El recurso populista como doctrina

“Entre las obras que trataban en la misma época del mismo tema, solo dos son dignas de mención: Napoleón le Petit, de Víctor Hugo y Coup d’Etat, de Proudhon.

Víctor Hugo se limita a una amarga e ingeniosa invectiva contra el editor responsable del golpe de Estado. En cuanto el acontecimiento mismo, parece, en su obra,  un rayo que cayese de un cielo sereno. No ve en él más que un acto de fuerza de un solo individuo. No advierte que lo que hace es engrandecer a este individuo en vez de empequeñecerlo, al atribuirle un poder personal  de iniciativa que no tenía paralelo en la historia universal. Por su parte, Proudhon intenta presentar el golpe de Estado como resultado de un desarrollo histórico anterior. Pero, entre las manos, la construcción histórica del golpe de Estado se le convierte en una apología histórica del héroe del golpe de Estado. Cae con ello en el defecto de nuestros pretendidos historiadores objetivos. Yo, por el contrario, demuestro cómo la lucha de clases creó en Francia las circunstancias y las condiciones que permitieron a un personaje mediocre y grotesco representar el papel de héroe.” 

Karl Marx, Londres, 23 de junio de 1869, prólogo a la segunda edición de El 18 Brumario de Luis Bonaparte. Las cursivas son del autor pero las negritas son nuestras.

Desde que Luis Bonaparte irrumpiera en la política francesa con su golpe de estado, pretendiendo ser y actuar como la expresión suprema del poder, a nombre y representación del pueblo, englobando en esa categoría  a todas las clases sociales, aspirando a eliminar así la necesidad de considerar siquiera el concepto de “lucha de clases”, al presentarlo como algo superado, las experiencias de corte populista han aparecido una y otra vez a lo largo de la historia.

Curiosamente, casi 170 años más tarde, los teóricos burgueses, oligárquicos e imperialistas nos siguen tratando de convencer de que así es en efecto, que la lucha de clases es un concepto perimido y superado, y siguen fracasando igual que sus antecesores.

América Latina ha sido a lo largo de la historia terreno fértil para diversas manifestaciones populistas, tradicionalmente transitorias, que dan paso a formas de dominación crecientemente autoritarias, dictatoriales y en más de un caso con deriva fascista o neofascista.

En la semántica burguesa, la manipulación conceptual y narrativa de los temas referidos a las formas de dominación de clase buscan y han buscado permanentemente ocultar las formas que adopta dicha dominación, en primer lugar negando el propio concepto de clases sociales, o a menos el antagonismo entre ellas, es decir la negación de la lucha de clases y, gradualmente, avanzando en la “modernización del lenguaje políticamente correcto”, burda maniobra para normalizar su hegemonía cultural, expresada en palabras y conceptos que finalmente se asocian al sacrosanto “sentido común”. Hoy no es inusual escuchar o leer a personas con muy escasa o sin ninguna formación política, desdeñar como algo incómodo y fuera de lugar el propio concepto de imperialismo.

En relación al populismo (y a los populistas), no es sino en los momentos de profunda crisis del sistema de dominación capitalista que la burguesía debe recurrir a estos personajes, que suelen ser, tal como los describiera magníficamente Marx en el caso de Luis Bonaparte, “mediocres y grotescos”, pero que resultan de tremenda utilidad para otorgar estabilidad a un sistema en que las formas tradicionales de dominación se muestran insuficientes para mantener oprimidas a las clases trabajadoras.

El discurso y el accionar populista se envuelve en la supuesta legítima representación del pueblo, simbolizada en un personaje que lo defiende, vela por sus intereses, “pone  en juego su vida y su patrimonio”, todo en nombre de los intereses “del pueblo”, que lo colocó (por el método que sea) a la cabeza del Estado burgués. Representar, velar y defender los intereses de la  burguesía, de la oligarquía y del imperialismo, pero con una narrativa que lo identifique como sólido defensor de los intereses populares, esa es su tarea.

La gran mentira

En el caso de América Latina, particularmente en lo que va del presente siglo, y como respuesta al avance de opciones de gobiernos populares, cuyo momento histórico se ha dado en llamar “ciclo progresista”, esas mismas clases dominantes, sean oligarquías criollas agro-exportadoras o extractivistas, sectores de la especulación financiera internacional o burguesías lacayas propias del capitalismo neoliberal dependiente, con intereses e influencias transnacionales, han recurrido nuevamente al peso de su dominación cultural hegemónica, para hacernos creer con un simple juego de palabras que hay “populismo de izquierda y populismo de derecha”. Mienten.

El populismo, como bien lo explica Marx a la luz del análisis de clases en el caso del Bonapartismo, es un recurso de las clases dominantes para continuar con su esquema de dominación, en particular cuando otros métodos dentro del esquema de juego de apariencias de la democracia burguesa, han fracasado o se han agotado;  de tal modo que las clases trabajadoras, los explotados, marginados, excluidos acepten su condición y, por lo tanto, acepten también –y esta vez con entusiasmo- el gobierno de sus opresores, quienes repiten incansablemente que no representan clase alguna.

Sin embargo, el discurso desde los instrumentos de dominación cultural, como la prensa y los medios en general, pero también los generados desde los centros de poder mundial, buscan confundir a los pueblos insistiendo en la existencia de un supuesto “populismo de izquierdas”. Se refieren así, de manera rebuscada y retorcida a los gobiernos populares, de carácter anti-imperialista, de izquierda, progresistas o revolucionarios de Nuestra América.

La idea central es confundir, desnaturalizar las experiencias populares de gobierno y al mismo tiempo mimetizar a los regímenes populistas (que solo pueden ser,  como vimos, de derecha, burgueses, pro-imperialistas) como si fueran formas “no burguesas” de dominación. Sin embargo, el “tufillo popular” que le quieren imprimir, dura habitualmente tan poco como la ansiada estabilidad económica y sistémica, que jamás consiguen. Es cuando suele salir a luz con fuerza su carácter reaccionario y sus métodos represivos.

Adicionalmente, el aparato ideológico de dominación de la derecha, utiliza el falso concepto de populismo de izquierda para adjudicarle todos los males del populismo: corrupción, nepotismo, incapacidad, gobierno elitista en beneficio de una cúpula o aparato partidario, etc., etc.. La combinación con otras formas de guerra y desestabilización, como el Lawfare, suele acompañar esas campañas destinadas a borrar de los escenarios políticos a los partidos y movimientos de izquierda y populares.

El mediocre y grotesco experimento  bukeliano

Pocos casos resultan tan gráficos en la actualidad  para ilustrar un régimen populista, crecientemente autoritario y autocrático, como el gobierno de Bukele y su clan, predominantemente familiar.

También en este caso, el calificativo de mediocre y grotesco calza como anillo al dedo en la personalidad del mandatario salvadoreño. A nombre del pueblo, invadió militarmente la Asamblea Legislativa cuando no le era dócil y sumisa a sus exigencias. A nombre de ese mismo pueblo, en nombre de la defensa de la salud pública, violó recurrentemente  derechos humanos, civiles y políticos de la población, cercó militarmente ciudades, encarceló masivamente a quien consideraba que incumplía normas sanitarias, alojándolos en centros de contagio. En nombre de ese mismo pueblo fue gradualmente copando cada instancia de contraloría sobre el Ejecutivo, oscureciendo toda posible investigación del uso de fondos públicos

Al llegar la nueva configuración legislativa, con abrumadora mayoría oficialista, lanzó su aplanadora parlamentaria para tomar represalias contra quienes le hubiesen supuesto cualquier tipo de oposición. Así, sin respeto a las leyes ni a la Constitución descabezó la Sala de lo Constitucional y de la misma forma ilegal y arbitraria nombró una nueva Sala a la medida de sus necesidades. Lo mismo sucedió con la FGR, en este caso colocando a un oscuro personaje, relacionado al clan presidencial, cuestionado y con pasado de conflictos con la Ley. Eso de los conflictos con la ley en el pasado, es algo bastante común entre la pléyade de nuevos legisladores e incluso entre los abogados usurpadores que pretenden ser magistrados de la más alta corte del país. Lo mismo encontrará quien analice otras experiencias populistas y fascistas en diverso grado en el mundo, las cuales suelen estar plagados de personajes oscuros, demasiado cercanos a la delincuencia y, en general, a los que podríamos calificar como gobierno de lúmpenes o de lumpenburgueses.

Regresando a la nueva Asamblea Legislativa, las siguientes sesiones plenarias y las primeras actividades de las comisiones legislativas, sirvieron para borrar de un plumazo todo el trabajo legislativo pendiente, archivando todas las iniciativas propuestas en espera de resolución, muchas de ellas generadas a partir de iniciativas ciudadanas. Empezar de cero fue la consigna, el mantra con que se aseguraron archivar proyectos avanzados como la Ley del agua, lucha contra la usura en bancos y financieras, la persecución a la corrupción y mayores controles del uso de los fondos públicos, entre otras.

Pero al mismo tiempo, avanza en su escalada de revanchismo produciendo masivos despidos de personal  en cada instancia donde el partido Nuevas Ideas se ha impuesto, tanto en el legislativo como a nivel municipal.  Son ya miles de trabajadores despedidos o en proceso. Las cantidades varían entre los más de mil que anunciaron que despedirán del legislativo hasta los varios miles que se espera sean despedidos de las alcaldías de todo el país. Seguramente, como ya hicieron en el Ejecutivo, muchas de esas plazas serán cubiertas con miembros de Nuevas Ideas o afines al clan de gobierno.

¿Para qué esta política de tierra arrasada, de terror, de revanchismo? Para una sola cosa: para poder seguir robando pero sin impedimento institucional ni contraloría alguna.  Un esfuerzo descomunal para garantizar una acumulación originaria de capital que asegure el dominio hegemónico indiscutible del grupo de poder económico emergente, A su vez, la política de endeudamiento masivo del Estado por medio de préstamos aprobados ahora sin rechistar por el Legislativo, camina a marchas forzadas, mientras el país está entrando en la categoría de incobrable, al llegar su deuda pública a cifras superiores al 90% y muy cercanas a la totalidad del Producto Bruto Interno.

Todo lo anterior y lo que se viene en las próximas semanas, con nuevas cargas tributarias y cargos en los servicios, que afectarán a las mayorías empobrecidas, mayor incertidumbre e inestabilidad, será hecho, como hasta ahora, a nombre del pueblo que lo votó mayoritariamente. Ese es el argumento (falso) con el que pretenden confundir apoyo electoral masivo con carta blanca para hacer lo que les plazca. En medio de este panorama se desarrollan las negociaciones con el FMI, las cuales fueron de inmediato calificadas como secretas y reservadas. Quienes pagarán los costes de la negociación con el Fondo, las grandes mayorías empobrecidas, han sido desprovistas hasta del derecho de saber qué se negocia en su nombre.

Como vimos la semana pasada, desde fuera de las fronteras salvadoreñas se encendieron diversas alarmas a partir del golpe al Estado del 1 de mayo, en la medida que el cambio de guardia en Washington, le atrajo a Bukele los primeros conflictos con la nueva administración.

Ante el rechazo internacional, y esclavo de su arrogancia, Bukele decidió echar un pulso a Washington a través de una serie de infantiles y sonrojantes acciones diplomáticas que, además de poner en ridículo las política exterior salvadoreña, lo llevan hasta ahora por el camino del fracaso en ese terreno.

No se trata de esperar ilusamente que la metrópoli imperial resuelva contradicciones internas de la política salvadoreña. Para eso están las formas de lucha que el pueblo salvadoreño adopte en defensa de sus derechos y el sistema en que prefiere desenvolverse.  Pero eso no quita el reconocimiento de que las  líneas de acción de Bukele entran en abierta contradicción con las trazadas por la nueva administración, que privilegian la estabilidad, la participación de los diversos sectores de la vida nacional en las estructuras de debate y toma de decisiones; es decir, formas participativas y dialogantes de gobierno que permitan reducir en lo posible las tensiones sociales que resultarán inevitables a medida que la crisis económica golpee con  todas sus fuerzas las economías de los pueblos. Detener los flujos migratorios es parte de la actual política de Biden, pero sin perder el control sobre una región que amenaza consolidarse como paraíso del narcotráfico.

Para los pueblos de Centroamérica esta situación, considerada además en el marco de la pandemia, no puede representar más que un futuro de mayor dependencia y dolor, mayores niveles de exclusión por violencia de todo tipo y por falta de oportunidades.  Mayores tensiones y conflictos potenciales. Ante esto el lenguaje populista de Bukele y sus clan recurre a otro intento de huir hacia delante.

Lejos de retroceder en sus maniobras autoritarias, pretende justificarlas con una narrativa orientada a ampliar el horizonte geográfico del proyecto populista. Así podríamos interpretar una serie de mensajes, presentados en redes sociales como elaborados por el mandatario, pero en realidad cuidadosamente construidos por un equipo de asesores extranjeros (más de un docena de ellos de origen venezolano) al  servicio de los mismos que apoyan a la llamada gusanera cubana de Miami, y los más recalcitrantes opositores al Chavismo, quienes reciben importantes recursos del Estado salvadoreño para elaborar una línea permanente de guerra interna mediática, destinada a extirpar cualquier forma de oposición interna o externa.

Hoy van un paso más allá y buscan no solo distraer la atención de los serios cuestionamientos nacionales e internacionales por la situación de la economía y del pisoteado estado de derecho, sino para proyectarse como una aparente opción alternativa dentro del capitalismo voraz, que en el fondo defienden, porque su proyecto no es otro que la revitalización y el fortalecimiento del modelo neoliberal dependiente, pero con su grupo económico afianzado como fuerza monopólica, primero en El Salvador y posteriormente en la región.

“Los dueños de las “fincas” latinoamericanas, los que gozan de privilegios históricos, diseñaron sistemas que los protegerían para siempre y solamente alternan gerentes y capataces a lo largo de las décadas”,

Publicó Bukele en su cuenta, ya con todo el aparato de reproducción artificial emplazado para que el supuesto “giro progresista” de su arenga llegara a los sectores mas atrasados políticamente y a aquellos que pueden ser fácilmente manipulados con falsas promesas e ilusiones de una vida digna dentro de un sistema que solo puede brindar más y mayores niveles de opresión y desesperanza.

Con verborrea seudo progresista trata de ocultar y confundir, para que no se vea la real condición del bukelismo como régimen extremadamente conservador, despótico, inspirado en fanáticos antichavistas venezolanos, profundamente reaccionarios y elitistas, decididos a aniquilar cualquier obstáculo que se le presente a su paso.

El concepto de dividir para vencer se sostiene en su lógica a través de la creación permanente de enemigos, reales o ficticios, en todo caso siempre malvados, y cuya derrota es posible gracias a la intervención mesiánica del ser que representa, entiende y defiende al PUEBLO, el aspirante a dictador y su banda de delincuentes especializados en la construcción de la mentira Goebbeliana.

En el ejemplo transcripto a continuación da la impresión que tropezaron con algún ejemplar del 1984 de George Orwell; transformaron la granja en finca, y creyeron haber descubierto el agua tibia:

“Cualquier pueblo que aspire a cambiar, que sueñe con salir del sub desarrollo, que quiera una mejor calidad de vida, deberá limpiar su casa y derrotar al sistema impuesto y protegido celosamente por todos los poderes fácticos. Esta es la tarea más difícil”

“¿Por qué es la más difícil? Porque no está protegida solo por ellos, sus empleados, brazos mediáticos, gremiales, tanques de pensamiento, ONGs y voceros, sino por un aparato ideológico que controla los paradigmas, la “opinión” e incluso buena parte del periodismo y la academia.”

“Ellos también controlan lo que emana de un país hacia fuera, lo que se lee en los medios internacionales. Son la verdadera “cancillería”. Para eso está la SIP, los conglomerados mediáticos y algunos “gobiernos de países amigos” que son, a su vez, “capataces” de otras “fincas”.”

“Y aunque es la tarea más difícil es la más importante. Se debe desmontar las “fincas”, despedir a los “capataces”, quitar la máscara de la hipocresía con la que nos engañan y establecer verdaderas DEMOCRACIAS.

Suena difícil pero se puede hacer. ¿Por qué?”

“Porque su “sistema” tiene un error de origen:

Sus aparatos ideológicos construyeron paradigmas, aceptados por todos como verdades irrefutables y blindados contra toda crítica.

El error fue que los términos que usaron son contrarios a los mismos sistemas que los protegen.”

Enarbolaron conceptos como  “DEMOCRACIA”, “LIBERTAD”, “SOBERANÍA”, “INDEPENDENCIA”.

Pero todos esos términos también están blindados como verdaderos en la mente de nuestros pueblos. Esos términos son su némesis.”

“Solo se les debe enfrentar con verdadera DEMOCRACIA, con verdadera LIBERTAD, con verdadera SOBERANÍA y con verdadera INDEPENDENCIA.

Ahí quedan sin argumentos, porque no pueden atacar con coherencia. Caen inmediatamente en contradicción, tratando de justificar lo injustificable.”

“Cada pueblo debe luchar por lograr el significado real de cada uno de estos términos.

No es difícil encontrar su significado, están en todos los diccionarios.

Ellos no podrán vencer a propios paradigmas. Sus “aparatos ideológicos” no fueron diseñados para eso.”

“En El Salvador los estamos derrotando.

Por eso le ponen tanta atención al país más pequeño del continente.

No es que teman por El Salvador, a lo que temen es al poder del EJEMPLO.

Temen que pase en sus “fincas”. Temen a que cada pueblo tome en sus manos su propio destino.”

Hasta allí el texto publicado en forma de hilo interminable de twitter. Si hemos tenido que incluir semejante conjunto de lugares comunes, términos manipulados y retorcidos hasta dar asco, es porque en este ejemplo aún fresco se resume el método, el estilo, la forma y claramente la intención del bukelismo, desviar atenciones construyendo enemigos, huir hacia delante, victimizándose como el héroe incomprendido pero amado por su  pueblo. Por otra parte, al plantear que “los malos” controlan  los canales de difusión exterior, dice al mundo que no crea lo que lea o lo que digan sobre El Salvador los medios de prensa y las denuncias que salen fuera del país.

No es primera vez que  estos métodos de retorcer la verdad de manera impúdica se usa por parte de delincuentes en el poder. Hoy cuando todo Chile y gran parte de Nuestra América celebra la contundente derrota de la derecha pinochetista en las elecciones de este fin de semana, y mientras el pueblo colombiano no baja sus banderas, resiste la represión y fuerza al diálogo a quienes creían que con solo matar triunfarían, es bueno recordar una anécdota ocurrida durante otra dictadura.

En 1979, en los momentos más oscuros de la dictadura fascista y neoliberal argentina, llegó una misión de la CIDH, de la OEA a aquel país. Fue una victoria en sí misma a pesar de lo que tradicionalmente representa la OEA,  pues fue la primera vez que los militares asesinos se vieron obligados a ceder ante la presión internacional para que se pudiera verificar la existencia de campos de exterminio, centros de concentración, vuelos de la muerte y miles de atrocidades denunciadas en el mundo.

Sin embargo, también esa dictadura afirmaba tener al pueblo y a Dios de su lado. En representación y por mandato de ambos actuaba. Cuando la OEA llegó al país, desde el aeropuerto de Buenos Aires hasta la capital, multitud de argentinos esgrimían banderas argentinas y papelitos con la bandera nacional que contenían un texto, reproducido hasta el cansancio para mostrar su rechazo a la visita: Los argentinos somos derechos y humanos.

Como aquellas masas ignorantes pero cómplices, actúan muchas veces las sociedades, incapaces de mirar más allá de los discursos y obras publicitarias. Los aparatos ideológicos que denuncia el bukelismo, son en realidad los de él y de su clan. Es el aparato del Estado puesto a su servicio para armar pieza a pieza un estado a su medida, con una futura constitución a su medida, y una “finca” a su medida ; habrá que ver si la medida de sus aspiraciones abarca más que el territorio nacional. 

Los ejemplos de Chile y Colombia muestran que los pueblos pueden sufrir largos años de opresión y atraso, represión y explotación, pero llega siempre, tarde o temprano, el momento de la liberación. El pueblo de México, a las puertas de otro proceso electoral, nos demostró lo mismo hace un tiempo, con la llegada de AMLO.

Está pues en las fuerzas internas de El Salvador, en el trabajo de la izquierda revolucionaria, en la resistencia de los trabajadores frente a despidos  e injusticias de todo tipo, en la defensa del medio ambiente y la lucha contras las privatizaciones que también intentarán, en la difusión permanente de las campañas solidarias, en la necesaria búsqueda de formas unitarias de lucha anti-dictatorial, que el régimen de Bukele y sus secuaces, llegará a su fin, posiblemente mucho antes de lo que ellos mismos esperan.

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