Inicia la segunda semana de enero y con ella comienza para El Salvador, para la memoria histórica del pueblo salvadoreño, un periodo intenso de recordatorios, homenajes, renovación de compromisos de lucha y, sobre todo, de impulsos renovados a las nuevas luchas populares, que surgen pujantes del embate de las masas ante justos reclamos, que empalman con aquellas gestas heroicas, como las de 1981, ese 10 de enero de ofensiva general guerrillera que, aunque el conflicto militar ya había estallado, marca con esa acción el inicio en toda regla de la guerra popular revolucionaria.
Fue en enero también, 11 años más tarde, que aquel conflicto llega a su fin con un resultado y trascendencia innegables, muy a pesar de los inventos de postverdad con que el actual presidente de El Salvador pretende engañar incautos, negar los hechos de la historia, negar los resultados, que por cierto son los que permitieron no solo desmontar aquella dictadura asesina sino que él mismo llegara un día a la más alta magistratura del país. Prefieren engañar incautos para hacerles creer que la historia de este país inició con ellos.
El impacto mundial, no solo local, de aquellos acontecimientos fueron de tal magnitud que ofrecieron infinito número de lecturas, de lecciones, de ejemplos para un sinnúmero de conflictos en el planeta, donde “el modelo salvadoreño” fue invocado una y otra vez, con respeto, con entusiasmo, con el reconocimiento que, aún en su imperfección, aquellos acuerdos representaron un salto de calidad en la resolución política, diplomática y humanitaria de los conflictos político-militares por la vía del diálogo y la negociación.
Esos hechos pueden y debe recordarse en la historia de El Salvador con orgullo y respeto, como lo ven otros pueblos del mundo, que parecen querer más a este país y a este pueblo que su propio mandatario, quien parece solo enfocado en hacernos creer que las ilusiones ópticas, como la ciudad bitcoin o el tren fantasma de alta velocidad, el invisible hospital veterinario, el jamás construido nuevo Hospital Rosales, un hipotético satélite, son “logros y realidades”, mientras que los acuerdos de paz, son “una farsa”.
Por eso, este 16 de enero las fuerzas sociales de diverso signo político e ideológico, con distintas reivindicaciones y aspiraciones, pero conscientes de que no puede permitirse que un grupo de fanáticos ideologizados en la ignorancia, se atrevan a cuestionar los avances más grandes de la historia del pueblo salvadoreño en lucha, se movilizarán en defensa de aquellos acuerdos, en conmemoración a los mismos, pero también para decirle al régimen y al mundo que aquí estamos de pie, luchando como siempre, como lo hicieron quienes nos precedieron y tuvieron que dejar su casa, su familia, su trabajo, su estudio, y en muchos casos su vida, aquel 10 de enero lejano, inicio del más heroico y asombroso periodo de la historia de la nación salvadoreña y de su pueblo.
Como aquellos luchadores del pueblo que abrazaron la bandera del FMLN como símbolo de sus ansias de libertad, de justicia y de su derecho a barrer de la faz de la tierra una dictadura represiva, hoy también el FMLN, sus nuevas generaciones, y sus veteranos marcharán este 16 de enero junto a cientos de organizaciones populares, con el derecho que la historia les ha dado y en el lugar que el pueblo les reconoce.
Inicia así el año 2022 en lucha, en batalla, en tensión, con puños cerrados y banderas alzadas para decirle no al régimen, reafirmando ante el mundo que aquellos acuerdos siguen valiendo la pena, y a pesar de los atropellos e insultos a la memoria de las víctimas, hoy más que nunca marchar es necesario para combatir la desmemoria, la postverdad, la mentira completa del oficialismo, que pretende falsificar la historia como falsifica las cifras de sus obras, los montos de sus deudas, los detalles de sus desfalcos al Estado.
Hoy es impone marchar en defensa de lo que nos están robando, la libertad, los derechos, el agua, la salud, la comida, el medio ambiente, el derecho a expresarse y oponerse a los abusos autoritarios, el derecho a defender la vida que nos estan quitando. Ningun invento millenial, ninguna troleada masiva, ninguna granja informática suplantará la memoria y el espíritu de lucha de este pueblo.
Pero no solo por eso (que ya sería motivo más que suficiente para hacerlo) el pueblo en sus diversas expresiones toma la iniciativa de marchar este 16 de enero.
Las expresiones masivas de protesta en las calles, los reclamos, la resistencia y la decisión de movilizarse pese a quien le pese, evadiendo retenes, desafiando fuerzas cada vez más inclinadas a la represión, porque cada vez cala más en sus cuadros el discurso del odio desde las alturas del poder, todo ello será la muestra colectiva de un pueblo que ha dicho basta y que como muchos otros pueblos de América Latina, desde el Cabo de Hornos hasta el rio Bravo, reconoce cada vez más claramente que su poder nace de las calles, de la multitud movilizada en lucha permanente; las batallas de calles, de punta a punta del continente, hermana aún más a nuestros pueblos en una lucha común.
Hoy la gente volverá también a marchar por el derecho a organizarse, a que sus municipios trabajen con la gente y para la gente, por el derecho a tener una canasta básica digna y asequible, por su derecho a tener trabajo digno con paga justa; se movilizará en defensa de los ahorros de pensiones amenazados por la mafia bitconera y despilfarradora que se asentó desde hace dos años en el 5500 de la Carretera Panamericana.
Y esto es solo el principio. Enero trae consigo la gigantesca (y cada vez más agigantada, por sus enseñanzas y su pensamiento revolucionario) figura de Schafik Hándal; trae además los recuerdos de 1932, nuevamente de lucha y sacrificios de este pueblo masacrado una y otra vez, pero jamás derrotado, porque solo es derrotado quien a sí mismo se considera de ese modo. Así también, aparecen en el horizonte las movilizaciones del 22 de enero de 1980, las más grandes en la historia de este país; retomamos hoy las luchas de calles de aquella década heroica que ilumina desde entonces el horizonte político del pueblo salvadoreño y, en las actuales circunstancias, nos muestra el camino.
Y en este pueblo, y en su partido histórico de izquierda revolucionaria, el FMLN de combate y de lucha, de debates y de ideas, este FMLN solo será derrotado cuando la memoria del pueblo lo olvide, y eso solo sucedería si hubiese seguido pertinazmente enfrascado en sus errores; pero eso no ocurrió. Este FMLN se reinventa, movilizado y activo junto a la gente, dispuesto a seguir el proceso de rectificaciones iniciado; renace así junto a las viejas y nuevas formaciones sociales, que se agolpan en la lucha final contra aquel enemigo de tres cabezas que ya describimos más de una vez: la cabeza imperial, la cabeza oligarca y la cabeza burguesa, todas bien representadas a lo largo y ancho del Ejecutivo, por más que se esfuercen varios actores claves en aparecer distanciados y hasta aparentar enemistades que terminan siendo, al fin y al cabo, cachetadas de payaso.
Este pueblo y su partido están por fin, nuevamente en ofensiva general. Aquella primera, se conoció paradójicamente como Ofensiva Final, pero fue el inicio de un larguísimo proceso de transformaciones que, desde entonces, con avances y retrocesos, continúa hasta nuestros días; desmontando dictaduras, abriendo espacios democráticos, buscando el bienestar de las mayorías, transformando nuestra sociedad, tratando siempre de mejorar nuestros valores humanos y revolucionarios.
Estos días que corren nos dicen que todas y todos debemos continuar en ofensiva, combatiendo y derrotando nuevamente dictaduras, hablando, acercándonos a la gente, marchando y exprensándonos junto al pueblo. Porque tenemos muy claro que si hay algo que le causa profundas heridas, a los imperialistas, a sus títeres, y a los autoritarios de turno que ocupan el Ejecutivo, es que no han podido callarnos. No han podido desaparecernos, no han podido eliminarnos.
Esto les causa heridas porque mientras sigamos vivos, ellos tendrán la certeza de su derrota.