Mientras el país se hunde la prensa oficial inventa un país de maravillas en sus portadas, un día anuncia a toda página que se han creado 30mil empleos, sin un solo indicador que lo respalde, mientras se sigue dedicando a publicar fotos de primeras piedras de proyectos de dudosa realización; su mundo de colores y tecnología lo invade todo mediáticamente y el presidente continúa esforzándose en hundir más el país en el pantano de las criptomonedas, anunciando nuevas compras millonarias para la imaginaria ciudad Bitcoin, otro proyecto fantasma destinado a perdurar únicamente en la ilusión de los incautos y en las cuentas de los lavadores internacionales de dinero, que ven como el paraíso fiscal salvadoreño va tomando forma y carácter estatal.
Mientras tanto el país se hunde en el desamparo, y el desempleo real -no el de portada de medios oficiales- sigue sin bajar; la canasta básica escala al ritmo de una inflación que va llegando al 5.5% anual. Según el IPC de octubre se registra una variación al alza de 0.7 respecto al mes anterior. ¿Qué productos aumentan más? En primer lugar, los alimentos y las bebidas no alcohólicas (1.7), en segundo lugar el transporte (0.6). Para el pueblo no son necesarias las encuestas, lo sufre y lo comprueba cada vez que llega al mercado.
Entretanto, siguen empantanadas las negociaciones con el FMI. Con un presupuesto para el próximo año desfinanciado en al menos 1,200 millones de dólares, significa que se entorpecen los caminos a la financiación mediante deuda. ¿Quién puede pagar las consecuencias? El pueblo, quizás con una cuota mayor de IVA o viendo obras de interés social canceladas por falta de fondos, programas sociales revertidos y, por supuesto, el deterioro municipal a partir del ya oficializado decomiso de fondos a los municipios por el Ejecutivo. La universidad nacional ve recortados sus fondos en 20 millones y los programas de salud y educación también se ven reducidos, mientras aumenta, eso si, el presupuesto para la fuerza armada (37 millones) y para el Ejecutivo (propaganda), que se duplica.
El gobierno de gastos sin límites está sin fondos, y un gobierno consumista, que dilapida los dineros públicos sin restricciones de contraloría independiente, porque las eliminó a todas, se olvida de la pandemia y de nuevas cepas del virus, cambia el eje de su discurso de hace un año (cuando quien se oponía a sus medidas restrictivas, punitivas y de confinamiento, era tildado de asesino o genocida por no privilegiar la salud) y ahora “abre sus fronteras al mundo”, elimina todo tipo de restricciones o pruebas para entrar por cualquier frontera, aérea, marítima o terrestre. Lo importante hoy es que salvadoreños o extranjeros vengan al país y gasten, gasten todo lo que puedan, paguen todos los impuestos posibles, se deslumbren con luces de colores y fuegos artificiales pagados a 30 años plazo, y sigan embelesados por un desfile de maquetas de proyectos que harían sonrojar hasta a la ingeniería alemana por su audacia y “visión futurista”. Ese es el mundo de fantasía que crea el gobierno, mientras el país se hunde.
Mientras el país se hunde es necesario condicionar y limitar los reportes negativos de prensa, y evitar la competencia de organismos no gubernamentales que demuestren curiosidad por saber lo que hace el gobierno o que, peor aún, pretenda reemplazarlo en funciones sociales, porque ello podría quitarle los réditos, contados en votos, de cualquier eventual política asistencialista, tan efectiva cuando se ha hambreado al pueblo de modo implacable durante la gestión y hay que hacer que la gente se olvide a fuerza de paquetes solidarios electorales. De tal modo que, mientras restringe y condiciona ese tipo de accionar de prensa y ONGs decide capitalizar esas medidas, no solo políticamente (presentándose como supuesto defensor de soberanías que le importan un bledo) sino también capitalizarlo literalmente: 40 % de lo que recauden desde el exterior esos organismos irán a parar a las insaciables arcas del Ejecutivo y el clan que lo maneja a discreción. Por si alguno se le escapa, se supo estos días de una cadena de espionaje telefónico desde el Estado que afecta no solo a prensa critica sino a legisladores y representantes o miembros de organizaciones de la sociedad civil.
El país se hunde y las cifras entre enero y septiembre escalan en la desaparición de personas hasta los 1902, 707 de ellas pertenecen a mujeres, quienes este domingo en ocasión de la jornada internacional por la eliminación de la violencia en contra de las mujeres, marcharon y se expresaron en San Salvador, con la única reacción gubernamental de la ridiculización del tema por medio de troles y bots “oficiales”. Al mismo tiempo, como si nada pasara, se conoce esta semana que tres dirigentes de la hacienda La Labor, representantes populares, líderes comunitarios en defensa del agua, que se oponen a que una empresa socia del presidente (Fénix, propiedad de Salazar Romero) siga explotando el vital liquido, afectando sus comunidades para el desarrollo de un nuevo proyecto habitacional, fueron arrestados, golpeados, agredidos, de noche, por miembros de la PNC, con órdenes de la Fiscalía, que no mostraron ni explicaron. Se los llevaron por “actividades terroristas”(¡!??).
Así es el país que el clan autoritario de gobierno hunde en la miseria, confiado en que todo será eterno. Sin embargo, una encuesta reciente[1] muestra un gobierno con una caída persistente de aceptación (6.6%, la más baja desde enero de 2020), un 56.5% de los encuestados considera que el presidente NO está cumpliendo sus promesas; el 68.8% considera que es un gobierno poco o nada transparente; el 55.1% NO confía en la capacidad del presidente para mejorar la situación económica de la familia salvadoreña; el 94.6% afirma haber notado un incremento reciente de la canasta básica; el 42.4% responde que la situación económica de su familia ha empeorado en el último año, mientras un porcentaje similar, 42.9% espera que la situación económica empeore el próximo año; en seguridad, 58.5% NO cree que el plan control territorial haya sido efectivo para contrarrestar la delincuencia, mientras que a pesar de las excusas del gobierno, el 45.4% de los encuestados están seguros que la violencia se ha incrementado debido a la ruptura del pacto entre el GOES y las pandillas. Tampoco la Asamblea Legislativa se salva, con una nota promedio de 4.9% para noviembre; los gobiernos municipales, afectados por el retiro de fondos para su accionar, también se ven golpeados en su evaluación ciudadana para noviembre: 4.4%.
Son datos de un país en caída abrupta de esperanza, porque tampoco se ve una oposición lo suficientemente articulada para capitalizar políticamente el evidente deterioro de la confianza popular hacia un gobierno que cada vez debe decir con una boca más pequeña aquel mantra de que hace lo que quiere porque su popularidad es alta. Urge la continuidad de la movilización popular, la profundización de la resistencia y la organización activa desde la base.
Mientras el país se hunde nos llegan noticias de Honduras y del triunfo de Xiomara Castro. Bien por el pueblo hondureño y por el partido Libre, Libertad y Refundación, exponente de 12 años de resistencia popular al golpe de 2009 contra Mel Zelaya. Sin embargo las dudas nos asaltan, al ver en El Salvador y en muchos otros países de Nuestra América, expresiones de alegría desbordada; se entiende esa alegría frente a la caída de un narco-gobierno corrupto y represivo, ilegal e ilegítimo porque nació de los golpes de estado y de los fraudes descarados.
Pero no es, a nuestro juicio un triunfo de la izquierda, ni muchísimo menos, como algunos parecen expresar (como deseo, queremos creer) la llegada de un gobierno revolucionario. Ni la nueva jefa de gobierno lo es, ni la coalición triunfante es predominantemente de izquierda. Al contrario, esa alianza entre fuerzas populares, sectores progresistas y de derecha, que propició la fuerza del deseo por echar a JOH de la casa de gobierno, tendrá ahora ante sí el desafío de las disputas con las fuerzas de derecha de la coalición; fuerzas que, por cierto, no tienen mayor contradicción con el imperialismo.
La pugna desde abajo para que las aspiraciones y sueños de transformación que llevó al pueblo hondureño a luchar, a resistir, a movilizarse, a morir incluso y por supuesto a crecer en conciencia política –esta sí, conciencia revolucionaria y transformadora-, pueda resistir la embestida de los que siempre negocian con los sacrificios del pueblo se vuelve de primer orden.
Esos son los claroscuros que parecen presentarse. Para los EEUU, un fraude hubiera significado una estampida migratoria hacia el norte; mientras un gobierno “multicolor”, diverso, amplio, tiene más posibilidades de ser lentamente neutralizado, entrando en el camino mas probable: el de la trampa del progresismo. El ejemplo de gobiernos salvadoreños entre 2009 y 2019 es bastante elocuente.
Para el imperio frenar los flujos migratorios es hoy prioritario, pero lo es también no perder control en la región. Ya tiene bastante con los problemas que enfrenta en el istmo como para tener un nuevo conflicto en Honduras.
Esos parecen ser algunos de los desafíos para el campo popular, que frente a los previsibles acuerdos de superestructura deberá hacer prevalecer los acuerdos desde la calle, desde el pueblo movilizado y activo permanentemente. La tentación por la desmovilización será grande, en la medida que se ha recorrido un largo camino para llegar a donde ese pueblo heroico ha llegado. Pero la burguesía, las clases dominantes expresadas también en el nuevo gobierno, con seguridad no gobernarán para las amplias mayorías. Un pueblo desmovilizado sin duda facilitaría su labor. Habrá que ver también la composición del nuevo parlamento para poder juzgar con más propiedad el conjunto.
Y desde El Salvador y otros países, ¿por qué se celebra tan efusivamente el triunfo? Pareciera que en esta crisis civilizatoria, donde entre luces y sombras, el periodo del oleaje progresista fue cediendo a un reflujo, que trajo de regreso a los neoliberales mas extremos, con burguesías cada vez más volcadas a un fascismo remozado en sus formas pero fascismo al fin y al cabo, y posteriormente en algunos países a un nuevo acceso de sectores de izquierda y progresistas a algunos gobiernos, sin que estos den muestras de poder resolver los problemas del pueblo, restringidos ideológica y políticamente a quedarse en los limites infranqueables del sistema.
Así las cosas, este increíblemente activo mes de noviembre nos trajo todo tipo de resultados electorales en América, pero ellos parecen mostrarnos que los limites del “progresismo”, ya han llegado. Incapaces de ofrecer soluciones de fondo a los problemas de la gente, incapaces incluso de entender lo que la gente pide, los “moderados de izquierda”, tan dados a las soluciones socialdemócratas, buscan hoy resolver los problemas negociando con fuerzas que jamás pensaran en el pueblo más que como un peligro y una amenaza a sus intereses.
Algo de frustración parece haber en esta alegría desbordada demostrada por fuerzas que reconocemos como de izquierda con carácter revolucionario. Pero lo que no podemos es reducir, rebajar, suavizar o incluso prostituir el concepto de revolucionario. Son contados por eso mismo, los procesos que hoy, en Nuestra América, son dignos de llamarse como tales.
[1] RP Consultoras, Sondeo de Opinión, realizado a nivel nacional entre el 21 y el 26 de noviembre de 2021.