reactivación, las bajas tasas de interés castigan el ahorro e incentivan los préstamos.

En paralelo los bancos centrales han imprimido más billetes que nunca para apoyar la reactivación.

Este particular escenario explicaría la enorme desconexión que existe entre la millonaria fiesta bursátil y la dolorosa recuperación de la «economía real».

La era del «dinero fácil», también llamada la era del «dinero barato», ha hecho que los grandes inversores ganen enormes rentabilidades en medio de la pandemia y que la desigualdad aumente.

En Estados Unidos, los millonarios se hicieron más ricos con las ganancias provenientes del mercado bursátil y del inmobiliario.

Los miembros del 1% más rico de ese país vieron como sus fortunas aumentaban en US$4 billones en 2020, al concentrar cerca del 35% de la riqueza extra generada en el país, según un estudio de la Reserva Federal.

Detectar potenciales burbujas es como salir en la búsqueda de señales de peligro.

Desmond Lachman, investigador del centro de estudios American Enterprise Institute (AEI), argumenta que la política monetaria de los bancos centrales del mundo en respuesta a la pandemia ha provocado una situación que afecta a todos los mercados.

«Se ha creado lo que se conoce como una burbuja global de precios de activos y del mercado crediticio», comenta en diálogo con BBC Mundo.

Esa burbuja global puede estallar, explica, cuando la Reserva Federal tenga que empezar a subir las tasas de interés en respuesta a un sobrecalentamiento de la economía estadounidense que probablemente sea causado por el excesivo estímulo presupuestario de Joe Biden.

Lachman tiene una larga lista de ejemplos para fundamentar que existe una burbuja global con distintas ramificaciones.

Los precios en los mercados bursátiles en general están altos, pero específicamente en Estados Unidos, «están en niveles similares a los de la víspera de la caída del mercado de valores de 1929».

A eso se suma el mercado inmobiliario. «Los precios de la vivienda se encuentran en niveles récord en muchos países, incluidos Canadá, Australia y partes de los Estados Unidos», sostiene Lachman.

Al mercado de valores y al inmobiliario, el economista suma un tercer elemento: los «mercados especulativos como el bitcoin y el arte digital».

Otras señales preocupantes desde su perspectiva son el alto acceso al crédito de países con fundamentos económicos «muy deficientes» o el alto endeudamiento corporativo.

Fuente: https://www.laprensagrafica.com/economia/Como-esta-era-del-dinero-barato-aumenta-el-peligro-de-burbujas-financieras-en-distintas-partes-del-mundo-20210510-0030.html

Ese peligro global no puede descartarse dentro de cualquier análisis, no solo de la realidad de El Salvador sino de la región en su conjunto.

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