Un gobierno temeroso del pueblo y derrotado políticamente

Miedo y derrota. Esas son las dos líneas convergentes que señalan el actual estado de ánimo y actitud de un gobierno que hace apenas unos meses se autodefinía como invulnerable, escudado en una artificial burbuja de falsa popularidad, creada a base de millonarias inversiones publicitarias, pero sin sustancia alguna al intentar un aterrizaje en la realidad nacional.

Superado, entre inicios de mayo y fines de agosto, el reflujo de masas que había ido atenazando la capacidad de movilización y respuesta popular ante cada una de las arbitrariedades sufridas a manos de los neofascistas a cargo del Ejecutivo, el pueblo salvadoreño comenzó a reconocerse a sí mismo.

Fue un reencuentro. Muchos en las calles evocaron, a lo largo de las distintas manifestaciones, aspectos (positivos y negativos) de los duros años ’80 del siglo pasado. Esto fue muy marcado en las masivas marchas del 15-S y en la del reciente 17-O,  que revivió imágenes de retenes policiales y militares, cateo de buses y personas retenidas arbitrariamente, sin explicaciones. Pero también esos recuerdos reviven las imágenes de  gente humilde y combativa, bajando de esos buses y decidiendo caminar hasta su destino, rompiendo bloqueos y retenes, barreras y excusas. Derrotando al represor que pretendía detenerlos.

Esas imágenes vuelven a repetirse semana con semana en El Salvador de 2021. La movilización, la resistencia y la respuesta llena de creatividad popular ante las maniobras del enemigo son de nuevo cosas cotidianas. El régimen se empeña en llevar el debate a la superficialidad y la inconsistencia, único lugar donde se sabe superior porque se especializa en manipular, ya que con argumentos de fondo pierde siempre. 

Por eso, este domingo 17 de octubre, como ya lo había intentado hacer el 15-S, pretendió ridiculizar una marcha popular, buscando llevar el debate a la provocación inútil e infantil.

Con montajes y fotos seleccionadas quiso hacer creer a sus seguidores (aquellos no miran nada más que los mensajes presidenciales) que la marcha había sido un fracaso. De inmediato sus aduladores, que utilizan sus energías para repetir como zombies las mentiras disfrazadas de verdades incomprobables, como los diputados y diputadas que se ganan su salario en Twitter y Facebook, empezaron a repetir, como focas amaestradas, el sonido que emitían los troles de CAPRES. Entre algunos de esos impresentables que ayer pretendieron ofender la inteligencia del pueblo e insultar la lucha popular, podemos encontrar a Christian Guevara, Carlos Bruch, Guillermo Gallegos, Ernesto Castro, Suecy Callejas, entre otros.

¿Y a qué punto pretendió el gobierno llevar el debate en la opinión pública? ¡Al número de participantes en la manifestación! Como si la persistente demostración de inconformidad y resistencia, semana a semana no demostrara, más allá de toda duda razonable, que son decenas de miles quienes rechazan a este gobierno, sus medidas, su autoritarismo, su actitud despótica y dictatorial. Como si las expresiones populares no demostraran la enorme diversidad de las demandas, del hartazgo popular ante la corrupción, el deterioro de las condiciones de vida del pueblo, los crímenes de diversos grupos delincuenciales amparados por el gobierno y que por eso permanecen impunes, mientras las cárceles se van llenando de opositores, en especial ex funcionarios de gobiernos del FMLN.

Con su habitual actitud infantil Bukele sigue sin aceptar “que rompió su juguete nuevo”, un juguete llamado país, integrado por millones de personas afectadas por sus políticas desquiciadas, pero que además, con cada marcha aumentan sus demandas. Esta semana, por ejemplo, aparecieron manifestantes en defensa de fondos de pensiones de los trabajadores, amenazados de ser devorados en el insaciable agujero negro de la corrupción bukeliana.

Demostrando nuevamente su intencional manipulación de los hechos, pretendió hacer creer a la población que los trabajadores en la manifestación defendían a las AFP. Sería risible sino tuviéramos que reconocer que es posible que los fanáticos que se alimentan informativamente de diario El Salvador, o la Britanny, ¡crean esas afirmaciones, porque las dice su presidente! 

Recientemente, en un nuevo show político emitido desde CAPRES y difundido en las redes sociales del gobierno, Bukele reunió a seudo-dirigentes sindicales, todos pertenecientes a las federaciones y sindicatos amarillos comprados por el gobierno, para presentar al Ejecutivo realizando una parodia de “diálogo y consulta con los trabajadores” acerca de la nacionalización de los fondos de pensiones.

Buscando culpables

Como una muestra más de que el régimen constata su debilitamiento y pérdida de posiciones, a la par que buscaba descalificar la manifestación ciudadana, seguía culpando a la comunidad internacional de los actos de protestas anti-gubernamentales en El Salvador.

Reconoce así el gobierno su desprestigio y caída en desgracia internacional y, como muchos dictadores -particularmente los de corte fascista y neofascista-, recurren a exacerbar el nacionalismo fanatizado, para “arroparse en multitudes en defensa de la Patria”, que se simboliza, en esos casos, en el líder fascista en cuestión, o en su partido o movimiento; así vemos que poco a poco Bukele también va recurriendo a un discurso victimista donde los agresores son extranjeros que incitan al pueblo a la protesta y que el único defensor de ese pueblo es, casi por mandato divino, el de este mesiánico personaje, capaz de creerse cada una de sus propias mentiras y fantasías delirantes.  Ese tipo de expresiones se escucharon, por ejemplo, en la mesa de reuniones del Salón Monseñor Romero de CAPRES, en el encuentro entre el jefe del Ejecutivo y los seudo-dirigentes sindicales convocados para aplaudir las iniciativas en materia de pensiones.

Pero, como decíamos, en cada marcha se suman nuevos reclamos. Esta vez, también sonó con mayor intensidad el de los ambientalistas, una vez comprobado que la farsa acerca de la no privatización del agua es, en realidad, una privatización encubierta, autorizando concesiones de 15 años renovables para empresas grandes consumidoras del vital liquido.  Mientras se mantiene el rechazo manifiesto al Bitcoin, se subraya ahora el encarecimiento de la energía y las negras perspectivas que se abren con los precios diferenciales a favor de los clientes de minería para cripto-moneda, en detrimento del precio para los usuarios de energía doméstica.

Otro tema que ya es bandera territorial tiene que ver con el robo oficial de los fondos FODES, que han dejado desguarnecidas las finanzas de las municipalidades, destruyendo no solo su viabilidad financiera como operador territorial de las necesidades comunales y vecinales, sino que rompe con la tendencia a la descentralización del Estado, para revertirla en una muy cuestionable concentración de poder,  que deja todo a expensas del Ejecutivo y sus negocios ya conocidos, con empresas cercanas o pertenecientes a la camarilla de gobierno.

Crece la diversidad de reclamos y en ese sentido se suman también sectores específicos como agrupaciones de mujeres, diversidad sexual, antirracistas, antifascistas, anarquistas, militantes a titulo personal, iglesias evangélicas y católica, jueces, abogados, defensores de DDHH, movimientos indigenistas y pueblos indígenas… la lista se sigue agrandando aunque la cifras de manifestantes fluctúe (este 17-O los cálculos de los medios impresos fijaban en al menos 4mil la multitud asistente).

Territorio en disputa

No hace mucho afirmábamos que la disputa post-Bukele se zanjará en un combate a varias bandas, con la burguesía y la oligarquía afectada por el Bukelismo, buscando refugio en el apoyo de Washington. A su vez, las fuerzas imperiales necesitan asegurar la continuidad de su dominio nacional y regional, sea este con Bukele o sin él, si las cosas siguen torciéndose y caminando hacia algún tipo de crisis de gobierno.

Destacada en la manifestación del 17-O, un grupo de personas con una pancarta del partido PAIS, conformado por personajes provenientes de la diáspora salvadoreña en EEUU, marchó acompañando su columna con una bandera de aquel país.

No es la bandera en sí lo que llama nuestra reflexión sino la abierta referencia de estos sectores, que permite inferir la adscripción ideológica y política hacia las visiones de la embajada de EEUU en el país.  Al mismo tiempo, es de recordar que las intenciones y experiencias de dominación imperialista demuestran que no dejarán ningún sector libre de influencia a menos que lo consideren abiertamente hostil a cualquier claudicación, en cuyo caso su objetivo será neutralizar esa fuerza de oposición.

Es necesario tener claro que con las únicas fuerzas que el enemigo imperial no pactará será con las genuinas del pueblo, con las corrientes revolucionarias, anti imperialistas, anti-patriarcales, anticoloniales y socialistas.  Esos sectores también han de preparase para la disputa de poder, y es evidente que sectores importantes del FMLN, sus bases en todo el territorio nacional y también sus cuadros y organizaciones en el exterior, estarán llamados a jugar un rol protagónico en este espacio.  

Esos contingentes revolucionarios tendrán que disputar la organización y preparación del pueblo para la lucha contra la influencia de fuerzas reformistas, inclinadas a pactar y negociar con el imperialismo si fuese necesario, con el objetivo aparente de poder “quitar al dictador”.

Escudadas en el viejo lema, el fin justifica los medios, estas fuerzas tradicionalmente vacilantes sin duda negociarán con quien sea y sin medir consecuencias, para aparecer ante la sociedad con el rol protagónico de haber “quitado al dictador del poder”. ¿A cambio de qué? A cambio de obtener miserables cuotas de poder en un gobierno de transición, pero dejando el poder real sin disputa, en manos del imperialismo o sus agentes.

Ese peligro se cierne sobre El Salvador, en la medida que la historia ha demostrado más de una vez que sectores escudados en banderas revolucionarias actuaron directamente como agentes imperiales infiltrados en las filas del pueblo. No seria esta la primera vez que sucede, mucho menos en una situación como la actual, de enorme inestabilidad política, con el rápido desgaste de un régimen que, apenas dos años atrás, había llegado para quedarse, y que empieza a mostrar debilidades inusitadas y temores bien fundados.

Es decir, aquellos que vemos en Bukele a un enemigo del pueblo, y al imperialismo como el manejador de los hilos del títere en Capres, más allá de los berrinches y desplantes que desate el poco educado millenial, debemos tener claro que la batalla no es en un solo frente ni contra un solo enemigo. La disputa del imperialismo, al fin y al cabo, es controlar la voluntad del pueblo para asegurar que sus intereses estén garantizados a través de quienes dejen a cargo del gobierno.

Por eso, en estas etapas decisivas, donde se está jugando el futuro del país, pero también el destino del sistema, es importante para las fuerzas revolucionarias nucleadas en el FMLN pero no solo en el partido, sino también en valiosos dirigentes del movimiento social auténtico, quienes no representan sellos vacíos y sin bases, salir a las calles en cada manifestación, en cada marcha, con sus propias consignas, con sus propias banderas, sin permisos pero con la madurez necesaria para acoger en su seno al conjunto del campo popular, dejando fuera todo aquello que sin duda solo conspirará contra el pueblo, servirá de palo en la carreta de la organización revolucionara, popular y antifascista.

Sumar más y más sectores, disputar las bases a quienes pretenden manipularlas, avanzar en la organización de la lucha, y en la lucha organizada desde las calles. No se trata de consignas, ni de disputar tarimas o micrófonos. Se trata de unir en un solo frente popular, al más amplio conjunto de las masas de trabajadores y trabajadoras salvadoreñas, a los pobres del campo y la ciudad, a las clases medias empobrecidas y engañadas, a las trabajadoras informales, así como a la academia y a los universitarios, que también fueron engañados por el discurso falso de un ilusionista de la política, que jamás tuvo intenciones de cumplir una sola de sus promesas de campaña.

Un frente de esta naturaleza, amplio, popular, organizado y consciente, podrá enfrentar la hambruna a la que este régimen criminal está condenando al pueblo a fuerza de endeudamiento, que llevará, casi inevitablemente a la quiebra del país. Cuando eso suceda, las reacciones y explosiones sociales solo podrán ser canalizadas revolucionariamente por una fuerza previamente organizada y disciplinada, desplegada en todo el territorio; capaz de organizar  y orientar el malestar y la protesta hacia una disputa real por el poder.

Así, con destacamentos en cada rincón de la patria, se podrá librar una batalla donde el pueblo no ponga el lomo para la oligarquía o el imperialismo, sino para que las más amplias mayorías puedan parir una forma nueva de organización social popular para las y los salvadoreños, una democracia protagónica y participativa, una sociedad organizada en una forma superadora del esclavizante sistema capitalista y su modelo neoliberal dependiente y agonizante. Pensamos en esa sociedad como socialismo, pero el nombre  será lo de menos. Quien tenga al final del día el poder real, eso será lo esencial.

Por eso estas batallas iniciales contra el clan de los Bukele, pero también contra la maniobras oligarcas e imperialistas, son esenciales para preparar el camino de las grandes batallas que se avecinan. Recordamos el Chile de los muchachos saltando los molinetes del metro de Santiago. Protestan por un pasaje, decían los incautos, y terminaron cambiando la Constitución de la dictadura y convirtiendo en escombros el pinochetismo.

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