Una mirada desde El Salvador hacia Argentina (y viceversa)

Ponencia presentada en el V Seminario Internacional, Vigencia del Pensamiento de Schafik en la América Latina del Siglo XXI, «Los desafíos de la izquierda en América Latina y El Salvador hoy»

San Salvador, 25 de enero de 2020

Compañeras, compañeros y amigos. Nos convoca nuevamente Schafik desde la historia, en este V Seminario Internacional que empieza a ser ya un hito esperado por pensadores de izquierda y militantes populares de diversas partes del país y de Nuestra América.

Agradecemos la convocatoria del Instituto Schafik Hándal, que luego de un impasse de un año, en el que por diversas razones no fue posible llevar a cabo esta reunión, hoy retoma esta iniciativa, con energías renovadas de superación, de esfuerzo analítico para conocer, entender, interpretar y sobre todo, como nos enseñaba precisamente Schafik, buscar caminos para cambiar la compleja realidad que enfrentamos como pueblos, no para someternos a ella

Ciertamente nuestras energías deben ser renovadas porque los desafíos que enfrentamos, en El Salvador y en Nuestra América mestiza, morena, criolla, multicolor, son de una envergadura considerable y, en no pocos casos, novedosos.

Quisiera, si me permiten, esbozar algunas reflexiones acerca de dos aspectos que relacionan a la izquierda en El Salvador y en Argentina. En realidad son muchos los elementos que podrían retomarse y que pudieran servir para extraer conclusiones útiles para nuestro proceso desde la perspectiva del desarrollo de los hermanos de la izquierda en Argentina.

Pero en esta ocasión pretendemos abordar dos elementos que representan desafíos a la izquierda del continente en general y a nuestro partido en particular.

En primer lugar, la utilización del aparato judicial como elemento de persecución política contra líderes y dirigentes populares, desde la experiencia de ambos países, y en segundo lugar, unas reflexiones relacionadas al estado actual del partido, pero vistas a la luz de la experiencia de un partido hermano, el Partido Comunista Argentino, en concreto el proceso que desembocó en la realización de su XVI Congreso en 1986, el conocido como “Congreso del Viraje”, del cual surgió con enorme fuerza la figura dirigente del entrañable compañero y amigo, Patricio Echegaray, gran conocedor no solo de la experiencia de nuestro partido, sino particularmente de Schafik, tanto a nivel personal como en cuanto al análisis e interpretación aplicada de su pensamiento.

Creemos que hoy es un momento adecuado para mirar experiencias como aquellas del PCA, no con un sentido mecánico, de calco y copia como advertía Mariátegui, sino desde la enriquecedora perspectiva de pueblos y partidos hermanos que vivieron desafíos tan complejos como los que hoy enfrentamos como fuerza política que pretende conducir los destinos de la nación, junto a un pueblo que ha demostrado sobradamente su capacidad de lucha y de apoyo al FMLN y al proyecto revolucionario, pero que también ha sabido enviar sus mensajes críticos cuando ha visto frustradas las altas expectativas puestas en la fuerza política que más genuinamente lo representa.

  1. Lawfare, táctica de guerra no convencional contra los pueblos

Como sabemos, a partir del año 1998, con la irrupción del proceso Bolivariano en Venezuela, las fuerzas de izquierda, progresistas y revolucionarias de América Latina fueron avanzando a lo largo de la primera década del presente siglo en la construcción de un bloque contra-hegemónico y anti-imperialista, que poco a poco fue ganando terreno a través de importantes victorias político-electorales frente a las fuerzas de la reacción, que impulsaban el neoliberalismo en todas sus devastadoras formas.

Simultáneamente, esos avances generaron mayores niveles de conciencia acerca de la importancia de los procesos de integración regional, con una visión desde nosotros mismos, desde nuestros pueblos, desde nuestras historias, comprendiendo con claridad que somos esencialmente lo mismo, desplegados en una amplísima geografía; pero sobre todo empezamos a comprender con mayor claridad las razones por las que nos querían desunidos, dispersos, introspectivos. Regresamos al pensamiento antiimperialista, anti-colonial, liberador de Martí, de Bolívar, de Artigas, de San Martin, de Sandino y Farabundo. Recordamos nuevamente que divide y vencerás, o divide y dominarás es el lema del imperio.

Esos procesos eran una expresión de la elevación de los niveles de conciencia y de lucha de clases de los pueblos de nuestro continente, que tenía a su base el acumulado de décadas de lucha contra métodos de dominación autoritarios, dictatoriales, antidemocráticos, que resultaron esenciales para poder imponer a sangre y fuego el neoliberalismo como modelo económico dominante.

La conciencia popular, la confianza que los cambios revolucionarios eran no solo posibles sino inevitables en Nuestra América rebelde se mantuvo a lo largo de los años más oscuros gracias al ejemplo digno y rebelde de Cuba y de Nicaragua. También es justo reconocer sin pecar por ello de arrogancia o autosuficiencia, que en buena parte, muchos pueblos hermanos vieron también en la convicción combativa de nuestro ejército guerrillero, de nuestro FMLN, una inspiración para continuar con sus luchas.

La lucha de nuestros pueblos había logrado hacer retroceder la dominación imperial manifestada en gobiernos sumisos y en muchos casos serviles a los deseos de Washington. Mar del Plata, noviembre 2005, con la derrota del ALCA, puede considerarse el punto cenital, la cúspide de esos años de extraordinarios avances en formas de gobierno con marcadas opciones preferenciales por las grandes mayorías por siempre olvidadas, pero también los años de las grandes iniciativas de integración, soberanía, conciencia anti-imperialista y solidaridad entre nuestros pueblos.

El imperialismo, como nos lo recordaba el Ché, no es en absoluto de fiar.

Como todos sabemos, a aquel periodo siguieron una serie de derrotas políticas, unas por vías electorales otras apelando al golpismo, en algunos casos manifestado en intentonas fallidas como Venezuela (2002) o Ecuador (2010), otros exitosos como Honduras (2009) o Paraguay(2012).

En el mismo momento que el imperialismo y sus representantes y lacayos sufrían los embates populares que los desplazaba de los gobiernos a través de los cuales controlaban recursos naturales y presencia geopolítica, el poder imperial reconfiguraba su estrategia. Daba paso a fases superiores de su plan continental de desestabilización de espectro completo, con aplicaciones tácticas selectivas y específicas a cada país, unas veces derrotando electoralmente a los gobiernos de izquierda y progresistas, otras derrocándolos, pero en todo caso criminalizando y judicializando sus liderazgos y destruyendo sus organizaciones políticas.

El imperio buscaba no solo recuperar los espacios perdidos sino montar una contraofensiva lo suficientemente potente como para desmantelar la organización y credibilidad de las fuerzas populares. Como en más de una ocasión nos lo señalaba el compañero Roberto Regalado[1], el objetivo imperial es expulsar a la izquierda del sistema o que esta sea asimilada por el mismo.

El plan era simple: romper los lazos entre el pueblo y las fuerzas de izquierda que hasta entonces eran respetadas y respaldadas. Minar su credibilidad, destruir su prestigio y buen nombre, satanizar a dirigentes populares y, cuando estas tácticas no funcionaran, eliminar físicamente o por muerte civil a los liderazgos más reconocidos por el pueblo.

Ciertamente, en este tipo de hipótesis de conflicto se busca disminuir al mínimo las posibilidades de víctimas fatales, que puedan convertirse en símbolos y mártires para los pueblos. Por ello privilegian la muerte civil basada en el descrédito, la infamia, el desprestigio de dirigentes, cuya figuras intentan proyectar en la percepción popular como corruptas y traidoras a los intereses de los pueblos. No necesitan pruebas, solo el funcionamiento adecuado de una maquinaria de creación de percepciones cuidadosamente aceitada. No obstante, cuando consideran necesario el recurso de la violencia criminal no dudan en hacerlo. Allí están los casos de Berta Cáceres, Marielle Franco, o los líderes comunitarios, campesinos, e indígenas en Colombia para citar algunos conocidos internacionalmente.

Mal haríamos en considerar que las tácticas de persecución judicial, se limitan al ámbito de la persecución de dirigentes. La criminalización de la protesta social, es parte integral, no siempre disimulada de la estrategia de imposición neoliberal o de recuperación de espacios perdidos. Solemos recordar los casos de Colombia o los recientes de Ecuador y Chile, pero veamos uno algo menos conocido, el de Argentina.

Un dato que pocos quizá conocíamos es que Macri dejó su presidencia el pasado diciembre con un promedio de un muerto cada 21 horas.

Con la complicidad de los medios hegemónicos pasaron casi desapercibidas las estadísticas de crímenes cometidos por el Estado que publicó la Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI).[2]  El resultado del informe completo, adelantado durante el primer trimestre del año 2019, concluía que el gobierno de Cambiemos fue el más represivo de los últimos 35 años.

Así lo explica el artículo de Walter Medina, en el digital Nueva Tribuna:

El rol de los medios de comunicación hegemónicos fue fundamental para cubrir los crímenes de Estado. La distorsión de la verdad estuvo a cargo de las grandes cadenas televisivas que se avocaron a invisibilizar a las víctimas, a tergiversar los hechos y a estigmatizar a quienes fueron hostigados o asesinados por la represión o en supuestas operaciones contra el delito, en las que los asesinados fueron siempre pobres, y que, con muy contadas excepciones, estaban desarmados y habían sido previamente reducidos por los efectivos de la policía.

En el caso de El Salvador, esas cifras deberían servir de advertencia. Un país con altos niveles de violencia, un gobierno populista de derecha que basa su accionar político en la mentira pero también en el control del territorio por medios policiales y militares, ofrece las condiciones adecuadas para dar el paso a la criminalización de la protesta social y la represión. Esto nos sitúa pues, no muy lejos de las experiencias contemporáneas vividas en Chile, Ecuador, Colombia, etc.

Las derechas de nuestra región, pero también de otras regiones del mundo, han adoptado en los últimos años el llamado Lawfare como mecanismo predilecto para derrotar gobiernos populares y atacar a sus dirigentes, con el objetivo de quitarlos del gobierno, encarcelarlos o por lo menos desprestigiarlos cruelmente. Y en y esta guerra hacen uso indebido de instrumentos jurídicos para fines de persecución política, destrucción de imagen pública e inhabilitación de un adversario político. Combina acciones aparentemente legales con una amplia cobertura de prensa para presionar al acusado y su entorno (incluidos familiares cercanos), de forma tal que sea más vulnerable a las acusaciones sin prueba.  

Pero, ¿qué significa Lawfare? El término describe “un modo de guerra no convencional en el que la ley es usada como un medio para conseguir un objetivo militar” y es utilizado con este sentido en Unrestricted Warfare, un libro de 1999 sobre estrategia militar.

En 2001 el concepto comienza a ser manejado en ámbitos diferentes a las Fuerzas Armadas de Estados Unidos  tras la publicación de un artículo escrito por el general de la Fuerza Aérea, Charles Dunlap, de la Duke Law School.

Estados Unidos es uno de los principales proveedores de asesoría para la reforma de los aparatos jurídicos en América Latina y el Departamento de Justicia estadounidense ha estrechado en los últimos años los vínculos con los aparatos judiciales de la región en la lucha anticorrupción.

(Lawfare o la guerra judicial en Argentina y Brasil: Camila Vollenweider y Silvina Romano) [3]

Para esto se necesita una justicia cómplice, medios de comunicación que trabajen en absoluta concordancia con el objetivo de despedazar a las expresiones populares, y políticos que participen en el ataque para capitalizar los resultados de derrocar, inhabilitar y desprestigiar a las representaciones populares que se enfrentan a los intereses de los grandes grupos económicos.

El Poder Judicial en nuestros países se ha convertido en los últimos años en un potente espacio desde donde se despliega, casi sin límites, estrategias de desestabilización y persecución política, hasta colocarse muy lejos del principio republicano burgués del equilibrio de poderes.

El llamado Poder Judicial, es el único que no deriva de la voluntad popular sino de complejos mecanismos de designaciones políticas y concursos, dependiendo de cada país, sumado a privilegios que los demás poderes no tienen (como por ejemplo, en El Salvador, se les garantiza el 6% del presupuesto general de la Nación, que asegura a ese órgano una absoluta autonomía y discrecionalidad casi sin límites). Esto le permite operar políticamente bajo un manto de institucionalidad. Uno de los argumentos más frecuentes utilizados como parte de sus luchas contra las estructuras progresistas o de izquierda, es la corrupción (por cierto, una bandera histórica de la izquierda y las fuerzas populares). Se sostiene que debe ser extirpada del Estado apelando a las “buenas prácticas” del sector privado (eficiencia y transparencia) para desplazar la “lógica” de lo público, asociada al derroche y a la mala gestión de “los políticos”, apostando a la formación de técnicos apolíticos.

“Press power”, el partido mediático y el partido judicial

Hacia los años 70 del siglo pasado en el sur del continente, particularmente en el caso de las organizaciones político-militares marxistas argentinas, se caracterizaba el rol de las fuerzas armadas contrarrevolucionarias en la sociedad, con el término bonapartismo militar, derivado de la conocida definición de bonapartismo formulada por Marx en El 18 Brumario de Luis Bonaparte. En ese sentido, las fuerzas armadas contrarrevolucionarias, en su casi permanente gobierno dictatorial (desde 1955 hasta 1973, y desde 1976 hasta 1982) se adjudicaban la representación del conjunto de la sociedad, es decir “de todas las clases”, ubicándose “por encima de ellas”. De allí aquella definición de bonapartismo militar que sostenía la izquierda revolucionaria. El accionar político de esa fuerza militar contrarrevolucionaria, brazo armado de la oligarquía, actuaba a todos los efectos como un auténtico partido, el Partido Militar.

En los países capitalistas relativamente estables como EE.UU., Inglaterra, Alemania, etc., la burguesía mantiene su dominación por la vía parlamentaria. En cambio en países capitalistas de gran inestabilidad económico-social, como la Argentina actual, la burguesía debe recurrir constantemente a recambios.

El bonapartismo militar, la otra forma de dictadura burguesa, muy utilizada por los explotadores argentinos, consiste en asentar abiertamente el gobierno sobre las fuerzas armadas, a quienes se presenta como salvadoras de la nación, encargadas de poner orden, de mediar entre las distintas clases que han llegado a un enfrentamiento agudo; beneficiar particularmente a ninguna de ellas, de imponer el «justo medio» en los intereses contrapuestos.

El bonapartismo militar que ha surgido en nuestro país de golpes militares relativamente incruentos ha sido presentado con habilidad como intervenciones de las FF. AA. Destinadas a terminar con la corrupción y la injusticia, destinadas a solucionar los problemas del pueblo y a sanear la vida económico-social de la nación. (Santucho, Mario Roberto. Poder Burgués y Poder Revolucionario, Pequeña burguesía y revolución; ediciones El Combatiente, 1974)[4]

En el mismo sentido hoy podemos hablar, y de hecho se habla en la izquierda argentina, del partido judicial y del partido mediático, el partido de los grandes medios de comunicación, unidos tanto en sus intereses como en su accionar y articulación política en defensa del proyecto que asegura la continuidad hegemónica de las clases dominantes.

La actividad de los grandes medios es en este sentido, ampliamente conocida y evidente, y ha sido objeto de análisis en ediciones anteriores de este mismo Seminario[5]. Incluso en un rapto de extraña sinceridad un editorialista del matutino argentino Clarín la caracterizó como “periodismo de guerra”.

Esto funciona como una maquinaria con engranajes precisos:

  • Políticos de derecha que denuncian corrupción (del gobierno progresista o de izquierda);
  • medios que se “hacen eco” de la denuncia;
  • políticos y medios que exigen celeridad a la justicia;
  • mecanismo del poder judicial que disciplina o excluye a los jueces independientes;
  • magistrados que condenan sin pruebas y encarcelan sin el debido proceso.

Eso es lo que vivimos a diario en América latina. De esta forma se destituyó a Manuel Zelaya en Honduras, a Fernando Lugo en Paraguay, a Dilma Rousseff en Brasil, se encarceló a Lula y al vicepresidente de Ecuador Jorge Glas, y a centenares de luchadores.

En el caso concreto de Argentina, la llegada de Macri a la Casa Rosada significó el regreso de los presos políticos, de los cuales la más emblemática y reconocida internacionalmente es la diputada del Parlasur y dirigente indígena y social, Milagro Sala, pero que también incluye a familiares del ex presidente Néstor Kirchner, el ex ministro de Planificación, Julio De Vido, el vicepresidente de Cristina Fernández, Amado Boudou, y que aún con el cambio de gobierno continúan presos.

Con la ofensiva neoliberal lanzada con la llegada de Macri al gobierno (2015) se pretendió acallar con la persecución y la cárcel a aquellos representantes del pueblo que podrían entorpecer su plan de desandar lo logrado en los gobiernos previos.

Cuando en el mundo se habla de países, gobiernos o partidos sometidos a la agresión conocida como Lawfare, se suele pensar en Brasil, Ecuador, o Argentina. Pocas veces se asocia a El Salvador como parte de ese grupo de países en los que la izquierda es sujeto de escarnio, desprestigio, persecución y cárcel. Sin embargo, hace apenas unos días, bajo la excusa de un supuesto caso de corrupción, se detuvo de manera irregular, a nuestra compañera Susi Rodríguez, esposa de nuestro compañero Sigfrido Reyes.

Desde el punto de vista jurídico el abogado que lleva la defensa ha demostrado elocuentemente la falta de base para el caso, pero señala además el número de elementos de carácter político que subyacen en el mismo. Y sostiene: estoy en condiciones de afirmar, con dos años de anticipación que en este caso no habrá ninguna condena.

Y este es el punto central del Lawfare, en este caso apuntando todo su arsenal contra el FMLN. No importa la condena judicial, ya hay una condena social y mediática, un juicio paralelo y una avanzada hacia la muerte civil.

Esa persecución judicial, tan asociada a los países del sur, debe ser puesta en perspectiva desde El Salvador. Sostenemos que en este país la izquierda revolucionaria y los sectores progresistas se encuentran del mismo modo en la mira del imperialismo y las fuerzas criollas de la reacción, enfrentando los mismos métodos de hostilidad mediática destinada a desprestigiar, demonizar y condenar a dirigentes, desmoralizar seguidores y militantes, y desmantelar sus organizaciones. No es nuevo como método pero está siendo privilegiado como arma de ataque imperial en nuestros países. 

  1. El XVI Congreso del PCA y el Viraje

Enseñanzas sin copia y el espíritu de Schafik y P. Echegaray.

“La exigencia principal para lograr la fortaleza y durabilidad de la unidad que construyamos, pasa por entender que lejos está la unidad de la ausencia de debate”.

Patricio Echegaray. Discurso en el acto de conmemoración A 50 años del mensaje del Che a los argentinos[6]

Desde los golpes electorales, pero sobre todo políticos, recibidos por nuestro partido en los años 2018 y 2019, se abrió en el proceso de la construcción de la revolución salvadoreña una nueva etapa, una transición que incluyó un recambio en todas sus estructuras de dirección, cuya característica destacada es la composición de un amplio contingente de jóvenes, formados en nuestras escuelas, y en el trabajo territorial a todo nivel, lo que profundiza de hecho un relevo generacional necesario, aunque posiblemente algo retrasado.

El FMLN se enfrenta hoy a enormes desafíos que requieren un partido fortalecido, cohesionado, revitalizado en sus principios y valores, con la fuerza que otorga una dinámica y vibrante juventud, combinada con el aporte de todas las generaciones de luchadores y luchadoras populares que han participado en este largo proceso emancipatorio y liberador, del cual los veteranos y veteranas del FMLN son, como todos sabemos, una pieza fundamental e innegable.

Las asambleas internas desarrolladas a lo largo y ancho del país y en el exterior, los procesos autocríticos iniciados, las elecciones internas que produjeron como resultado la actual composición de las estructuras de dirección partidaria, todo en su conjunto nos puso en la necesidad de revisar nuestro pasado, nuestro accionar, en particular en los últimos 10 años, y aún mas atrás en el tiempo. Pero también nos parece interesante revisar otras experiencias, de partidos hermanos que han enfrentado situaciones similares, dificultades y desafíos que resolvieron de manera creativa y que, insistimos, sin que esta referencia sea una calco y pega, sirva en cambio como elemento de referencia para comprender como enfrentaron otros revolucionarios este tipo de dificultades.

Es aquí donde queremos proponer una revisión al caso argentino, en particular del proceso que llevó al desarrollo del XVI Congreso del PCA, en el año ya lejano de 1986. Tanto el pre como el post congreso son dignos de un estudio algo mas detallado. Dejan enseñanzas para otros procesos, así como nuestros propios debates, acuerdos y desacuerdos en el FMLN en distintos periodos, han sido inspiradores para procesos revolucionarios de pueblos hermanos.

En este caso nos referimos al método, y a las circunstancias; aquel partido, como el nuestro después de la derrota política, (no electoral sino política del año 2019, pero manifestada electoralmente), nos llevó a la necesidad de una profunda revisión autocrítica. Eso mismo enfrentaron aquellos compañeros en esos años, cuando mientras en El Salvador rugían los fusiles, ellos salían de una dictadura que había desnudado sus dificultades políticas como partido, pero sobre todo su incorrecta caracterización de la sociedad que el PCA pretendía, como fuerza revolucionaria, transformar.

¿Y por qué? Porque se había alejado gradualmente de su profundo antiimperialismo fundacional, había caído en dogmatismo, en la lógica de que “la dirección no se equivoca”.

Fue aquella corriente joven proveniente de la FJC la que inició la ruptura con todas esas desviaciones, y la mirada los llevó a través del congreso, hasta su fundación en 1918, rescatar el anticolonialismo, el anti imperialismo, el carácter unitario de sus posturas entre 1918 y 1928, quitar de sus espaldas el peso de erróneas caracterizaciones de la composición de las formaciones socio-económicas argentinas (aquella que les aconsejaba que era necesario más capitalismo, producto de una incorrecta lectura de la realidad nacional; lectura que los llevó a construir alianzas con sectores de la burguesía mal llamada “nacional”).

A partir de aquel congreso, y sobre la base del sujeto “pueblo”, aquellos camaradas ampliaron la estrecha visión de otorgar todo el peso de la lucha social al proletariado urbano industrial y consideraron la construcción de un frente de lucha por la liberación nacional, mucho más amplio, con todos los sectores afectados negativamente por el desarrollo capitalista, dependiente y deforme que concentraba cada vez en menos manos los recursos de la sociedad.

Fue una mirada extensa, profunda, sin rencores pero con un enorme esfuerzo por recuperar las raíces históricas de los fundadores.

Ese proceso dejó huellas hasta hoy, un partido que por supuesto sufrió salida de gente que en nada compartió el hecho de ser cuestionado en su papel dirigente. Tampoco es cierto que solo se retiraron unos pocos “viejos” del partido. No. Cada uno se llevó gente que le respondía, veteranos y jóvenes.

Pero el punto es que aquellas correcciones del XVI Congreso, aquel viraje revolucionario, colocó al partido en mejor situación que casi todos sus hermanos en el continente cuando llegaron los duros tiempos de la caída del muro de Berlín, de la desaparición de la URSS, de lo cantos de sirena de Fukuyama, de la desaparición oprobiosa (negándose a si mismos y a sus ideas) de partidos tan históricos como el PCM de México, o el PCI de Togliatti y Gramsci.

En esa circunstancia el PCA argentino miró a Fidel, miró a Schafik, miró al FMLN, y a nuestros hermanos del FSLN. Aquel viraje iniciado hacia 1986 los colocó en las mejores condiciones para resistir aquellos embates, superar el sectarismo y sumarse sin complejos a la nueva oleada de vientos de liberación que soplaron desde 1998.

Vale la pena estudiar aquellos documentos, donde Schafik, así como Fidel, tuvo un papel destacado sobre todo en el ascendente y la camaradería que los unía al compañero Patricio Echegaray.

Los invito a revisar la ponencia ante este Seminario del año 2015, leída por el compañero Victor Kot, en aquel momento secretario general adjunto del PCA, se titula: “El ejemplo inspirador de Schafik” y reconoce no solo su influencia en aquel proceso, que hoy creo que debemos revisar en busca de algunas enseñanzas, insisto NO MECÁNICAS, sino también el recorrido en la génesis y construcción de la famosa Carta de los Cinco, Carta abierta a las fuerzas revolucionarias y progresistas, firmada en la Habana en febrero de 1990, por Humberto Vargas Carbonell, Partido Vanguardia Popular Costa Rica , Rigoberto Padilla Rush, Partido Comunista de Honduras, Narciso Isa Conde, Partido Comunista Dominicano, Schafik Jorge Hándal, Partido Comunista de El Salvador, Patricio Echegaray, Partido Comunista de la Argentina[7].

Deconstruir y construir nuestra cultura

Estas experiencias y los grandes enfrentamientos que nos esperan al salir de aquí mismo, de manera cotidiana, enfrentando aquella estrategia de dominación de espectro completo, y los métodos de guerra judicial y persecución politica contra todos nuestros compañeros y compañeras, nos muestran asimismo la necesidad de escribir nuestra propia historia, de releer cada capítulo escrito por nuestro pueblo, cuestionar cada línea que la burguesía y la oligarquía se encarga de escribir en nuestro nombre y hoy se llama historia oficial.

Pero también debemos revisar la forma de nuestra relación con la gente, con el pueblo, con la sociedad. Muchas y muchos ex funcionarios miran al pueblo y dicen: “son desagradecidos, no aprecian lo que les hemos dado”. Los desagradecidos en realidad somos nosotros, que no hemos sabido aprovechar la oportunidad recibida, la confianza recibida de nuestro pueblo para avanzar en la demolición del viejo edificio capitalista, desde sus cimientos, de sus hierros y cemento que lo sostiene, desde sus matrices ideológicas y materiales que permiten su reproducción.

No podemos construir el nuevo edificio si el actual, derruido, podrido, insablubre, sigue en pie sobre sus estructuras. Y para ello hemos de contar con nuestro pueblo, el mejor arquitecto posible, el mejor albañil, el mejor ingeniero para hacer esa tarea.

Pero para ello debemos empezar por comprender desde nosotros mismos algo que nos señalaba muy claramente el compañero Roberto Regalado en más de un debate, que toda experiencia inicialmente revolucionaria que se atrinchera en los poderes del Estado, sin una verdadera base de hegemonía y poder popular, se divorcia del pueblo y termina negando su propia historia. Gobernamos como FMLN durante 10 años, pero la curricula educactiva sigue siendo la misma que encontramos, distribuimos productos necesarios para las mayorías empobrecidas y olvidadas, gestionamos gobiernos desde una perspectiva de derechos, pero olvidamos que la satisfacción de necesidades materiales de la población debía hacerse con apego a un principio inviolable: Crear riqueza con la conciencia y no conciencia con la riqueza.

Nos quedan pues muchas tareas para revisar, mucho para hacer, no desde la óptica del autoflagelo o la autocomplacencia, sino desde la perspectiva que siempre nos enseñó Schafik, ser críticos y acusiosos, conocer la realidad a profundidad, a detalle, no para una satisfacción teórica sino para transformarla y que ella no sea la que nos transforme a nosotros. En ese sentido podemos y debemos ser autrocríticos, sin temor.

Lenin afirmaba que la autocrítica fortalece al que la hace, Fidel tropicalizó el concepto al decir que “del festín de nuestra autocrítica, el enemigo solo comerá las migajas”.

Lo fundamental de este festín será en beneficio del pueblo y de la lucha por su liberación.

Estamos todos y todas invitados al festín.

Muchas gracias


NOTA: para quienes pudieran querer revisar la documentación en torno a aquella experiencia del XVI congreso del Partido Comunista argentino, dejamos a continuación algunos enlaces a material disponible[8], además de un reseña del tema que sigue a continuación.

De la “convergencia cívico militar”
al “viraje revolucionario”. La crisis del Partido Comunista durante los años 80

Natalia Casola

Las jornadas del 4 al 8 de noviembre de 1986 trascenderían en la memoria del Partido Comunista (argentino) como un momento refundacional, la culminación del autodenominado “viraje revolucionario”. Durante el XVI Congreso se formularon una serie de proposiciones que tenían por finalidad corregir las “desviaciones de derecha” que, según parecía ser la opinión mayoritaria, habían sido responsabilidad de la “vieja” dirección del partido, compuesta por dirigentes anquilosados. Para un sector importante de la militancia, el Congreso debía reorganizar al comunismo sobre bases nuevas, más radicales y a tono con los vientos de lucha que recorrían América Latina.

La canalización de los debates por parte de la dirección del partido fue plasmada en los documentos congresales. El informe del Comité Central al XVI Congreso insistía en la necesidad de un “viraje” que debía entenderse como el reencuentro y ratificación del proyecto político revolucionario.

Cuando hablamos de viraje estamos diciendo que se restablece una línea revolucionaria, dejando atrás la desviación reformista y se levanta claramente ante las masas un proyecto propio. […]

El conjunto de ideas que conforman la línea actual del partido retoma su trayectoria revolucionaria y coloca a este Congreso en la continuidad histórica con el fundacional de 1918, el octavo de 1928, que definió el carácter antiimperialista y anti-oligárquico de la revolución democrática, el XI Congreso, que trazó la línea de acción común con las masas peronistas bajo el lema de construir el Frente de Liberación Nacional y Social, y el XII que estableció la justa consigna “por la acción de masas hacia la conquista del poder”.[9]

De modo que no se trataba de romper con la estrategia y el programa histórico del partido sino de retomarlo. De esta manera, el “viraje” no era otra cosa que la reivindicación de las tesis escritas por Codovilla.

En relación a la caracterización sobre la naturaleza de la revolución en Argentina, la estrategia y la táctica, los documentos oficiales afirmaban que la llamada “revolución por etapas” había constituido un error porque el capitalismo estaba plenamente desarrollado. En consecuencia también había sido erróneo el Frente Democrático Nacional entendido como la herramienta táctica para la prosecución de la estrategia. En reemplazo, los documentos congresales proponían constituir un “frente de liberación nacional y social” que, finalmente, se impondrá como bandera del XVI Congreso. Sin embargo, esta consigna ya había sido propuesta en el XII Congreso realizado en 1962. También allí se planteaba la defensa de la democracia “con vistas al socialismo” y se promovía la “acción de masas” como vía para la toma del poder. Aunque introducía algunas correcciones, dejaba en pie lo esencial del Frente Democrático Nacional (FDN): la condición para el planteo del socialismo seguía siendo una revolución de liberación nacional que incluía a todas las clases sociales.

…nosotros llegamos a la conclusión de que en Argentina lo que estaba planteado era la revolución socialista pero de liberación nacional. Y que estaba planteado un frente muy amplio donde planteara la idea del frente de liberación nacional y social. Hicimos un intento de superación de la idea de la hegemonía absoluta de la clase obrera y planteamos un sujeto pueblo donde se integra la clase obrera, con los estudiantes, los intelectuales, los sectores medios y que puede ocupar a sectores muy importantes de la burguesía nacional.13[10]

De manera que si comparamos esta definición con la del FDN veremos que eran los mismos sujetos a los que se interpelaba. La novedad de este proceso consistía en que se evaluaba que la burguesía nacional se encontraba fuertemente debilitada por el proceso de monopolización económica y por tanto el proceso de transformación sería dirigido por el sujeto “pueblo”. Ni clase obrera ni burguesía nacional. Era el pueblo en su conjunto, oprimido por el imperialismo, el que debía desarrollar las tareas de la liberación de la nación. Así, la burguesía seguía siendo pensada como un sujeto más del frente y por esa vía se recuperaba el programa de FDN, (re)nominado Frente de Liberación Nacional y Social. Otro elemento político que cobró un énfasis nuevo fue la afirmación de la necesidad de apelar a la acción armada en caso de golpe de Estado.

…librar las batallas democráticas necesarias y si el enemigo se resistía entonces quedaban habilitadas otras formas de lucha.

Aunque tampoco se trataba de una premisa novedosa, durante años había constituido una formulación sin aplicación práctica. Los grupos entrenados militarmente nunca habían entrado realmente en combate. De manera que su revalidación constituía una novedad y se vinculaba tanto al balance sobre la actuación del partido en el pasado reciente, como a la enorme influencia que ejercía el contexto continental moldeado por las experiencias de Nicaragua, El Salvador y Chile. Podría pensarse que así como Cuba había concentrado la atención y la imaginación de la generación que nacía a la política en las décadas de 1960 y 1970, la revolución en Nicaragua y el proceso de convulsión en Centroamérica suscitó grandes expectativas para los jóvenes del decenio de 1980.

[1] Ver por ejemplo, “El flujo y reflujo de la correlación de fuerzas entre izquierda y derecha en América Latina: un análisis crítico constructivo”, en Los Gobiernos progresistas y de izquierda en América Latina, Roberto Regalado (compilador), pag. 354

[2] https://www.nuevatribuna.es/articulo/global/gobierno-macri-registra-mas-muertos-dias-gestion/20191126101250168537.html

[3] https://www.celag.org/lawfare-o-la-guerra-judicial-en-argentina-y-brasil/

[4] https://www.marxists.org/espanol/santucho/1974/23-viii-1974.htm

[5] https://institutoschafikhandal.wordpress.com/2015/01/27/hoy-las-armas-son-otras-las-formas-de-construccion-tambien%e2%88%97/

https://institutoschafikhandal.wordpress.com/2016/05/05/gobernar-para-que-y-para-quien-relacion-partido-pueblo-gobierno/

[6] http://pca.org.ar/2012/05/31/a-50-anos-del-mensaje-del-che-a-los-argentinos/

[7] https://ecumenico.org/carta-abierta-a-las-fuerzas-revolucionarias-y-prog/5/

[8] http://atilioboron.com.ar/?s=patricio+echegaray+y+su+tiempo

http://www.resumenlatinoamericano.org/2017/08/10/argentina-patricio-echegaray-el-sueno-eterno-de-la-revolucion/

https://ri.conicet.gov.ar/handle/11336/36337

[9] “Frente y acción de masas por la Patria liberada”, Informe del Comité Central del Partido Comunista al XVI Congreso, 4 de noviembre de 1986, p. 5

[10] Entrevista a Patricio Echegaray realizada por la autora en mayo de 2010.

 

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