La nueva burguesía asalta el poder del Estado

¿Un conflicto inter-burgués?

Antes del 1 de mayo de este año se percibía en el movimiento social y popular, y en las fuerzas de izquierda en general, una sensación especial. La fragmentación del movimiento social, popular y sindical, el nivel relativamente bajo de convocatoria del conjunto, dibujaba el estado general de un reflujo de masas que es imperativo superar en el menor tiempo posible. Siete marchas del 1 de mayo, no todas de izquierda, pues algunas eran directamente de organizaciones pro-gubernamentales, mostraban en todo caso, el estado de la situación.

Un partido FMLN envuelto aún en sus conflictos y luchas de tendencias, claramente definidas, marchó en dos frentes distintos, acompañando sendos esfuerzos sindicales y de trabajadores en general. El partido es el reflejo del estado de la sociedad y del movimiento social y popular en que se desarrolla.

Muchos expresaban que el 1M seria un parte-aguas. Y lo fue. Pero no en el sentido que desde las corrientes de la izquierda suponían; no se trató de que finalizadas las marchas y las mediciones de fuerza quedara claramente definida la ruta política a futuro de cada corriente y agrupación.

El parte-aguas de verdad fue para el país, lo marcó el gobierno con sus 64 peones legislativos que como autómatas han llegado a levantar la mano o apretar el botón, de acuerdo a los designios de su majestad presidencial.

En una maniobra de asalto y derribo, lo primero que hizo la guardia pretoriana de Bukele, fue ocupar los cargos clave del legislativo, iniciando con la presidencia. Se aseguró también de contar con un pequeño equipo encargado de protagonizar el show mediático, unos presentando las propuestas de desmontaje de las estructuras que les estorban para sus planes de control absoluto; otros proponiendo nombres de lacayos que pudieran usurpar los cargos por haber mostrado fiabilidad y lealtad al presidente; finalmente, uno o dos más encargados de responder o neutralizar posibles criticas por el método expedito de considerar que un tema ha sido suficientemente discutido y, en consecuencia, pasar la respectiva aplanadora legislativa para  zanjar la cuestión. La correlación parlamentaria 64-20 lo permite.

De un plumazo destituyeron a los magistrados de la  Sala de lo Constitucional, argumentando claramente las razones: sus sentencias no le gustaron al presidente y su grupo.  Como por arte de magia y sin reparar en formas o procedimientos legales, impusieron un grupo de usurpadores dispuestos a obedecer sin rechistar. Del mismo modo actuaron con el Fiscal General, Raúl Melara, a pesar de que éste había estado “haciendo méritos” para evitar su destitución; con 64 votos  fue reemplazado de manera express por un abogado a la medida de las necesidades.

El desmontaje empezó por el pilar más sólido del Estado, el más inquebrantable,  feudo histórico de la oligarquía. Una sala de lo constitucional que solo oirá, verá y callará conforma la precondición necesaria para avanzar en la estructuración del dominio hegemónico de la nueva corriente burguesa que se viene imponiendo desde 2019, cooptando socios entre la oligarquía y neutralizando, comprando o amenazando con aniquilar a aquellos que presenten resistencias a la nueva conformación del poder.

Para esto último el FGR resulta instrumental, en particular para la implementación de causas judiciales en dos sentidos, en primer lugar aquellos grupos o sectores económicos que representen algún tipo de obstáculo a la consolidación del proyecto y, en segundo lugar, a las fuerzas de izquierda, en particular el FMLN y sus organismos más estructurados; esto último con dos objetivos que parecen evidentes: por una parte, desmantelar todo foco de resistencia a sus intenciones de reflotar y revitalizar el capitalismo neoliberal dependiente en El Salvador y en la región, en el marco de un proyecto de larga duración, de varias décadas de control hegemónico y expansivo regional; pero además el proyecto populista no puede ser solo autoritario y represivo, se trata de un proyecto neofascista que para consolidarse necesita afianzar lo que hasta ahora es solo respaldo electoral y transformarlo en apoyo político de masas.

Para lograr lo anterior  la manipulación de medios, el control de la narrativa y la construcción de activismo local es parte del trabajo a desarrollar.  En suma, disputar políticamente bases partidarias de la izquierda en cada rincón del país.  Estos aspectos creemos necesario incluirlos en la lectura de los hechos porque sobre esa base se va configurando todo el entramado de construcción del proyecto populista autoritario. 

Y en materia de método, es necesario reconocer que este enemigo del pueblo, esta fuerte estructura de la derecha neoliberal más radical, mucho más cercana al Trumpismo que a la visión de los demócratas, reconoce el poder cuando lo tiene y lo usa hasta el extremo.  La evidente manipulación y desprecio por las reglas, las formas, las leyes, también apelaba a un público que esperaba algo parecido de parte de la izquierda cuando esta accedió a ciertas cuotas de poder; durante diez años, con la excusa de la correlación, la gobernabilidad, los consensos y de evitar las rupturas, la tibieza dominó el panorama, desalentando y desilusionando a muchos, que hoy se han pasado al bando celeste.

Finalmente, no se puede olvidar el trabajo de dos años de fidelización de la Fuerza Armada y de la PNC, que pronto serán imprescindibles para Bukele en la medida que la crisis económica y social avance y con ellas las protestas, que deberán hoy más que nunca ser organizadas y conducidas adecuadamente. Los acuerdos  y coordinación con diversos sectores de la población organizada se vuelve una necesidad imperiosa, como también lo es la búsqueda de acuerdos aún mas amplios, con todos los sectores de la sociedad decididos a luchar en la defensa de la patria, de la democracia, de las libertades y del respeto a las reglas básicas de convivencia.

Muchos, en algunos sectores de la izquierda,  aún se niegan a aceptar esta necesidad, porque consideran que lo  que sucede no es más que una lucha producto de contradicciones inter-burguesas. Y están en lo cierto, porque se están disputando el control del estado burgués para ponerlo definitivamente a su servicio, pero para lograrlo han de pasar también por encima de los derechos de la clase trabajadora y del pueblo en general, de esa misma clase que marchó dividida el 1M, pero que deberá unirse ante el enemigo común, salir a las calles, resistir, buscar acuerdos mínimos y unidad en la acción.

¿Qué son estos elementos sino aquellos que pueden propiciar una situación revolucionaria? ¿Dónde estará entonces el partido revolucionario para que esa situación devenga y canalice hacia una crisis revolucionaria? Las condiciones parecen indicar que desde ya debemos trabajar en la organización de las acciones de calle, en la formación de contingentes y frentes de lucha, en acciones movimientistas unitarias, anti-golpistas, anti dictatoriales. En las calles, en la lucha quedarán claramente definidas las fuerzas.

El parte-aguas de que hablamos al principio, debe entonces verse como una inmensa oportunidad de organizar y revitalizar formas de lucha popular que habían sido desplazadas por otras, mucho menos confrontativas. Es hora de la resistencia activa.

El fuerte rechazo expresado por amplios sectores de la sociedad salvadoreña en conferencias, comunicados, declaraciones, manifestaciones, y sobre todo el rechazo a reconocer a los usurpadores, señalan que estamos en el momento de evitar que el Golpe se consolide; en este sentido las crecientes manifestaciones desde el exterior son también elementos importantes a considerar, siempre y cuando no olvidemos que el frente de lucha principal es en el país, en las calles y también en las redes y en todas las formas posibles de expresión popular. Si desde el exterior observan ese rechazo, las presiones políticas y económicas se acrecentarán.

En las condiciones actuales de la economía salvadoreña, vulnerable, frágil, a las puertas de la profundización de la crisis, cualquier presión económica a un gobierno sediento de dólares significará desestabilización. Si algo necesita el régimen de Bukele para consolidar su proyecto es control y estabilidad; el control lo disputará el pueblo organizado con la lucha en las calles. Ahí deberá jugar su rol el partido revolucionario que el pueblo necesita.

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