No pudieron
No pudieron. El objetivo del gobierno era transformar la convocatoria popular a conmemorar los 30 años de la firma de los Acuerdos de Paz, en una pírrica demostración de pocos cientos de personas, y presentar la concentración, con el cinismo que caracteriza a rufianes como los que ocupan el Ejecutivo, o al presidente de la Asamblea Legislativa y sus cómplices de bancada, como “un ejercicio de democracia” donde “cuatro melancólicos recordaban algo que a la gente ya no le importa”. Pero no pudieron.
Los aprendices de manipulación locales, asesorados adecuadamente por los mismos consejeros de la contrarrevolución que siguen fracasando en Venezuela, se empeñaron en profundizar a lo largo de las últimas semanas los factores de distracción, de confrontación, de cortinas de humo, para quitar al tema de la conmemoración de los acuerdos de paz, cualquier posible relevancia. Hasta se encargaron que desde su habitual cortafuegos mexicano, la encuestadora Mitofsky, se posicionara al mandatario salvadoreño en un hipotético primer lugar de preferencia entre los mandatarios de todo “el mundo mundial”, como suelen decir y escribir los gramaticalmente analfabetas publicistas del régimen cuando el presidente “más cool” pretende explotar su imagen despreocupada de “enfant terrible milenial”.
Lo cierto es que lo intentaron pero no pudieron. Porque tampoco todo les ha favorecido, ya que más allá de esa engañosa encuesta también se dio a conocer recientemente un estudio de opinión del IUDOP (UCA), bastante más creíble, por metodología y por historia. Dicho estudio, que compila los datos del año 2021, otorga al mandatario salvadordeño una nota de 7.54, lo que representa una reduccción en comparación con agosto del mismo año, que era de 7.64. Esta nota es, además, la más baja desde 2019 en los estudios de dicho instituto. La percepción de “corrupción” también aumentó en la evaluación del Presidente, pasando de 3.2% en 2019, a un 6.6% en 2020 y alcanzando los 11.9% al finalizar 2021. La percepción respecto al gobierno se vio igualmente afectada, pues cayó de 7.74 en 2020, a 6.97 en 2021. Finalmente, la percepción de mucha corrupción aumentó de 13.8% en 2020 a 19.4% el año recién finalizado.
Según el resumen de presentación del estudio, “Aproximadamente 8 de cada 10 salvadoreños perciben que el costo de la vida ha aumentado algo o mucho en El Salvador durante el año 2021. En este sentido, 9 de cada 10 salvadoreños consideran que los precios de los productos de la canasta básica han aumentado durante el año 2021”.
Es decir, de conjunto, los números empiezan a abandonar al presidente, aunque aún no hayan iniciado un camino sólido hacia el fortalecimiento de algún o algunos partidos de oposición, ya que según el estudio, el oficialista Nuevas Ideas, por ejemplo, pasó de un cómodo 49.6% en 2020 a un todavía enviadiable (para la oposición ) 27.7%. Pero la realidad es que la caída es más que considerable, y parece explicar por qué el mandatario ha empezado a hacer algo que casi no había hecho desde que llegó al Ejecutivo: aparecer en lugares públicos, aunque siempre -sin excepción- en entornos absolutamente controlados, donde nadie que no deba estar presente, lo estará.
Eso aún no logra detener su caída, porque esta tiene que ver también con el pésimo resultado económico de la gestión, con un endeudamiento casi incobrable que tira por los suelos la confianza y la inversión, y con una inflación a la que el pueblo salvadoreño, sus capas más humildes y vulnerables, pero también las clases medias, no están acostumbradas, sobre todo en un país dolarizado, donde no resultaba común ver aumentos permanentes y casi cotidianos de precios.
Pero hoy el pueblo empieza a pasar hambre, el trabajo escasea, la supuesta buena actividad sanitaria de prevención con la pandemia, hoy muestra signos claros de no ser tal, y la población sufre los efectos de una ola de contagios que no se refleja ni es reconocida en cifras oficiales. Es decir, el país de fantasía, presentado como el cartón pintado de una escenografía teatral, empieza ser insuficiente frente a las necesidades reales, muy reales, de la población que votó mayoritariamente a quien hoy no parece ser capaz de ofrecer respuestas y soluciones adecuadas.
Los conflictos internacionales también le empiezan a afectar y queda por ver si “la solución china” será tal. Mientras tanto, resulta sintomático que mientras el pueblo se movilizaba desafiándolo por enésima vez, el mandatario prefirió no mirar esa realidad y volar raudamente al oriente, para quizás allí renovar los votos de confianza, ya declarados hace bastante tiempo, a los capitales y finalidades políticas del mundo árabe; en realidad, de una parte concreta del mundo árabe que, liderado por Qatar y sus asociados, pudieran presentarse como el salvavidas para la colapsada economía salvadoreña. ¿A qué precio? Eso no se sabe, pero sin duda será al menos tan alto como el de los acreedores occidentales a los que el clan parece querer eludir a fuerza de confrontaciones públicas.
Es en este entorno donde encontramos la andanada oficial contra los acuerdos de paz. Una puñalada a lo que un reciente editorial de la UCA define como: “… el único acuerdo nacional que El Salvador ha tenido desde que es república. Ningún otro esfuerzo ha obtenido el respaldo de prácticamente todos los sectores sociales, económicos y políticos del país. Ningún otro acontecimiento ha provocado tan profunda alegría colectiva. Los Acuerdos no fueron perfectos, ni siquiera los mejores, pero pusieron fin a la guerra y tuvieron el potencial de sentar las bases para construir un nuevo futuro para todos.”
A esa realidad pretendió el oficialismo poner fin de un tajo con un decreto legislativo. La torpeza y gravedad del caso muestra hasta qué punto un grupo de demagogos, a fuerza de mentiras y propaganda sucia, pretendió ignorar tanto la historia como el prestigio internacional del que gozan esos acuerdos, que pusieron al país en el centro del escenario mundial como ejemplo de una realidad posible, considerada hasta entonces inviable. Ese impacto internacional aún está por medirse, y no serán pocos sin duda los organismos internacionales, empezando por las Naciones Unidas, que deberían sentirse insultados por las palabras y las acciones del régimen. Por lo pronto, ayer mismo se conocieron saludos, para nada inocentes, al pueblo salvadoreño por el 30 aniversario, emitidos desde las embajadas de EEUU y España. También se conoció un breve llamamiento del Secretario General de la ONU a los salvadoreños a salvaguardar la paz.
Pero en el terreno interno, el presidente milenial ya ha empezado a recibir su respuesta de manera bastante más contundente La masiva movilización de este 16 de enero tendrá sin duda aspectos dignos de análisis posteriores, porque son múltiples los ángulos para su estudio, además de que debemos comprender también las causas últimas que motivaron a cada sector que se hizo presente en las calles y carreteras de todo el país, como expresión de sana rebeldía popular ante el imperio de la demagogia, la mentira, la manipulación, el chantaje, la estafa, el robo (de recursos materiales y de la memoria inmaterial), por parte de un grupo de personajes inescrupulosos que parecen salidos de una mala película de terror de cine B.
Pero la primera y rápida conclusión que se puede sacar de la masiva movilización del 16 de enero de 2022, es que tal como la del 15 de septiembre de 2021, significa un nuevo punto de inflexión; desde todos los rincones del país se movilizó la población en defensa de los acuerdos, en defensa de su memoria, pero también en defensa de su vida, por sus desaparecidos, por evitar que siga fluyendo lo mejor de la juventud hacia el exterior dada la falta de perspectivas y oportunidades en su Patria. Marchó la gente y enfrentó retenes; sin violencia los superó, resistió las provocaciones y se sumó con alegría a la marea humana que llegó a la Plaza Cívica para engalanarla como en sus mejores dias.
El pueblo derrotó cada maniobra del régimen. Así, desde la alcaldía de San Salvador pretendieron impedir que la Plaza Gerardo Barrios se utilice para montar una tarima central; para ello negaron los permisos solicitados. Cumplidos los trámites burocráticos y ante la negativa, el pueblo recurrió a su capacidad de resistencia, a su rebeldía, a su iniciativa y se tomó desde la noche anterior, como en los viejos tiempos, el espacio público (que para eso es público), y el régimen no llegó a tiempo para montar un dispositivo militar/policial en la mañana temprano para impedir el montaje de tarima, porque ya estaba en pie.
Dispuesto a no recibir otra bofetada pública, el régimen activó todos sus recursos, puso a su vergonzosa disposición a la fuerza armada y a una desnaturalizada fuerza policial, hija hoy desconocida y prostituida de los acuerdos de paz, a reprimir a los manifestantes. El aprendiz de dictador podrá salir (como ha salido) en sus medios afirmando que a nadie se reprimió, que este es un país libre pero ¿qué si no represión es impedir el desplazamiento de la población por el territorio nacional, secuestrar los autobuses en que se desplazaban, quitar las llaves de los vehículos, tomar notas de sus matrículas y quitárselas, multarlos de manera arbitraria, amenazar con cancelar sus permisos de trabajo, o tratar al pasaje como delincuentes? Todo eso sucedió en al menos 20 puntos de retención de todo el país, donde por la fuerza bestial de la represión se pretendió impedir que el pueblo se expresase.
Pero no pudieron. La gente caminó kilómetros para llegar, y cuando las distancias fueron demasiado largas, cerraron las carreteras en protesta y organizaron sus actos localmente, en los mismos puntos a los que pudieron llegar con los transportes colectivos. Es la mejor muestra de decisión y constituye en sí mismo una derrota política para un régimen empeñado en rechazar los acuerdos, porque necesita lograr dos objetivos:
Por una parte, terminar de destruir todos los avances generados por aquellos acuerdos, como requisito previo para poder garantizar en todo sentido la impunidad del régimen al latrocinio institucionalizado, a la justicia a la medida de sus necesidades, persiguiendo oponentes y asegurando impunidad a quienes lo apoyen; silenciar voces críticas, espiar al periodismo autónomo, perseguir y maltratar a la oposición, y actuar con la actitud de matonería que caracteriza a estos lúmpenes que se encontraron, casi por una casualidad histórica, con una inusual cuota de poder que no son capaces de digerir.
Pero por otra parte, necesitan hacer olvidar los acuerdos, así como pretenden hacer olvidar el conflicto, sus causas, sus víctimas, el precio de lucha que pagó este pueblo para sacudirse el yugo de la dictadura. Todo eso resulta imprescindible para poder seguir instaurando un régimen al que, si no se le pone tope, escalará a transformar su gestión en terrorismo de estado, retrocediendo a esta sociedad a aquellas condiciones precursoras del mismo conflicto que pretenden hacer olvidar. Su mente de tirano infame conoce aquel axioma de que pueblo que olvida o ignora su historia está condenado a repetirla. Es parte de su objetivo.
El mencionado editorial de la UCA lo reseña bastante bien:
“Ningunear los Acuerdos es congruente con el hecho de que todos los avances en materia de democracia formal que propiciaron han sufrido serios retrocesos. Se ha remilitarizado la seguridad pública y la PNC, se ha neutralizado el Instituto de Acceso a la Información Pública, la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos ejerce un papel ornamental, la independencia del Tribunal Supremo Electoral está en duda y la separación de poderes ya es asunto de retórica. Es decir, conceptualizar como farsa los Acuerdos de Paz busca justificar el desmontaje de los avances del país en materia de libertades políticas y democráticas.
El insensato menosprecio a los Acuerdos de Paz persigue, demás, destruir a los firmantes de los mismos a fin de despejar el campo de adversarios políticos. En esa línea, celebrar un día dedicado a las víctimas del conflicto armado en lugar de la fecha de la firma de la paz le posibilitará al Gobierno protagonizar el tema y sustituir la memoria con anuncios de ficción. La mejor manera de honrar a las víctimas de la guerra es propiciar el reconocimiento de la verdad de lo que pasó, hacerles justicia y reparar el daño causado. Dedicarles un día cuando se cierran los archivos militares que pudieran aclarar las injusticias y cuando se les niega participación en la formulación de una ley de reconciliación nacional es pura demagogia, una cruel afrenta al dolor y la pérdida de tantos salvadoreños”
El FMLN
Finalmente, es necesario dedicar unas líneas al análisis del comportamiento del FMLN, firmante y arquitecto de los acuerdos que el régimen pretende hacer olvidar. Es necesario porque a lo largo de la semana, desde fuerzas de la derecha tradicional, que adversan al gobierno y que marchan habitualmente en las manifestaciones de protesta, con la clara intención de hegemonizar y sacar rédito político del descontento popular para que, en el momento que el régimen caiga (porque más temprano que tarde caerá, como han caído en este país cada una de las dictaduras impuestas), esta fracción de la burguesía, asociada a intereses oligárquicos tradicionales y, muy en particular a los intereses de las multinacionales y el imperialismo, pueda “cambiar todo para que nada cambie”, y garantizar la continuidad del sistema, asegurando su supervivencia y reflotamiento del modelo neoliberal dependiente.
Ese sector de la derecha se empeñó, junto con algunos otros organizadores de la convocatoria, en pretender hegemonizar la protesta, “exigir” que todos marchen vestidos con camisas blancas, y que los partidos se abstengan de participar de manera institucional, es decir que dejen sus coloridos en casa, que sus militantes se sumen a la marchas, pero para llevar agua hacia el molino de la burguesía y el imperialismo. “Ya llegará el tiempo de los partidos”, repetía cínicamente en TV, Ronald Umaña, calificando a todos los partidos de utilitaristas, y arrogándose descaradamente la voz del pueblo; aseguraba con su tradicional estilo autosuficiente e histriónico, que es el pueblo que les manda no salir con sus colores y banderas. Y se refería a dos partidos en particular, uno de ellos al FMLN.
No extraña esa actitud de la derecha; si algo tienen en común con el gobierno contra el cual protestan, es su deseo sin límites de ver desaparecer al FMLN del universo político salvadoreño. Pero la existencia del partido de izquierda de El Salvador, la existencia del FMLN no está ni jamás estará en manos ni voluntad de ningún agente de la burguesía. Lejos de ello, es el pueblo verdadero, el pueblo trabajador, el que tiene en sus manos el destino de su instrumento de lucha.
Y ese pueblo hoy se manifestó, vió y recibió con alegría el retorno masivo de los colores rojiblancos de las banderas efemelenistas. Hoy el monumento al Cristo de la Paz en San Marcos se vistió de nuevo con los colores de uno de los orgullosos firmantes de los Acuerdos de Paz. Jóvenes y veteranos se dieron cita para realizar el mismo homenaje que vienen realizando desde que se conquistó la paz gracias al sacrificio de miles de mujeres y hombres que dieron hasta su último aliento defendiendo la bandera del pueblo, la bandera del FMLN, que simboliza las aspiraciones de una vida digna, libre, justa, con un desarrollo económico que permita alcanzar escalones superiores en las condiciones materiales de vida del conjunto del pueblo.
Por eso ningún personaje de la derecha vendrá a decir cuándo y dónde se debe hacer presente el FMLN. Así, luego del emotivo acto a primera hora de la mañana, y después de romper cercos y retenes, de superar cualquier obstáculo, una nutrida columna de jóvenes y veteranos se integraron a la marcha popular desde el parque Cuscatlán hasta su llegada a la Plaza Cívica. Fueron columnas coloridas, alegres, densas, con quema de pólvora, con batucadas, con sentido del momento histórico, de la defensa de la alegría, que eso es lo que pretende impugnar el régimen, la alegría de vivir en Paz, la alegría de defender nuestros derechos, la alegría y la fe en que la victoria siempre y sin excepciones, aunque demore, es y será del pueblo.
Por eso marchó el FMLN y se integró de manera natural a la multicolor marea popular; marchó con todo el derecho que le da ser firmante de esos gloriosos acuerdos pero también con el deber de caminar siempre y bajo cualquier circunstancia junto al pueblo. Sin duda, 2021 ha sido un año complejo y difícil para el FMLN, pero es evidente que la XL Convención Nacional, celebrada el pasado diciembre, ayudó a limpiar las aguas, a facilitar el trabajo, a superar obstáculos internos que venían condenando al partido al inmovilismo.
Se ha superado esa etapa y hoy la presencia masiva del partido FMLN es, sin duda, una de las mejores noticias que se le podía dar al pueblo salvadoreño en este inicio de año. Esa noticia es la que no quería conocer ni la derecha en el gobierno ni la derecha en la oposición, mucho menos el imperialismo y la oligarquía. Saben que no pudieron liquidar al FMLN cuando tuvieron la oportunidad y reconocen hoy, aunque no lo hagan públicamente todavía, que ya esa misión es imposible, y que solo queda para el FMLN el camino del crecimiento junto al pueblo, continuando con su tarea de organizar, fortalecerse y avanzar. Al fin y al cabo la tarea es seguir acumulando fuerzas para el campo popular.