Razones para una protesta

Mientras el gobierno continúa de espaldas a la realidad cotidiana del pueblo salvadoreño, dilapidando los fondos públicos en apuestas de alto riesgo como el Bitcoin, y dibujando un mundo imaginario de ciudades para ricos y famosos, que vengan a gastar  en criptomonedas, evadir impuestos y lavar ingresos oscuros, el pueblo llano sufre a diario un panorama desolador, como lo señalan en portada medios locales, subrayando por ejemplo que la canasta básica alimentaria alcanza su nivel de precios más alto en 20 años, según la propia Dirección General de Estadísticas y Censos (Digestyc), organismo oficial encargado de llevar esos datos.

Ese pueblo ve que el endeudamiento del país crece a niveles nunca vistos, y que hoy representa casi la totalidad del Producto Interno Bruto nacional, tanto en deuda interna como externa; y aunque parezca que ese tipo de datos resulten lejanos o ajenos al sentir y necesidades básicas del pueblo, que vive día a día buscando subsistir con recursos mínimos, estos resultan cada vez más difíciles de alcanzar para miles y millones de personas en El Salvador, precisamente a consecuencia de tal endeudamiento, de la falta de inversiones productivas y de la creciente escasez de empleos.

Los capitales se fugan, aunque el gobierno lo niegue, y las supuestas contradicciones entre el régimen y la actual administración en Washington no facilitan las cosas, ni para la inversión generadora de empleos ni para la tranquilidad de las miles de familia que siguen viviendo en incertidumbre ante las actitudes arrogantes de un presidente que pretende aparecer con una falsa actitud “nacionalista” pero que no logra engañar a nadie.

Algunos datos publicados este mismo año por medios de prensa[1] especializada en el seguimiento económico por país revelan que la economía de El Salvador es la número 105 del mundo por volumen de PIB Su deuda pública en 2020 fue de 19.237 millones de euros (21.737 U$S), con una deuda del 89,18% del PIB. Su deuda per cápita es de 2.966 € euros por habitante (3.351 U$S)

La gente más pobre tiene más dificultades para satisfacer sus necesidades elementales, porque luego de años en que la inflación era relativamente insignificante, la última tasa de variación anual del IPC publicada en El Salvador, que fue  la de octubre de 2021, la señala al 5,5% y creciendo.

El PIB per cápita es un buen indicador del nivel de vida. En 2020 fue de 3.326 € euros (3.758 U$S), por lo que ocupa la parte final de la tabla en el ranking de países, en el puesto 118. En lenguaje llano esto quiere decir que al menos los sectores mayoritarios tienen un bajísimo nivel de vida en relación a los 196 países del ranking de PIB per cápita. La concusión coincide con lo que se desprende del Índice de Desarrollo Humano que elabora las Naciones Unidas para medir el progreso de un país y que, en definitiva, nos muestra el nivel de vida de sus habitantes; en el caso de El Salvador indica que sus habitantes tienen una mala calidad de vida.

En cuanto al último Índice de Percepción de la Corrupción del sector público en El Salvador ha sido de 36 puntos; así pues las y los salvadoreños creen que existe mucha corrupción en el sector público.

Otros datos, provenientes de estudios de la Universidad Francisco Gavidia, UFG, elaborados a mediados de año (julio de 2021) indicaban que El Salvador registraría al cierre de 2021 un incremento de más de 430.000 personas viviendo en pobreza respecto al año previo a la pandemia de la covid-19.  De acuerdo con la UFG, la pobreza en el país afectará en 2021 al 33,3 % de la población, que equivale a 2.276.808 personas. Esto representaría un incremento de 430.242 personas en 2021 respecto a las 1.846.566 que vivían en situación de pobreza en 2019, para un incremento de aproximadamente el 23,3 %.  El estudio de la UFG indicaba que en 2021 vivirían en pobreza relativa 1.801.197 personas, mientras que en pobreza extrema serán 475.611 salvadoreños. Respecto al 2019, último año del que se tienen cifras oficiales, la pobreza extrema se elevaría un 25,5 %, pasando de 378.837 personas en ese año a 475.611 en el 2021.

Por más que el gobierno y sus aparatos de propaganda se empeñen hoy en mostrar un país de fantasía, y para poder hacerlo hayan primero eliminado todos los organismos independientes de fiscalización y contraloría de la función y el gasto público, su propaganda no logra ya cubrir esa oscura realidad para un cada vez mayor porcentaje de la población.

Pero si a esto sumamos la inseguridad que no cesa; es decir, el peligro que en particular los sectores juveniles enfrentan cada día para llegar a sus lugares de trabajo o de estudio, o tan siquiera para poder disfrutar de un tiempo de ocio, entonces este pueblo sufrido debe sumar a las angustias económicas el drama y el temor de la supervivencia física a la violencia gestionada, según su conveniencia, por los grupos criminales que ya no ocultan su clara relación de complicidad y chantaje con el gobierno en turno.

En un país con algún nivel de libertades, existiría una fuerza policial que garantice la seguridad ciudadana, un ministerio público que investigue y vele por los intereses ciudadanos, un poder judicial al que acudir para demandar justicia ante los abusos de poder de funcionarios obtusos y cegados de fanatismo (o temor) ante el omnímodo poder presidencial. Todo ello es hoy inexistente en  El Salvador. Lejos de ello, ante cualquier expresión de denuncia ante las ilegalidades e inconstitucionalidades, o de crítica a la incapacidad manifiesta de las y los diputados de la bancada oficialista y de sus cómplices en el resto de las bancadas, que se suman al vergonzoso comité de aplausos presidencial en que han convertido lo que debía ser la “casa del pueblo”, lo que surge de inmediato es la amenaza, la difamación, el ataque despiadado desde los aparatos de espionaje oficial y desde las cuevas corruptas (financiadas con dinero público) de las bandas de troles y robots dedicados a denigrar opositores, mucho más si se trata de mujeres que alzan su voz para la denuncia.

Ese es El Salvador al finalizar 2021 y a mitad de mandato presidencial. Con “los pájaros disparando a las escopetas”, y los diputados insultando al pueblo (y a la inteligencia del pueblo); recurriendo de inmediato al  auxilio del fiscal impuesto, para que obre en consecuencia como instrumento de castigo contra quien se atreva a desafiar el pensamiento único celeste (que cada vez se parece más en su tonalidad al pardo y el negro de las hordas fascistas de otros tiempos); porque fascistas es lo que son, por más que pretendan vestirse a la moda y lucir falsamente ofendidos, abrazándose a una hipotética representación popular que ya no tienen, porque han traicionado desde el primer día, es decir desde el golpe al estado del 1 de mayo de este año, el mandato con que habían sido elegidos.

Un gobierno que hambrea al pueblo, que le roba sus bienes, que lo desfalca en sus finanzas, que mete preso a quienes se levantan en defensa del agua, del medio ambiente, en defensa de sus medios de vida y de subsistencia, o frente al contubernio de la empresa privada con los representantes del Estado, es un gobierno que demuestra cada día que puede ser legal pero es cada día mas ilegítimo, por haberse apartado de todas las promesas con que engatusó al pueblo para ganar sus votos.

Por esto el pueblo salvadoreño retoma las calles y se prepara nuevamente a salir a denunciar, a protestar, a manifestar su indignación y a decirle al mundo que en El Salvador ya son cosa del pasado las resistencias pasivas y el inmovilismo, y que por otra parte, cada vez son más sectores los que anuncian su suma a la protesta. La izquierda, en ese sentido, da también señales claras de decisión en su lucha contra el régimen y se integra a la marcha, que sale esta vez unificada, de un mismo punto, con una misma llegada. La consigna #el12marchamos ya aglutina a la oposición, y aquella diversidad demuestra también que puede ser abrazada desde la unidad.

Seguramente no todos coincidirán en todos los puntos de la protesta, y quedan aún muchos elementos  para superar al calor de la lucha, pero es evidente que esa diversidad muestra hasta qué punto este régimen fascistoide y populista, que pretende  ofrecer una imagen bonapartista de representación de todas las clases en la gestión del Estado, ha afectado a más sectores de los que hubiera debido.

El régimen se crea cada día nuevos enemigos, dentro y fuera del territorio, y es evidente que su desgaste lo lleva a apoyarse cada vez más en la fuerza bruta, es decir en la fuerza armada y policial, en las que parece descansar cada vez con más insistencia la “sensación de seguridad” del gobierno.

Por el lado de las fuerzas del pueblo, más allá de que sigan existiendo importantes niveles de aceptación por parte de sectores populares hacia la gestión gubernamental, resulta evidente  que esa popularidad decrece de manera constante y sistemática. Si así no fuera no se explicarían las reacciones histéricas de los funcionarios del gobierno y del legislativo ante cada expresión de protesta y descontento con las medidas populistas que no ayudan al pueblo a salir de la miseria sino mas bien todo lo contrario, se asegura de mantenerlo allí para poder aplicar, cuando le resulte electoralmente conveniente, políticas asistencialistas generadoras de dependencia.

Al mismo tiempo, la unidad –que en los procesos de lucha jamás se logra de una sola vez sino de manera gradual y ascendente- está mostrando su evolución al calor de la lucha misma. Es, además, un terreno de lucha diverso, en el que ni siquiera se puede decir que la resistencia y rebeldía tenga una sola manifestación. Así, el mismo día de la marcha de protesta en San Salvador se recuerda a las víctimas de la masacre de El Mozote. Jóvenes revolucionarios se darán cita en el sitio de la masacre para recordar, homenajear y redoblar compromisos de lucha. Se trata en sí de un acto no solo de rebeldía y formación política para nuevas generaciones, sino una acción directa en contra de una de las bases de sustentación ideológica del régimen que, como todo sistema fascista o fascistoide, debe necesariamente negar la memoria histórica, de los pueblos a los que quiere engañar y dominar. La acción, coincidente aunque geográficamente distante de la marcha en la capital, ha de tomarse como parte de la acumulación de fuerzas de la resistencia al proceso autocrático.

Como era de prever, y de alguna manera como reflejo que ese proceso de unidad en la lucha aún tiene sus altos y bajos, no faltaron compañeros y compañeras que en lugar de ver lo positivo de estas acciones, se centraron en un sectarismo infantil para denostar la acción de la juventud del FMLN. Demuestran sectarismo, pero también atraso ideológico, y sobre todo, incapacidad para observar los diversos matices de una compleja lucha que no está planteada como hegemónica para fuerza alguna, sino como una sumatoria creciente y amplia que solo debe tener como objetivos la lucha contra el régimen, contra las fuerzas oligárquicas que pretenden tomar ventaja de la situación a expensas del pueblo y, por supuesto, contra la injerencia de Washington en los asuntos del pueblo salvadoreño que va demostrando su capacidad propia, como lo ha hecho a lo largo de la historia, de resolver sus conflictos frente a las dictaduras del mejor modo que puede hacerse, con lucha organizada, masiva y consciente.

Así, este 12/12 marcharán unas contra el Bitcoin, otros contra el avasallamiento del sistema judicial, habrá quienes marchen por sus presas y presos, o aquellos que desde el ámbito sindical marchan contra los despidos injustificados; las municipalidades seguirán reclamando sus derechos y fondos expoliados, mientras  las ONGs  y la prensa independiente seguirán reclamando su derecho a existir y jugar el rol que han jugado históricamente en el país, mientras las comunidades exigirán su derecho al agua, a la tierra, al ambiente limpio, a que no les amenacen con expropiarles sus terrenos, las madres y padres seguirán reclamando por sus hijas e hijos desparecidos, sectores de la diversidad sexual seguramente reclamarán contra la discriminación de que son objeto… la lista es grande y creciente

Lo que es innegable que, como decía la canción, nos sobran las razones. Un nuevo pulso se acerca, una nueva  serie de acciones que deben llevar como finalidad la continuidad del acumulado, que será gradualmente traducido en mayor conciencia, más organización, más lucha, y sin duda, más y nuevos actores sociales que se irán incorporando al torrente que ya desde hace meses empieza a ser un dolor de cabeza para un gobierno arrogante que no acepta las críticas, ni mucho menos una oposición, aunque esta se muestre aún algo desorganizada.


[1] https://datosmacro.expansion.com/paises/el-salvador

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