Guerras de posiciones

Feliz 2022. Que sea de luchas, esperanzas, avances, organización y triunfos consolidados.

Como señalamos la semana pasada, será necesario que a los avances y retrocesos de la lucha popular contra las imposiciones dictatoriales en El Salvador se les pueda dar también una perspectiva histórica continental, incluso mundial para poder comprender que las luchas del pueblo salvadoreño, sus cotidianos sacrificios, sus frustraciones pero también su tozudez y determinación inquebrantable para generar cambios imprescindibles, se enmarcan en un plan de batalla mucho más amplio, mayor, panorámico.

Los americanos del centro, del sur, los Mexicanos y caribeños enfrentamos un enemigo continental; el mismo que lleva 63 años agrediendo a Cuba socialista, el que no ha dejado un día de buscar el aniquilamiento del chavismo desde su aparición gloriosa en Venezuela, porque los herederos de Chávez y Bolivar siguen irradiando su fuerza y ejemplo liberador al continente y a las islas del Caribe. Es el mismo enemigo que una y otra vez ha lanzado su poder contra la Nicaragua Sandinista, contra la Bolivia india de Evo y hoy de Luis; el que busca como sea que Perú no consolide su primer gobierno de izquierda surgido de las urnas, ni mucho menos que la esperanza de Boric o de Xiomara, en Chile y Honduras, respectivamente, pasen de ser una anécdota más en el devenir de la guerra de posiciones en que se ha transformado nuestro continente desde que los pueblos derrotaron las dictaduras militares de los 70 y 80 del siglo pasado, y combatieron del modo que pudieron los regímenes neoliberales pro-imperialistas que les sucedieron.

Han sido históricamente los enemigos de los pueblos quienes han buscado siempre mantenernos no solo incultos y con poca educación sino también aislados entre nosotros mismos. Si al interior de cada país, e incluso al interior de cada fuerza popular, los enemigos del pueblo promueven el divisionismo, compran o intentan comprar voluntades, para que las luchas queden en vías muertas, y no sean jamás un peligro real para el sistema de dominación, eso mismo ocurre a nivel internacional. Mantener las luchas aisladas, la memoria difusa, el ejemplo previo olvidado, es parte esencial para impedir la victoria de los pueblos.

Lo sostenía el periodista y revolucionario Rodolfo Walsh, sintetizando el pensamiento de muchas otras figuras emblemáticas:

“Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia aparece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas”.

Así nos suele pasar a los pueblos de Nuestra América. Y nuestros enemigos se encargan de hacer todo lo posible para que eso suceda. Las maniobras de distracción del pequeño tirano milenial que azota El Salvador con sus patrañas, con sus mentiras, con sus falsos anuncios que lanza al aire como los timadores lo hacen al mostrar su cartas y trucos a un público que asumen ignorante o inocente y por lo tanto proclive al engaño, esas mismas maniobras se repiten en otros lugares del continente, a veces con idéntico resultado: confusión, divisionismo, frustración, desánimo, falsas ilusiones. Todas son maniobras para ganar tiempo, para asegurar cada día un mayor afianzamiento del poder de las oligarquías y burguesías pro-imperialistas del continente.

En El Salvador, junto con eliminar la memoria histórica, se trató del desmontaje de programas sociales y de la participación ciudadana, que desde el desarrollo territorial apuntaba a otorgar niveles crecientes de decisión a las comunidades, fortaleciendo o buscando fortalecer en todo caso, la actividad política en la toma de decisiones desde el pueblo. Más allá de los errores y limitaciones comprobables de aquella experiencia, lo cierto es que ningún gobierno anterior había avanzado tanto en construcción de ciudadanía como lo habían hecho los del FMLN. Para el actual régimen, resulta imprescindible borrar cada rasgo de esos programas, cada mecanismo que pemita al pueblo tomar sus propias decisiones, porque eso va en contra de la ideología fascista; en la medida que aquellas políticas depositaban la confianza y autoridad en el pueblo soberano, resultan inaceptables para el autoritario gobierno salvadoreño.

En Brasil, la llegada de Bolsonaro significó un retroceso prodigioso a las amplias políticas distributivas orientadas a la población más necesitada que implementaron los gobiernos del PT. Nuevamente, es posible apuntar innumerables debilidades de programas profundamente asistencialistas en los gobiernos de Lula, entrampado como el caso del FMLN, en sus propias debilidades e inconsistencias ideológicas, sus vacilaciones a la hora de enfrentar a la burguesía y a la oligarquía, y su temor a la hora de avanzar en puntos clave para el continente como la unidad desde los gobiernos de izquierda, el desarrollo económico autónomo y el impulso a políticas externas monetarias, comerciales y fiscales que facilitaran el desarrollo vigoroso de políticas comunes en beneficio de nuestros pueblos.

Al revisar el caso de Argentina y el paso fugaz pero trágico de Macri por el gobierno, se verifica el mismo mecanismo, la misma ambición de hacer añicos cualquier avance popular que pudiera poner en riesgo o en cuestión los mecanismos del robo institucionalizado a favor de una camarilla voraz, que repite sus métodos de persecución donde llegue. A veces la persecución toma la forma del llamado Lawfare, a veces la del gatillo fácil y la muerte rápida de quien estorba al poder, otras son las desapariciones, la manipulación mediática, la explotación de redes sociales al servicio de los peores políticos que han conocido los pueblos de América, porque son verdaderos delincuentes haciendo política. Así lo vimos también con Uribe, y luego con Duque, con sus políticas de exterminio contra dirigentes y activistas del campo y la ciudad en Colombia, en respuesta a la movilización y organización popular; o con el traidor Moreno en Ecuador y con su sucesor, un banquero neoliberal y corrupto.  Avances y retrocesos que tienen un punto culminante en el golpe salvaje, al viejo estilo, contra el gobierno de Evo Morales, y las revueltas en Chile, urbanas con los estudiantes a la cabeza y rurales con la nación Mapuche resistiendo todo tipo de asedio, muerte y represión.

De alli vienen nuestros pueblos. De enfrentar, cada uno, en aparente soledad, a un mismo enemigo con muchos disfraces y muchas apariencias, un mismo y eterno enemigo imperial, determinado a no dejar que por segunda vez, su “patio trasero” se le soliviante, se le rebele, se levante en puños alzados y hartos de ser excluidos, hambreados y perseguidos.

Una pandemia más tarde, estos mismos pueblos enfrentan políticas de recolonización imperial en el escenario de un ajedrez geopolítico mundial, donde Washington es la cabeza visible de una fuerza corporativa multinacional en retroceso y crisis, pero que no está dispuesta a entregar su poder sin luchar ante los emergentes polos militares y económicos que disputan una hegemonía hasta ayer indiscutible y hoy en el aire. Para EEUU, el continente americano no es negociable y se apresta a poner todas las fuerzas que sean necesarias para mantener el control regional.

Experiencias electorales

El año que acaba de finalizar estuvo marcado por una serie de escaramuzas electorales en Nuestra América. En el orden podemos decir que Argentina, recuperado el Ejecutivo que brevemente mantuvo el macrismo, no logró sin embargo restablecer la fuerza de políticas populares que habían sido emblemáticas durante el kirchnerismo. El gobierno de Alberto Fernández, con Cristina de vicepresidenta, es el reflejo de las vacilantes políticas del presidente, más dado a confiar en tecnócratas de derecha que en militantes populares, profesionales comprometidos con cambios profundos.

El resultado fueron unas elecciones de medio término que dejan una alianza de gobierno debilitada, un parlamento aún más débil, y una considerable fuerza de derecha neoliberal en la oposición, a la que hoy se une un discurso neofascista que pretende revivir políticas represivas y violentas, ya derrotadas por el pueblo argentino en otras ocasiones, pero que no deja de resultar preocupante por su resiliencia, que señala la existencia de un porcentaje de población conservadora muy atrasada, especialmente en la capital y algunas ciudades clave del interior del país.

En esta situación, el presidente Fernández sigue eligiendo, ante la duda, opciones de concertación con Washington, alejándose cada día más de posibles acuerdos con los mismos sectores de la base que, aunque no le dieron esta vez la victoria, impidieron sin duda la catástrofe que la extrema derecha esperaba. En política internacional el gobierno de Fernández ha dado más de una muestra de su escasa vocación hacia opciones latinoamericanistas al margen de Washington.

En los casos de Chile y de Honduras, las fuerzas de la derecha neoliberal, que habían mantenido posiciones, aspiraban a sostenerlas en las presidenciales especulando con la división de la oposición, apelando al escaso flujo de electores y a la represión o el fraude si fuese necesario. En las horas decisivas en ambos países, la masiva asistencia a las urnas rompió todas las especulaciones de la derecha.

En Chile, las movilizaciones populares de 2019, y sus consecuencias constitucionales ponían al pinochetismo tardío en una encrucijada de vida o muerte. La primera vuelta de las elecciones demostraron que más allá de aquella fuerza popular movilizada y atrincherada en las calles, que hirió de muerte la constitución pinochetista, la derecha política y social seguía teniendo capacidad de respuesta. El éxito del neofascista Kast y su paso a la segunda vuelta así lo demostraba. Pero este mismo hecho sirvió para tensar las fuerzas de numerosos sectores populares, descontentos y desconfiados de la politica tradicional, pero que comprendieron sin embargo, donde estaba el peligro y que era el momento de derrotarlo sin que quedasen dudas al respecto. Eso fue la segunda vuelta y puede, entre otras lecturas, interpretarse que entre el fascismo y la ya conocida tibieza socialdemócrata, que nunca saca al pueblo de su miseria, esta vez el pueblo debió elegir, como dijera el FPMR en un comunicado, la ”opción menos mala”.

Hoy aquella derecha sufrió la derrota que merecia y queda entonces en el campo popular la iniciativa de la lucha política y desde las calles para que un verdadero programa de gobierno inclusivo, participativo y de profundas transformaciones, permita avanzar mucho más de lo que los viejos sectores de la “derecha de la izquierda” conocida como la concertación, desearían.

En este escenario no será posible desde la partidocrcia tradicional y desde los aparatos del Estadoprescindir de las masas que desde 2019 se manifiestan por un Chile diferente; tampoco podrá ignorarse la visión política Mapuche y de otros pueblos originarios, ni las aspiraciones populares por una constituyente que, por fin, tendrá la oportunidad histórica de cambiar a Chile de una vez y para siempre.

En Honduras triunfó Xiomara Castro y desplazó a una derecha fascista y narcotraficante que se había enquistado desde hacía 12 años. Como en el caso de Chile, las aspiraciones del pueblo, las necesidades, las ilusiones son tan grandes como lo es el peligro que todo ello se mediatice, se neutralice a partir de conformar un gobierno donde la derecha, presente en la alianza, pese más que los sectores populares, que pusieron los muertos y los presos y desaparecidos a lo largo de los 12 años de resistencia. El mayor peligro para el nuevo gobierno es que olvide de donde obtuvo los apoyos decisivos y que frustre las esperanzas populares.

Tenemos también las experiencias electorales de Nicaragua y Venezuela, que han dejado en ambos casos resultados favorables para el oficialismo. Nicaragua, bajo asedio mediático y político mundial, orquestado desde las grandes centrales de medios imperialistas, ha logrado sin embargo, neutralizar por el momento la ofensiva, que sigue intentando desconocer el resultado. No ha sido un anuncio menor en el caso de Managua la decisión de reanudar relaciones diplomáticas con la República Popular China.  

En el caso de Venezuela, la participación de una parte muy importante de la oposición, que logró además algunas victorias considerables, ha desmontado la campaña ya preparada de antemano que buscaba, como en Nicaragua, desconocer los resultados y continuar las presiones y el aislamiento.

También en este caso, la victoria del chavismo ha contribuido a un importante respiro frente a las maniobras de Washington, y es reconocida hasta por la oposición la manera en que poco a poco el gobierno del presidente Maduro va superando las durísimas condiciones económicas a que había sido sometido el pueblo venezolano. 

Sin duda, se trata de dos casos que provocan optimismo a los pueblos en lucha y resistencia. Del mismo modo que lo ha sido a lo largo de 2021 la resistencia cubana ante el bloqueo y la capacidad de su pueblo para neutralizar los desafíos y provocaciones financiados desde Washington y la Florida, que no lograron desestabilizar el sistema, aunque es de reconocer que todas las fuerzas del pueblo cubano han debido tensarse para salir victoriosas.

Queda para 2022 al menos dos eventos de importancia en el terreno electoral latinoamericano, las presidenciales y legislativas en Colombia en mayo, y las presidenciales en Brasil, en octubre; además de elecciones locales en Costa Rica, en febrero, y las presidenciales y legislativas en Barbados, el 19 de enero. Es de recordar que a nivel continental, en noviembre hay parlamentarias de EEUU.

En Colombia no se puede pensar en los procesos electorales sin incluir en la ecuación la masiva movilización popular, la violenta respuesta del régimen, y la evidente inestabilidad y debilidad de la derecha. Se sostiene en más de un círculo la esperanza de que llegue por fin un gobierno de izquierda al Palacio de Nariño, los ojos puestos en Gustavo Petro. Aún  parece algo temprano para dar por seguro dato alguno, pero lo cierto es que hace muchos años que no se hablaba con tanta insistencia de la posibilidad de un candidato que no provenga de la oligarquía tradicional.

En el caso de Brasil, es evidente que el retorno de Lula al Planalto después de su paso por la cárcel representaría un hito sin precendentes. La derrota del bolsonarismo suena cada día con más fuerza.

Sin embargo, en ambos casos, como en los de Honduras, de Chile, de Argentina, es necesario mirar el panorama más allá de las cuestiones electorales. Es posible que otros representantes de fuerzas alternativas a la derecha vayan llegando a los ejecutivos, pero estamos lejos, muy lejos de afirmar, como suelen hacer algunos sectores de la intelectualidad y la academia en la izquierda continental, que estamos ante un nuevo ciclo progresista en América Latina.

Son bien conocidos quienes sostienen esas tesis. Son los mismos que se apresuran a considerar casi “un triunfo revolucionario” que Xiomara gobierne en Honduras, olvidándose el peso que en ese gobierno tendrá el derechista partido Liberal, o el hecho de que ya antes de tomar posesión la presidente electa arrió banderas esenciales de lucha para el pueblo hondureño, como fue la propuesta de una constituyente. 

Lo mismo pasa con Gabriel Boric, a quien habrá que darle el beneficio de la duda para ver su actuación, pero que sin duda será sometido a fuertes presiones para que de alguna manera las antiguas maniobras típicas de la vieja concertación vuelvan a ponerse de moda en La Moneda.

El caso de Argentina muestra cada día los crecientes niveles de frustración de un pueblo hambreado y que ve que las opciones de respuesta no rompen en ningún caso con lo que pueda decir y decidir el FMI. 

Asi las cosas, resulta bastante evidente que el llamado “primer ciclo progresista”, más allá de ofrecer avances en materia de derechos dentro de los limites de la democracia burguesa y algunos ajustes relativos a la reducción de la inequidad, no solo no alteraron las relaciones de poder, sino que hasta permitieron (dieron tiempo) a las derechas para preparar las fuerzas de recambio para reconquistar el terreno perdido.

Hoy no solo resulta difícil de imaginar que pueda acercarse un “segundo ciclo progresista” sino que ni siquiera ese hipotético segundo ciclo parece que pudiera resultar en alguna manera positivo para los pueblos. Hablamos de los pueblos, no de los  partidos de la llamada izquierda moderna, pragmática, el progresismo, etc. porque sin duda a esos partidos les interesa que ese segundo ciclo se haga realidad, en la medida que ellos ocupen nuevamente esos gobiernos, aunque para ello tengan nuevamente que negociar con las derechas, postergrar y frustrar una vez más los sueños populares a base de promesas incumplidas hechas a sus electorados. Todo en nombre de la gobernabilidad.

Es evidente que las derechas, con su radicaiización apuntan cada vez más a gobiernos autoritarios y represivos que garanticen, una vez en el poder, la continuidad en el mismo para las élites oligárquicas beneficiadas con el sistema. Eso mismo sucede en El Salvador, con un gobernante que pretendió esgrimir un discurso falsamente progresista pero que, conseguidos los votos necesarios, no dudó un segundo en implementar medidas de capitalismo neoliberal salvaje, militarizar la política, tomarse todos los poderes y perseguir a quien pretenda oponérsele.

Del mismo modo, el primer ciclo progresista demostró las limitaciones que esas corrientes vacilantes de una izquierda “light, moderna, posibilista”, más preocupada por las formas, por no romper las normas establecidas, por mantener los consensos; como si gobernar se tratase de no ofender a los dueños del poder real, antes que de arrebatar ese poder para que pase a manos del pueblo soberano a quien legítimamente pertenece.

Esa es parte de las lecciones del primer ciclo progresista:

  • que el progresismo es insuficiente para saciar el hambre de nuestros pueblos;
  • que las alianzas han de hacerse desde abajo, con quienes tienen puntos en común y un sentido de la lucha;
  • que ser bien portado con el imperialismo, solo asegura mantenerse en el poder en tanto sea útil para las fuerzas imperiales.

Y que los pueblos hoy necesitan más que discursos radicalizados y medidas tibias.  Hoy los pueblos han comenzado a comprobar como en Chile, como en Colombia, como la defensa movilizada en Bolivia, que es desde las calles desde donde puede hacerse oír y ejercer su poder. Quien no lo entienda posiblemente no estará capacitado para gobernar desde posiciones de izquierda en el futuro.

Hoy tenemos pueblos que han visto pasar a esa izquierda sin que mayor cosa cambie, salvo honrosas excepciones. Esos pueblos vieron luego el regreso de una derecha que robó y profundizó las brechas de desigualdad. Hoy ya no quieren a esa derecha pero tampoco esperan nada de un “progresismo” que no los representa.

Un nuevo paradigma revolucionario, destinado a construir nuevas formas de relación entre el pueblo y el poder empieza a ser necesario; poder transformador desde la base y con participación directa en formas de democracia protagónica. No se trata solo de escuchar a la gente, ni de prometer el cielo, sino de trabajar juntos en los programas que la gente quiere y espera.  Esa es la fuerza política que parece surgir de las movilizaciones y luchas en diversos puntos del continente; una fuerza que integre a los nuevos actores sociales surgidos de las mismas luchas, desde las calles, las aulas, las trabajadoras informales, los sectores comunales, ambientalistas, jóvenes en todo tipo de manifestación social, política y cultural, de género, y otros activistas que sin duda irán surgiendo al calor de las luchas populares. A eso deberían sumarse las fuerzas políticas organizadas en la izquierda transformadora, activa, revolucionaria y capaz de canalizar en organización social ese caudal de luchas.

Chile, el de las calles en acción, o Bolivia, la de la defensa del gobierno popular desde las marchas en todo el país; Colombia desde las ciudades tomadas, desde los comités de paro en el terreno, todos resultan ejemplos posibles de luchas futuras y de su canalización transformadora. Honduras, con sus 12 años de movilización puede ser otro ejemplo, si esa fuerza de la resistencia se niega a desmovilizarse, en caso que se les pida.

Esa es la realidad que parece asomar en este amanecer de 2022. No olvidamos a un México que se volvió clave por el momento en que históricamente se produjo el cambio de ciclo en aquel país. Hoy se mantiene como un poderoso imán que puede atraer a fuerzas de avanzada en el continente, detrás de propuestas de integración al margen de las políticas imperiales que siempre han dominado la geopolítica regional. La debilidad, en todo caso, que parece mostrar México es que su presidente está permanentemente bajo ataque. Lo bueno, por otro lado, es que los ataques provienen de una derecha fragmentada, dividida, incapaz y desorientada, al menos por ahora.

Asi parece presentarse el panorama del año que comienza, a la vez que el que se fue nos deja lecciones importantes, que deben servirnos para no volver a tropezar en las mismas piedras. Falta evaluar procesos delicados en el continente, como la crisis permanente en Perú, la disposición de lucha del Frente Amplio en Uruguay frente al gobierno derechista neoliberal, o las posibilidades de recuperación de las fuerzas de izquierda en un Paraguay que parece seguir fraccionado, asi como la inestable situación en Guatemala, que pone en entredicho aquella idea de Washington de contar con un llamado Triángulo Norte de Centroamérica a su total disposición.

Hoy, la realidad en El Salvador, Honduras y Guatemala parece demostrar que esa zona de confort que EEUU pretendía asegurar para que los flujos migratorios no avancen hacia su territorio, ya no es tan fácilmente controlable. La migración, al menos desde El Salvador sigue multiplicándose en niveles alarmantes, mientras que en Honduras, principal origen del flujo migratorio regional, todo dependerá del éxito del nuevo gobierno para cumplir sus promesas e implementar políticas que beneficien a su pueblo, única vía probable para frenar la salida de nuevas caravanas buscando otros horizontes.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s