Entre Santos y demonios

Apenas seis días después  de la multitudinaria marcha popular antigubernamental y en defensa de la memoria y de uno de los momentos cumbres de la historia nacional, El Salvador vuelve a ser el escenario estelar de otro momento de enormes y múltiples significados. En efecto, este sábado 22 de enero, fecha doblemente histórica en el recuerdo de las jornadas de lucha del pueblo salvadoreño, el inicio de la insurrección de 1932 y la masiva movilización popular de 1980, agregó este año otro histórico momento: el reconocimiento a cuatro mártires del pueblo.

Este 22 de enero de 2022 la Iglesia católica celebró la beatificación de cuatro mártires que, en el lenguaje eclesiástico lo fueron por su fé; en el lenguaje del pueblo lo fueron por sus acciones de resistencia y rebeldía ante la dictadura y los poderosos oligarcas, por su capacidad para educar, para organizar, para predicar un mundo de justicia que solo se consigue luchando contra las injusticias. En fin, en lenguaje eclesial o laico, fueron víctimas de una dictadura que solo pudo ser desmontada después de una guerra impuesta al pueblo por los ricos y que culminó con los acuerdos de paz despreciados por los mismos funcionarios de gobierno que tuvieron que asistir, con abierta incomodidad, a la ceremonia pública de beatificación del Padre Rutilio Grande, del Padre Cosme Spessoto y de los laicos Manuel Solórzano y Nelson Rutilio Lemus.

Luego de haber renegado de los acuerdos, de denigrar a sus gestores y promotores, de manipular la historia, y de insultar la inteligencia y la memoria de la comunidad internacional, nefastos personajes como el vicepresidente Ulloa o el presidente de la Asamblea, Castro, se vieron obligados a posar cínicamente ante las cámaras y oir desde sus asientos las palabras que desde el púlpito los llamaban a retomar la memoria, a respetar la historia y el espíritu de los acuerdos de paz. Escucharon impávidos las críticas de ser lamentables “aprieta botones” en lugar de diputados que disciernen en función de los intereses de las grandes mayorías empobrecidas. Al salir de ese suplicio enfrentaron las cámaras con el repugnante cinismo que los caracteriza para pretender manipular lo expresado por el Cardenal Rosa Chávez y plantear que “coincidían” en las visiones que tiene la iglesia respecto de los acuerdos.

Pero como suele suceder, la mentira tiene vida corta, y así las palabras sabias de los jerarcas de la Iglesia, que no por casualidad honraban la memoria de cuatro mártires profundamente amados por el pueblo pobre, empezaron a ser atacadas desde las cuentas de energúmenos que ocupan escaños parlamentarios como Carlos Bruch y otros de similar calaña. También las cuentas falsas a cargo del gobierno apuntaron sus dardos contra el Cardenal, evidenciando lo golpeado que se sintió el oficialismo con sus palabras y las de otros reconocidos sacerdotes.

Para el pueblo fue una jornada de gozo, y para la comunidad internacional un recordatorio del ejemplo de lucha de este pueblo y de su capacidad enorme para superar dificultades, e incluso como ya empiezan a demostrar de manera bastante consistente los estudios de opinión, se trata de un pueblo que sabe corregir sus propios errores, aunque demore en hacerlo. San Romero y los cuatro nuevos beatos son, sin duda del pueblo, creyente o no creyente, pero sufrido y esperanzado en que su perseverancia y su lucha lo llevará a la construcción de un mundo mejor.

Pero mientras los Santos están del lado del pueblo también los demonios se mostraron activos. El presidente, por ejemplo, viajó a Turquía y allí, en otra muestra de su grotesco estilo de gobierno, anunció la compra de equipos militares. Mientras emitía discursos vacíos y reciclados que hablan de eternas amistades, de nuevas alianzas, de cooperación e inversión, no logró un solo acuerdo destinado a programas de acción social relativos a la salud pública, a la educación, a las infraestructuras. Solo podemos subrayar un nuevo contrato militar. Mientras tanto, como señalaba esta misma semana un medio de comunicación,  “En El Salvador de la era bitcóin, de los megaproyectos del tren y el aeropuerto del Pacífico, del discurso de modernización que vende el Gobierno, no hay fondos para pagar una pensión básica (50$). A 37,500 adultos mayores de 70 años se les adeuda este beneficio, su única fuente de ingresos.”

El viaje presidencial evitó al mandatario dos malos tragos, la movilización popular del 16 y tener que asistir a la ceremonia de beatificación este sábado. Pero al mismo tiempo, mientras se abre a nuevos ámbitos regionales en Oriente Medio, continúa su disputa aparente con los EEUU y utiliza el viaje a Turquía como una supuesta demostración de “independencia”.  Lo curioso es que en paralelo a esos gestos, la prensa desvele la contratación de Damián Merlo, un amigo personal del presidente, como nuevo cabildero en Washington, a un desorbitante costo, EDH: En relación a esta contratación, el profesor asistente de la Universidad Estatal de California, Ricardo Valencia publicó una imagen del contrato en su cuenta de Twitter y señaló que “Merlo, por su amistad con Bukele, recibirá más de $300 mil en seis cuotas de más de $60 mil por seis meses desde que el acuerdo fue firmado en San Salvador el 3 de enero de 2022”.

Pero no es la única muestra de las prioridades del gobierno y de la desastrosa gestión económica del régimen, porque mientras el mandatario visitaba, junto con su hija, su esposa y una abultada comitiva las tierras turcas, y se difundían las fotos de la familia presidencial en un lujoso yate de placer, el jefe del ejecutivo volvía a invertir millones del erario público en otro lote de bitcoin, que por cierto sigue registrando caídas records que lo situaron en el entorno de los $32 mil cuando el tesoro salvadoreño adquirió esos criptoactivos a precios que oscilaban los $55mil.  Ya son millones que pierde el Estado por el simple juego de lotería que el presidente, incapaz de frenar una más de sus adicciones, ejerce desde su teléfono celular.

Como los precios de la canasta básica siguen imparables, sobre todo a partir de la escalada de los quesos y lácteos en general, mayormente provenientes de Nicaragua, el gobierno recurre a lo que mejor sabe hacer: mentir. Y por eso mintió de manera ruin y descarada afirmando desde el ministerio de ganadería y desde la defensoria del consumidor , que el alza de precios nunca existió. Será cuestión de preguntarle a las pupuseras de todo el país que han tenido que aumentar el precio de sus productos entre 0.25 y 0.35 centavos. Pese a que el MAG asegura que no hay desabastecimiento y alza en los precios de los quesos, distribuidores y consumidores, están pagando hasta $1 más por libra de queso y $0.25 adicionales por las pupusas a nivel nacional, según reporta LPG. Como si esto fuera poco, esta semana se alcanzó un nuevo record de contagios de COVID19, muchos de ellos por la variante Omicron, de la cual el ministro de Salud, Francisco Alabí, negaba hace apenas unos días conocer su existencia en el país. Hoy El Salvador tiene hasta enfermos de Flurona, y por fin el ministerio lo admite, pero como de costumbre no ofrece cifras de contagios, aunque en la última semana se hayan triplicado los casos de muerte por la enfermedad (LPG: Entre el 16 y 22 de enero, el MINSAL reconoció oficialmente el fallecimiento de 21 pacientes de covid-19, tres veces más que los siete reportados la semana anterior (9 al 15 de enero).

Un convulso campo internacional

Mientras los medios de la derecha destacan en sus notas internacionales las alarmas de conflicto entre Rusia y las fuerzas de la OTAN, EEUU y GB por la situación en Ucrania, destacan el llamado de EEUU a las familias de diplomáticos a salir de la zona y esbozan claves y teorías para comprender la crisis, no dedican ni una línea a la compleja situación que vive la vecina Honduras, a las puertas de la toma de posesión de la presidenta electa, Xiomara Castro.

En efecto, en este fin de semana la derecha derrotada en las últimas elecciones junto con sus socios del narcotráfico, que han dominado la escena política de los últimos 12 años, abrieron un importante frente de disputa, que en rigor puede considerarse un intento de golpe preventivo para asegurar desde el parlamento el control del nuevo gobierno por parte de los sectores dominantes y poderes fácticos de aquel país. La crisis abierta deja importantes lecciones a la izquierda de la región.

Estamos ante un escenario en el que, como se había advertido hace unas semanas al momento de conocerse los resultados electorales, la victoria de una amplia coalición de fuerzas de distinto signo, que incluye algunos sectores de izquierda pero que cuenta a su interior con elementos conservadores, liberales, y con intereses bastante alejados de las mayorías populares, encerraba en su interior contradicciones difíciles de gestionar y que si las fuerzas populares de la alianza pretendían mantener y aumentar la correlación deberían recurrir a la movilización popular para garantizar el cumplimiento de acuerdos a su favor y no los llamados “acuerdos de gobernabilidad” que, como suele suceder, son aquellos en los que es el pueblo “el que paga la fiesta”.

Las maniobras de la derecha este fin de semana pueden o no contar con el aval de fuerzas externas, como las que maneja la embajada de EEUU, pero es sin duda un intento de intervención. Si dudamos de la forma en que Washington ha participado de esta asonada parlamentaria es porque la embajada tiene amigos en ambos bandos. No por casualidad, la vicepresidente Kamela Harris, que encabezará la delegación estadounidense a la ceremonia de toma de posesión, estuvo a lo largo de la semana intercambiando mensajes de felicitación y elogios mutuos con la presidenta electa, acentuando el hecho de que en la visión de los EEUU, con la llegada del nuevo gobierno se fortalecerán las prácticas democráticas en esa nación.

Curiosos intercambios, y más aún al considerar que ni la presidenta electa ni su destacado esposo el ex presidente Mel Zelaya asistieron a la reciente toma de posesión del nuevo gobierno de la vecina Nicaragua, adonde sí estuvo presente el actual mandatario hondureño.  Lo cierto es que desde su triunfo, el equipo ganador de Honduras ha tenido un claro acercamiento a Washington, que se muestra también en un relativo enfriamiento en las relaciones con China. 

Si Tegucigalpa se proyecta como “el faro de ejemplo democrático para la región” según el consabido discurso imperial que se pretende imponer, no serán buenas noticias para el régimen salvadoreño, empantanado en disputas menores con Washington, sin contradicciones de fondo, pero con actitudes (como el actual viaje del salvadoreño a países como Turquía y Qatar) que no facilitará sin duda la mejoría en las relaciones, muy a pesar de los cientos de miles de dólares que sigue invirtiendo el régimen salvadoreño en contratar cabilderos en la capital del imperio.  Por cierto, será interesante ver el comportamiento del mandatario salvadoreño en la ceremonia de toma de posesión, a la cual Cancillería adelantó su asistencia. Lo primero que habrá que ver es como se siente este personaje extremadamente egocéntrico en un entorno en el que no será en ningún caso figura central ni destacada, y donde deberá compartir espacio con algunas de las figuras políticas internacionales a las que se ha dedicado a atacar desde sus cuentas personales. Habrá que ver que nivel de acercamiento habrá con los distintos actores de la región, y con los propios EEUU.

Pero regresando al tema de las tensiones en Honduras. Sin duda hay lecciones que tomar de ese proceso, pero también se puede empezar a señalar ciertos elementos propios de las debilidades inherentes a las propuestas del progresismo socialdemócrata  y, en general del reformismo de izquierda, cuando realiza alianzas con el solo objetivo de acceder al gobierno, con sectores tan alejados de los intereses populares que resultan antagónicos e incompatibles en un previsible corto plazo. 

En ese camino, las promesas al pueblo suelen quedar rezagadas una vez obtenido el objetivo. Jamás, por cierto, son las promesas hechas a la superestructura las que se quiebran. El caso de Honduras lo refleja. La disputa es entre dos sectores de poder, por un lado Salvador Nasralla, presentado a conveniencia como progresista por la presidenta electa. A él se le había prometido la facultad de elegir al presidente del congreso. Esa promesa se cumplió, y rompió así las aspiraciones de otro grupo dentro del propia partido Libre, con claras ambiciones de poder que, dejando claro sus intereses, no dudó en aliarse con la derecha narco del partido nacional con tal de garantizar sus aspiraciones.

Salen así a la luz las “deformaciones genéticas” inherentes a los pactos amplios (léase con cualquiera que nos garantice votos, sean de derecha o de izquierda). Da la impresión que LIBRE está pagando por sus pecados originales.

Por supuesto que no basta quedarse criticando lo malo hecho sino intentar corregirlo. Y para ello, parece haber algunos signos positivos; será el tiempo el que diga cuanto de lo que vemos hoy es realidad y cuanto juego de abalorios. La presidenta electa dio pasos positivos concretos, en primer lugar dio a conocer al mundo lo que estaba sucediendo, convocó a la base popular a su apoyo, se comprometió a no defraudar al pueblo, logró de su partido la expulsión de quienes traicionaron el pacto y con el pueblo movilizado se tomaron las posiciones necesarias para garantizar que la decisión mayoritaria del partido se cumpliera.

Honduras está hoy en disputa. Por una parte, las fuerzas de derecha que se van reagrupando después de su derrota para tratar de asegurar un parlamento fuerte que controle un ejecutivo débil, condición necesaria para garantizar que poco cambie en el nuevo periodo. Desde el campo popular solo queda la movilización permanente y la exigencia y lucha por el cumplimiento del programa de gobierno, la denuncia de los corruptos y traidores al pueblo y el impulso para la profundización de los programas de cambio.

Con los EEUU con amistades en ambos lados del conflicto interno, es difícil pensar en un gobierno que avance mucho en la democratización, en el sentido más avanzado del término, y sobre todo en aspectos de soberanía nacional. Podrá dársele el beneficio de la duda, pero la duda es grande, muy grande.

Otro caso donde esa izquierda “progresista, moderna, realista, posibilista”, en fin lo que toda la vida se llamó reformista, asoma con fuerza es el Chile post electoral. Un presidente que no reniega de su visión socialdemócrata, anuncia un gabinete que enloquece a los “progresistas” porque contiene más mujeres que hombres, y hace eje en la lucha contra el cambio climático, sin reparar que esas son causas que solo pueden resolverse con una lucha profundamente anticapitalista; pero tampoco parecen reparar en que un neoliberal de toda la vida presidirá el destino de las finanzas públicas, para regocijo de la gran empresa que, con mayor inteligencia emocional, solo expresó su “moderada” satisfacción con la designación. Las clases dominantes saben que no luciría bien ni ayudaría al presidente electo que la empresa privada saliera alborozada a abrazar al nuevo gobernante en este momento.

En todo caso, para calmar a quienes ven que tres comunistas en el gobierno son demasiados, se asegura de que la vieja concertación, de triste memoria para el pueblo chileno, tenga una porción equivalente, se busca  impactar con el ministerio de Defensa en manos de la nieta de Salvador Allende, sin reparar en el partido y la corriente de la cual ella proviene. Olvidamos muchas veces que las ideologías no son necesariamente hereditarias o “una cuestión de sangre”, sino que necesitan de una práctica en la cual consustanciarse. Y para acabar de dejar claro su pensamiento socialdemócrata, el presidente electo no desaprovecha las primeras entrevistas  para referirse a Venezuela como un fracaso, y a Nicaragua como el lugar del que nada le sirve, desdeñando (adrede y con premeditación) factores como la agresión imperialista, los años de sabotaje y bloqueo a la economía, entre otras “pequeñeces” que parecen no tener importancia alguna para el próximo mandatario.

Los sucesos en Perú, con la expulsión de la vicepresidenta de las filas del partido que llevó la fórmula al triunfo, es una más en una incesante historia de contradicciones y presiones de la derecha para impedir avances del gobierno, desgastándolo hasta que resulte “aceptable” para la opinión pública su reemplazo. Perú es otro ejemplo que nos muestra que la situación de las izquierdas en el continente se vuelve cada día más convulsa, compleja y contradictoria. La crisis profunda del sistema parece haber llevado al imperio y a las oligarquías locales a aceptar que sean “los progresistas”, a los que presenta como LA izquierda (la única aceptable, democrática, viable, razonable, y sin duda, sumisa y obediente), quienes asuman – radicalizando si es necesario su discurso para convencer a los desconfiados, como acaban de hacer quienes se reunieron en México bajo el manto progresista del Grupo de Puebla – la gestión del barco del sistema en convulsos tiempos de tempestades, para evitar la zozobra. 

Ante esto, lo que resulta cada día más evidente es la ausencia de paradigmas alternativos de corte revolucionario que planteen caminos viables de transformación desde los intereses populares y con visión de poder. Estas situaciones  tampoco son desconocidas en El Salvador, donde desde la izquierda seguimos chocando con el sectarismo, el reformismo, la personalización del enemigo en una figura presidencial que, con ser parte del frente de los enemigos del pueblo, no deja de ser una pieza más, por lo demás descartable y reemplazable en el momento que los factores de poder real lo consideren necesario.

Nuevamente, también aquí un sector que aparece cada vez más co-optado por el sistema, olvida que el imperialismo sigue siendo el enemigo de la humanidad, o que las oligarquías jamás cederán o compartirán graciosamente el poder. Que son tan enemigas del pueblo como el gobierno en turno. También tenemos experiencias en el tipo de problemas que enfrenta la izquierda en Honduras. Sólo debemos remontarnos a la legislatura de 1994, primera experiencia del FMLN en el sistema, y que debió enfrentar la traición y deserción de un tercio de su primera bancada (7 de 21) en lo que se conoció como el Pacto de San Andrés. 

Tiempos de desafíos para los pueblos, pero tiempos también de oportunidades. Las masas en las calles de Honduras pueden torcer el destino que la derecha pretende dar al nuevo gobierno y cambiar la correlación a favor del pueblo. Chile tiene a las puertas un proceso constituyente que llama nuevamente al protagonismo de las masas, y éstas junto a la fuerzas de izquierda revolucionaria y popular, con una visión clara de poder, deberán contribuir a empujar al previsiblemente tibio gobierno de Gabriel Boric hacia posiciones más firmes y de defensa y respeto al programa de gobierno votado.

En El Salvador, la movilización de masas ha comenzado. Para disgusto de una derecha y una seudo-izquierda institucionalizada, el FMLN ha comenzado a aparecer con consignas inconfundibles,  Es evidente, por el disgusto demostrado por gente como el veterano dirigente de ex combatientes conocido como Pepe, el ex diputado Santos Melaras, o el socialdemócrata Rubén Zamora, o diversos personajes de la derecha, que no esperaban que el FMLN, sometido a intenso ataque y persecución desde el gobierno y desde el propio imperio, apareciera vigoroso en actos propios y en la movilización popular  del 16 de enero, que volvió a demostrar que aún todo está en disputa; pero el panorama ha cambiado, el disgusto de los sectores pro sistema es que la única fuerza anti-sistema sigue viva y dispuesta a seguir participando en cada expresión de lucha genuina del pueblo salvadoreño, sin pedir jamás permiso a los personeros del régimen para optar por las formas de lucha que considere adecuadas, siempre junto al pueblo. Resulta pues, evidente, que El Salvador y la izquierda no es una isla: las conmociones continentales son también vividas en nuestros 21mil kilómetros cuadrados.

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