Desde diversos sectores sociales hace tiempo que se anticipaba que la llegada del mes de septiembre configuraría un hito en la crisis económica, social y política que vive El Salvador, como resultado de la profundización del Estado autoritario y del aplastamiento de las libertades democráticas, implantado desde casa presidencial con la complicidad de una Asamblea Legislativa transformada en oficina de legislación ad hoc de la presidencia, y de un sistema judicial puesto al servicio del Ejecutivo.
Se sabía que el endeudamiento irracional y continuado afectaría no sólo las finanzas públicas sino que agravaría la economía de millones de familias empobrecidas por la insensata política fiscal, financiera y económica en general.
Se advirtió que la implementación del Bitcoin como moneda de curso legal, y de uso obligatorio por mandato de ley, era un salto al vacío financiero como país, un camino directo a la especulación, el lavado y el fracaso.
Hoy, los datos del propio organismo oficial encargado de llevar la evolución estadística nacional, la DIGESTYC (Dirección general de estadística y censo), vienen a corroborar aquello que las mujeres y hombres del pueblo reconocen cada día al salir a comprar sus alimentos o a pagar sus servicios: la inflación se ha disparado y ha crecido 4 veces en lo que va del año. Los datos más recientes de esa oficina del Ministerio de Economía indican que la inflación al mes de agosto era del 4.3% cuando en enero fue de 0.27%.
Aunque las cifras oficiales buscan maquillar esos datos, justificándolos en la elevación de precios internacionales de transporte, combustibles y otros, lo cierto es que el alza de precios tiene también que ver con la nula política productiva nacional para aquellos elementos esenciales en la dieta salvadoreña, la inexistencia de incentivos a los pequeños y medios productores agrícolas, y la prioridad que han dado desde los grupos económicos dominantes a la importación de granos y alimentos en general.
Todo lo anterior sin mencionar el elemento que vino a profundizar la crítica situación de incertidumbre jurídica y financiera: la imposición del Bitcoin como moneda de curso legal y obligatorio, según el texto de la ley, impuesta sin discusión ni debate alguno por el servil oficialismo legislativo.
Esta debacle económica progresiva, que cada vez resulta más inocultable para el régimen y más evidente para todos, produjo esta semana un golpe severo a las aspiraciones del grupo en el poder que hace de la mentira y la imposición su forma de gobierno, porque todas las maniobras por vender la imagen de un exitoso lanzamiento del criptoactivo fue a chocar con la dura realidad de un fracaso completo, como un vehículo lanzado a toda velocidad contra el muro que, por fin, lo detendrá.
Ya lo habían advertido distintos expertos nacionales e internacionales, que habían señalado la inviabilidad de la propuesta del gobierno. Pero más allá de la descapitalización inmediata que sufrieron las “inversiones” oficiales en la criptomoneda (más de 2 millones de U$S en pérdidas de fondos públicos en menos de 24 horas), lo que falló de manera miserable e inexcusable es el conjunto de la plataforma digital diseñada por agentes al servicio del gobierno para la gestión del criptoactivo.
El famoso sistema de billetera digital Chivo fue un fracaso desde el mismo instante de su lanzamiento, convirtiendo al propio Bukele en el hazme reír internacional, más allá de los esfuerzos propagandísticos por controlar daños, mintiendo a diestra y siniestra o “filtrando” los datos de la lujosa fiesta de especuladores, multimillonarios y publicistas dedicados a “vender” la imagen del éxito del criptoactivo.
Lo cierto es que el fracaso del sistema nos cuesta a todos, porque los recursos humanos y tecnológicos puestos a disposición de ¡¡una empresa privada!! salieron de las arcas del Estado. Esto es importante subrayarlo: cuando decimos que fue un fracaso lo fue sobre todo para el país pero no lo fue ni lo es para los especuladores y mercenarios que se lucran del dinero del pueblo, jugando su lotería con fondos públicos y secuestrando dólares del Estado.
El inepto secretario de innovación, Vladimir Hándal y su grupo de hackers y cómplices asociados, habían sido exitosos en desplegar soluciones estándar, compradas a grandes multinacionales, donde su (in)capacidad manifiesta podía pasar disimulada, pero esta vez tanto él como su pandilla de fanáticos quedaron tan en evidencia como “su rey desnudo”, el inefable Bukele, a quien no se le ocurrió otra cosa que asumir el papel de un agente de atención al cliente, disparando desde Twitter excusas y explicaciones “para calmar al personal”, es decir, para pedir paciencia a los incautos que confiaron en la palabra presidencial de un timador de primera. No fue suficiente. Las entradas en Facebook y otras redes sociales están plagadas de quejas de usuarios, en particular comerciantes que públicamente renuncian a seguir siendo parte de la farsa.
Del mismo modo resultó inocultable la ausencia de público interesado en acercarse a los cajeros y cabinas construidas e instaladas en todo el territorio nacional. Cada una de esas instalaciones nos ha costado y nos sigue costando, porque el bukelismo destinó personal de atención a clientes que no se materializan, y agregó personal policial o militar (en promedio de 4 por instalación) para resguardar cada cabina del país.
El pueblo que da la espalda al Chivo enfrenta en las calles el autoritarismo
Si la parte del show mediático programado por el régimen falló rotundamente, constituyendo una derrota dolorosa para su imagen, la mayor derrota que sufrió este modelo autoritario y arrogante fue en las calles de la capital y de otros lugares del país.
Decíamos la semana pasada que las manifestaciones contra la imposición del Bitcoin, tanto en la capital como en otros puntos del país, fueron incorporando diversas y sentidas reivindicaciones de distintos sectores, que se sumaron gradualmente a las marchas. Estas fueron dispersas, en cuanto a que salieron de distintos lugares y aunque confluyeron en la Asamblea Legislativa, los horarios no se coordinaron para que conformaran una masiva concentración popular de mayor alcance. Esto no quiere decir que las concentraciones y movilizaciones no hayan logrado una parte importante de sus objetivos.
El mundo supo que a Bukele y su camarilla se le opone un considerable número de sectores populares movilizados que ya le disputan las calles, las redes, las cámaras y los micrófonos. La continuidad de este esfuerzo es esencial, tanto para acumular como para consolidar lo acumulado y transformarlo en organización activa anti-dictatorial.
Eso mismo parecen haber percibido desde CAPRES. Por eso, no pudieron ocultar el terror que les provoca enfrentar al pueblo del que tanto se llenan la boca en vano.
Los diputados que se encargaron de disponer alambradas de púas, barricadas de hierro y pelotones anti motines para evitar que el pueblo entre en la casa del pueblo, mostraron así el pavor a escuchar los reclamos, a verse por fin expuestos, a oír como la juventud los desprecia y desafía, porque eso significaría quedar en evidencia frente al mundo de fantasía que construyen desde redes sociales, a base de videos manipulados, mentiras cínicas y descaradas, y censura mediática de toda protesta.
Pero esta vez ese grupo de ineptos que ocupan las bancadas oficialistas recurrieron al recurso más contrario a cualquier norma de la ética o del simple sentido de la vergüenza. No se les puede pedir honestidad porque desconocen el concepto. Sin embargo, todo tiene un límite, al menos eso es lo que suelen dictar los apóstoles de la democracia burguesa. Esta vez estos traspasaron todo limite. Y lo hicieron a la primera ocasión que se vieron en dificultades.
En ese estado de absoluto pánico a la acción popular, a sentirse desnudos ante la realidad, personajes tan despreciables como los diputados Carlos Bruch, Christian Guevara y otros, pretendieron desvirtuar las protestas NEGANDO SU EXISTENCIA. Para ello montaron una campaña de desinformación orientada a sus seguidores más fanatizados, esperaron a que los manifestantes se retiraran al finalizar la marcha y la protesta, y salieron raudos con sus equipos de comunicadores a “registrar en video que no había gente y que la marcha nunca había sucedido”. No se avergonzaron de hacerlo, así llegaron a sus actuales cargos y al gobierno.
El intentar negar la existencia de la manifestación es otra derrota del oficialismo, pero ninguna ha tenido el calado que significó el ejercicio de la movilización popular contra el régimen, marcha que fue sumando diversos reclamos y reivindicaciones y que constituyó probablemente el primer paso sólido de una ofensiva popular que, al calor de los acontecimientos, pasó de la resistencia a la acción de calles, y que tendrá sin duda una continuidad determinante en la lucha popular contra la instalación y consolidación de la dictadura.
El régimen ha ido perdiendo gradualmente el escudo de popularidad que venía esgrimiendo como legitimación de su accionar antidemocrático y violador de todas las normas del Estado de Derecho. Hoy enfrenta al pueblo en las calles, y la continuidad de ese esfuerzo movilizador, aglutinador de intereses diversos pero convergentes, irán configurando la posibilidad de construir en los hechos un Frente Popular contra la Dictadura, por las libertades, por el restablecimiento del Estado de Derecho, que significa la reversión de todo lo actuado desde el golpe del 1 de mayo en adelante.
El escenario de conmemoración del bicentenario de la independencia se presenta como propicio para la movilización, la protesta y el reclamo en las calles, masiva, unitaria, firme y combativa.
Por supuesto, en este ejercicio soberano de lucha, el contingente ha de ser necesariamente diverso; también lo serán los intereses de distintos sectores sociales que suman al esfuerzo.
Nadie sobra en esta iniciativa donde el enemigo no marchará a nuestro lado sino que seguirá conspirando para el engaño y la manipulación que hasta ahora le había dado resultados. Nadie tampoco puede adjudicarse en estas movilizaciones un papel distinto al que el pueblo mismo le reconoce.
Pero lo anterior no significa que las clases trabajadoras, la juventud, estudiantes, y sectores de la pequeña burguesía consciente, las fuerzas de la izquierda revolucionaria, no marchen persiguiendo sus propias reivindicaciones, que por hoy coincidirán con las de jueces, gremios, empresarios afectados por la crisis y el desgobierno del autoritarismo bukeliano; pero los sectores populares no se limitarán a esas aspiraciones, sino que buscarán avanzar sus justas causas, por la mejora inmediata de sus condiciones materiales de vida, porque la crisis no la sigan pagando los pobres y olvidados, por la defensa de la vida representada en la lucha contra la privatización del agua, pero también la de la seguridad actualmente inexistente en las colonias populares y cantones del país.
Las clases trabajadoras marcharán porque sus hijos e hijas no sigan forzados a emigrar, que la actividad y la lucha sindical sea respetada en el estado y en la empresa privada. En fin, este agitado período que el pueblo está abriendo con su sacrificio y determinación, debe constituir el germen de luchas venideras, en que la masividad y la organización permita enfrentar en cada frente a este enemigo del pueblo que se esconde en el populismo típico de los regímenes totalitarios y fascistas.
Contra ese fascismo en ciernes las masas populares blandirán en este Bicentenario de Independencia las banderas callejeras de todo la vida, por la libertad, contra la dictadura, por la libertad de presos y presas políticas, contra la persecución en todas sus formas.
Si el régimen no escucha este grito, que surgirá de lo más profundo de las gargantas del pueblo, ese régimen, aterrorizado, miedoso ante un pueblo en lucha, deberá prepararse para enfrentarlo o huir. En cualquier caso puede tener la certeza histórica de su derrota.
Septiembre, mes de la Patria y de las gestas libertadoras, cuando debemos recordar a héroes y heroínas del pueblo que dieron su vida para conquistar libertades, marca el inicio de los embates populares. Y cuando ese gigante dormido que se llama pueblo salvadoreño se despierta, pueden los opresores contar con la seguridad que más tarde que temprano solo podrán pedir piedad desde su derrota.
Septiembre de 2021 pues, es el inicio de una nueva fase en la historia de lucha de clases en El Salvador, nuestro pueblo celebra su Bicentenario de la mejor forma posible, recuperando su dignidad en las calles de todo el país, resistiendo a la dictadura y continuando el legado de aquellas y aquellos que nos precedieron no solo hace 200 años, sino los que a lo largo de este tiempo, empeñaron su destino por el destino de la Patria, la Patria de los más, la de los olvidados que, sin embargo dieron su vida por ella, la de los Farabundo Martí, los Luna y Zapata, los Anastasio Aquino, los Miguel Mármol, los Roque Dalton, las Ana María y las Prudencia Ayala, las Febe Elizabeth, los estudiantes del 30 de julio, los obreros y campesinos asesinados por un ejército que pretenden hacer volver a las andadas, los del Mozote, los del Sumpul y las Aradas, los curas de tantas comunidades masacradas, los Monseñor Romero, y los Rutilio, y los Schafik Hándal. Héroes y heroínas de una Patria que hoy nos convoca nuevamente a la lucha.
A 200 años del inicio de las gestas patrióticas, no hay mejor forma que homenajearlas, mujeres y hombres de la Patria, que con la lucha organizada, unitaria y consecuente de este pueblo que no los olvida.