Desafiando todas las condiciones adversas, las campañas de difamación y satanización contra el partido FMLN, su militancia y dirigencia, superando sobre todo una peligrosa inercia, que muchos sectores habían venido señalando con preocupación, la dirección del FMLN, logró concentrar en el centro histórico de San Salvador un conjunto de delegaciones de militantes de todos los departamentos del país, portando los emblemas, símbolos, colorido, sonidos y consignas del histórico partido de izquierda en la celebración de los 41 años de su fundación.
El hecho no puede pasar desapercibido pues tiene un impacto importante en la política nacional. El mismo que las fuerzas de derecha, en especial el gobierno de Bukele, intentó minimizar desde sus redes sociales y sus medios pagados desde el Estado, pretendiendo mostrar una plaza desolada, con planos desde alturas inusitadas, en un esfuerzo por presentar una concurrencia apenas perceptible. En su insistencia por negar la realidad reflejan su preocupación y, en el fondo, su temor. La obstinada existencia del FMLN representa el principal obstáculo estratégico para sus objetivos centrales de consolidar un modelo de dominación que permita estabilizar el sistema por un periodo más o menos prolongado.
Pero además, mientras el oficialismo limitó sus ataques a las redes sociales, es de destacar que desde el FMLN se respondió en las redes, pero también desde el exterior donde varias decenas de partidos y organizaciones hermanas del mundo hicieron llegar sus saludos al FMLN en su aniversario, además de haberse registrado actividades de celebración por militantes en diversos países, desde EEUU hasta Australia.
Lo que no tomaron en cuenta ni los bukelianos y afines, ni los sectores que, con una miopía política suprema, decidieron desde una izquierda reformista y mucho más inclinada al pactismo de la socialdemocracia, no atender la convocatoria de la dirección nacional del partido, es que no se trataba del número de participantes, no se trataba de las formas aparentes, sino de dar un golpe en la mesa de un país acosado por la propaganda oficial, que pretendió con sus mentiras hacer creer a la gente que el FMLN no existía.
Esa mancha roja, en el medio del centro histórico, resultó indigesta para quienes quieren negar la realidad. Pero además esa presencia efemelenista no estuvo muda. Representó, a nuestro juicio, el verdadero y esencial FMLN, su espíritu y gallardía, el que se presenta firme y orgulloso de su pasado, expresado en corrientes partidarias y sectores de militantes ya maduros, algunos con experiencia desde la fundación del partido, y aún desde antes, pero ensamblados con una bulliciosa juventud que asume el compromiso del pasado, retoma las banderas, recoge el espíritu autocrítico y combativo de los y las fundadoras, y despliega un discurso que, nuevamente, más allá de las formas o los detalles que pudieran ser materia de debate, deja clara la esencia del partido y su carácter revolucionario, antiimperialista, antipatriarcal, anticapitalista, democrático (pero no para echar leña a la locomotora del sistema, sino para transformar esa democracia en participativa, activa, popular, revolucionaria y rupturista con el injusto modelo de explotación que tiene hundida en la miseria a las grandes mayorías de salvadoreños y salvadoreñas), en fin, socialista.
Ese conglomerado que mostraba una necesaria (podría decirse, imprescindible) integración generacional, fue una expresión de importancia trascendental para las futuras luchas políticas en El Salvador. Y esas luchas que se avecinan, serán de calle y de combate contra un enemigo neofascista, que solo será derrotado por el embate de las masas organizadas y conducidas por una fuerza de izquierda capaz de aglutinar en su seno a muy diversos sectores populares, que puedan ir conformando un verdadero frente popular anti fascista y anti-dictatorial.
Esas fuerzas no han de ser necesariamente aglutinadas como partido, pero sí como amplia alianza de sectores populares diversos, incluyendo sin duda a los nuevos actores sociales, que surgen al calor de las necesidades, reivindicaciones y banderas de lucha de la sociedad en desarrollo. Es decir, la conformación de un frente que tenga a la base a los sectores populares, y el rescate de sus derechos pisoteados por un autócrata publicista pero, sobre todo, por una clase que pretende erigirse como hegemónica y dominante por sobre otros sectores desplazados de la burguesía y la oligarquía, que aspiran, a su vez, a reconquistar sus espacios de dominación y privilegio. Todo esto, por supuesto, al margen de los intereses del pueblo, al que desprecian, tanto unos como otros.
Es por eso tan importante la reunión del FMLN en la plaza Morazán y sus discursos, porque dejan ver que la disputa actual es, en definitiva, una lucha por el poder, a pesar de que muchos puedan ver esta opción como lejana o imposible; y no es simplemente, como podría pensarse, entre dos bandos (las clases trabajadoras y la burguesía en el poder), sino que es a múltiples bandas y con diversos intereses pero todos con un solo objetivo, conquistar (o retener, en todo caso) el poder del Estado.
Esta es una lucha donde Washington tiene su interés fijado en que no se ponga en peligro la precaria estabilidad del sistema y, por supuesto, su hegemonía. Por eso utiliza sus promotores, sus delfines en el campo de la política nacional, y sobre todo sus fondos, para financiar e impulsar en el momento que lo juzgue necesario, un cambio tan aparente y ruidoso que no cambie nada. Allí vemos, por ejemplo, el interés de la continuidad del bukelismo (con o sin Bukele) si esto garantiza frenar a las fuerzas populares para que no avancen hacia la desestabilización del sistema.
En este caso, las contradicciones, de por si secundarias entre Bukele y EEUU, pasarán a ser casi imperceptibles, porque ambos habrán logrado lo que buscan: contener y controlar la situación, consolidando una posible revitalización del modelo neoliberal dependiente, y con ello la estabilización del proyecto de dominación.
Otros, desde diversos sectores oligarcas y burgueses, dejan entrever sus aspiraciones a un golpe militar para asegurar que el poder no cambie en ningún caso de manos (léase, de clase)
Pero también están los sectores de la burguesía desplazados en esa disputa por el botín del Estado, amenazados por esa nueva burguesía emergente. Esos, que hasta hace muy poco regían los destinos del país desde las finanzas, los bancos, el control de las exportaciones y las importaciones, las telecomunicaciones y el transporte, las energías, el comercio nacional e internacional, los servicios. Esos cuyo proyecto de país fue relativamente afectado por las gestiones de gobierno del FMLN, que apenas entorpecieron, si acaso, la profundización del modelo neoliberal dependiente.
Hoy, representantes o referentes de esos sectores marchan en las calles bajo la bandera de #BukeleDictador, incluyendo por ejemplo, aquellos nefastos abogados de la Sala de lo Constitucional conocida como “la de los magníficos”. Ese oscuro club corporativo de abogados al servicio de los más abiertos enemigos del pueblo salvadoreño, quienes reformaron la Constitución y legislaron a golpe de resoluciones ilegales, impidiendo hasta las más tibias reformas que los tímidos gobiernos del FMLN intentaran implementar, fueron también quienes incursionaron en el país con el Lawfare o persecución política por vía judicial.
Esos, junto a muchos otros del mismo grupo de intereses, marchan y convocan estos días a la gente a las calles. Pero, ¿acaso serán estos los sectores en los que pueblo puede confiar? Sin duda jamás trabajarán a favor de los intereses del pueblo, aunque hoy llamen “loco” a Bukele, se “radicalicen” en sus discursos contra el gobierno, y aparezcan a veces hasta mas “combativos” que algunos antiguos dirigentes de izquierda o de los movimientos sociales.
Sin duda, esta gente marcha y organiza en función de sus intereses, y espera que el pueblo ponga, cuando sea necesario, el cuerpo contra la dictadura. Esto sería casi repetir alguno de los trágicos episodios de la lucha del pueblo salvadoreño durante las gestas por la primera independencia.
Mientras tanto, las fuerzas del pueblo ya están ejerciendo su papel histórico en la lucha, desde las tempranas movilizaciones reivindicativas, iniciadas casi con la inauguración de la presente administración. Esas fuerzas diversas, al principio dispersas y relativamente pequeñas, han ido confluyendo gradualmente, expresándose cada vez con mayor fuerza, en especial desde inicios del mes de septiembre. Ya hemos señalado en otras ocasiones que esas marchas fueron poniendo a Bukele y su clan a la defensiva.
Pero esas masas de trabajadoras y trabajadores urbanos y rurales, formales e informales, sindicalizados o independientes, con o sin participación partidaria en los diversos institutos políticos, incluido el FMLN, no solo han ido creciendo en número, sino que se han sumado otros sectores como estudiantes, profesionales, académicos, etc. Han ido conjuntando intereses, reivindicaciones por las cuales luchar, y esas no las resolverá ninguno de los sectores de la burguesía o la oligarquía que ha estado compartiendo, circunstancialmente, las calles cada vez más agitadas de la capital.
Ese camino, el de los sectores populares crecientemente movilizados, no tiene ni tendrá retrocesos, porque todas las circunstancias demuestran que el régimen se va agotando en su flanco más débil: su incapacidad (y desinterés absoluto) por resolver los cada vez más graves problemas económicos de la familia salvadoreña.
La crisis económica, la corrupción galopante y la oscuridad en el manejo de las finanzas públicas (a 11 días de haberse presentado al Congreso la propuesta de plan de gastos de la nación, éste sigue siendo desconocido por la prensa y la sociedad), el endeudamiento, la incapacidad del gobierno para obtener más créditos internacionales, el deterioro de los servicios sociales y servicios públicos en general, como resultado y consecuencia de la situación a la que han llevado al país en apenas dos años, la inflación y subsecuente alza de los precios de la canasta básica, junto a la escasez de empleos y la falta de seguridad, que empuja cada mes a mayores masas de migrantes hacia el norte; la absoluta inseguridad jurídica, cuya expresión más evidente son los golpes legislativos y ejecutivos al estado de derecho, y la imposición del Bitcoin como moneda de curso legal, son las bases para la nula inversión extranjera productiva en el país, que cada vez depende más de las remesas de una diáspora crecientemente maltratada por el régimen. En esas condiciones no es posible pensar en otro futuro para el pueblo salvadoreño que la protesta y las marchas en las calles.
Allí ha de marchar el FMLN, ya roto ese corsé político o mental que parecía restringirlo en su capacidad de salir a las calles con sus propios símbolos y banderas. Y en esa disputa, que tiene que ver con la generación de condiciones hacia una situación pre-revolucionaria, es decir para el posicionamiento de las clases en su lucha histórica por el poder del Estado, el partido de la izquierda, que acaba de cumplir 41 años, habrá de asumir sin duda un papel de agitador pero también de organizador y de conductor colectivo en la lucha más estratégica, la lucha por el poder del Estado, que permita de una vez por todas la ruptura con un sistema que ha tenido postradas a las grandes mayorías por generaciones.
Por todo lo anterior ha sido extremadamente importante la presencia efemelenista en la Plaza Morazán, que constituye una negación absoluta a los planes de Bukele y sus secuaces, nacionales y extranjeros, en la disputa por el control del Estado, para lo cual la desaparición de la izquierda y sus cuadros resultaba condición imprescindible.
Esos son los planes del imperialismo y las diferentes facciones de la burguesía que quedaron sepultados con ese acto que algunos, desde el campo del pueblo, torpemente se negaron a acuerpar.
Hoy, superada la primera gran convocatoria política del mes, se alinean varias de suma importancia, para el FMLN pero no solo para esta fuerza política. ¿Qué decir, por ejemplo, del tradicional homenaje ante el mausoleo de Schafik, el 13, con motivo de su natalicio? U otras fechas trascendentales que se irán sucediendo en esta mes de octubre que había iniciado con el recordatorio al Guerrillero Heroico, el 8 y que culminarán el 31 con la conmemoración del Día del Sindicalista, en recuerdo a la masacre de FENASTRAS. Estas fechas, sumadas a las movilizaciones y encuentros que se irán sucediendo a lo largo del mes, preparan las condiciones para más luchas, más movilización, más organización y más enfrentamiento combativo antigubernamental, sus aliados y otros enemigos del pueblo.