Reflexiones 2025 (I)

Los monstruos siguen apareciendo

Si el enemigo es poderoso en sus recursos, en su agresión, en su maldad ¡Nosotros tenemos que ser más poderosos que él en nuestra dignidad, en nuestra fortaleza, en nuestra convicción, en nuestro valor!”

Comandante Fidel Castro Ruz

El fin de año 2025 nos llama a responder preguntas incómodas, como ¿qué le está pasando a esta humanidad golpeada, asediada, insultada, maltratada por un minúsculo grupo de energúmenos que se creen dueños de todo, dueños de la vida, del aire, el agua y la tierra, sin que esa humanidad, o al menos una parte considerable de ella, se haya puesto aún en movimiento?

¿Cómo materializar aquella visión de Fidel y el Che, de una humanidad formada por los más, por mujeres y hombres que mueven las ruedas de la historia con su trabajo, pero que siguen siendo los desamparados de la tierra, los explotados y vilipendiados; qué hacer -decimos- para que esa humanidad finalmente diga ¡basta! y eche a andar, hasta aplastar al sátrapa que la aplasta?

Se trata de la necesaria victoria de la humanidad sobre la muerte, del triunfo de la vida sobre las fuerzas que encarnan su negación.

Una larga transición y el caótico ascenso neofascista

A nivel global, el primer cuarto del siglo XXI nos deja un largo proceso de transición de un mundo donde la hegemonía imperial del dólar y el poder blando de EEUU, cede terreno de manera constante ante el ímpetu de fuerzas emergentes, que plantean un mundo interconectado sobre la base de la cooperación y la complementariedad. Un mundo en disputa, que pretende ser más justo, superando el despojo, el espolio, la explotación salvaje. Es también un mundo que sigue siendo testigo mudo e impotente del genocidio contra el pueblo Palestino que aún espera el necesario castigo contra el agresor sionista.

En América Latina y el Caribe, si algo caracteriza la culminación de este primer cuarto de siglo, es el ascenso de oscuras fuerzas de un fascismo recargado, inicialmente asentado en propaganda, discursos de odio, y apariencia “democrática”; su narrativa anti-política apelaba a sectores sensibles a proclamas anticorrupción, corroídos por el miedo mediante el bombardeo mediático sobre inseguridad ciudadana, la criminalización del diferente, del migrante y del pobre. 

El discurso fue permeando desde clases medias hacia sectores populares más amplios, atrasados políticamente, que mostraban pérdida de confianza en las instituciones y, por lo tanto, eran susceptibles de “votar por cambios” que prometían seguridad y paz.

El fascismo en el siglo XXI no apareció con uniformes militares, ni autoritarios gestos ampulosos. Sus líderes los adoptaron, no obstante, una vez que conquistaron el favor ciudadano en las urnas. Llegaron con la intención de no volver a irse, aunque eso signifique aplastar el modelo “democrático” que los llevó al poder.

Al finalizar 2025 vemos un Chile volcado hacia la opción extremista del pinochetismo, con la elección de un racista intolerante, abanderado de la violencia anti-inmigrante, propugnando la mano dura y el mismo salvajismo del bukelato.

También vimos colapsar veinte años de avances de los pueblos originarios en Bolivia. Como ya había sucedido años antes en otros procesos de transformación, el sectarismo, la falta de unidad y la miopía política de liderazgos históricos, les impidió reconocer que su tiempo y misión había llegado a su fin, y que nuevas generaciones debían seguir avanzando en el proceso revolucionario que habían iniciado, méritos por los cuales la historia y los pueblos los honrarían.  

Promovieron, en cambio, por acción u omisión, el avance de fuerzas de derecha que llegaron con un discurso de menor radicalidad aparente que sus vecinos argentinos pero que, una vez en el gobierno, no dudaron en iniciar una cruzada neoliberalizadora antinacional y antipopular, destinada a revertir las conquistas del último cuarto de siglo. “Capitalismo para todos” vendían estos vendepatrias, que hoy avanzan con esas banderas sobre el sufrimiento de un pueblo que, sin embargo, ya ha dicho que la lucha apenas inicia.

El año culmina con la injerencia imperial en las elecciones hondureñas para consolidar en Centroamérica gobiernos pro-yankees, con la excepción de Nicaragua.

El fraude, el descaro, el injerencismo, no debe sin embargo ocultar duras lecciones para el campo popular. Las de nuestros propios errores, que permitieron a las fuerzas de derecha avanzar y derrotar al tibio progresismo hondureño, imbuido de las tradiciones liberales que siguen permeando el poder, sumado a los estilos paternalistas y autoritarios de tomar decisiones partidarias y estatales.

Caudillismos que claramente alejaron a la ciudadanía del gobierno, porque previamente el gobierno se había alejado de la gente. Hoy toca reconstruir desde la base, y seguramente será, como vienen demostrando cada uno de los procesos en que la derecha extrema recupera la administración de los Estados, un largo camino que recorrer. Las pruebas están a la vista. Sucedió con Ecuador, Paraguay, El Salvador, Perú, y hoy parece la perspectiva de Chile, Argentina, Honduras, y quizás Bolivia, aunque su crisis y la resistencia de la clase trabajadora, están haciendo tambalear estructuras de poder recién reconquistadas por la burguesía.

Pero más allá de los avances de la derecha sobre las maltrechas instituciones “democráticas” latinoamericanas, si algo destaca en este luctuoso fin de año, es el avance imperial estadounidense, agresivo, belicista, abierto y sin máscaras sobre Nuestra América, desplegando las mismas banderas que ha desplegado a lo largo de la historia cada imperio en decadencia, empezando por la violación de sus propias leyes locales y las que impusieron a su mundo circundante.

Un imperio en retroceso

A pesar de las apariencias y la verborragia belicista, 2025 ha sido, sin duda, un año de importantes retrocesos de la fuerza hegemónica mundial ante el surgimiento de desafíos desde el Sur Global, que la colocan crecientemente a la defensiva. Recogerse en la doctrina Monroe, pretendiendo hacerse fuerte en Nuestra América, es su respuesta a la necesidad insatisfecha de recursos naturales estratégicos, para frenar o demorar su retroceso ante poderosas economías emergentes.

Su degradación moral es prueba de decadencia incontenible y, sobre todo, irreversible. El escabroso caso Epstein, el sometimiento del poder judicial, los intentos de control sobre la prensa y la educación universitaria, la caza salvaje del migrante, el profundo racismo y clasismo, el uso político de la inteligencia estatal contra sus propios ciudadanos, la militarización de ciudades y estados gobernados por fuerzas opositoras, sacan a la luz el carácter no solo autoritario sino fascistoide del modelo implementado.

De nada sirvieron sus aranceles arbitrarios. Su incapacidad para resolver los problemas de la economía doméstica genera dificultades para enfrentar desafíos externos, en la medida que el peligro de desestabilización interna no permite concentrar todos sus esfuerzos en el saqueo de países soberanos, que el imperio requiere colonizar para enfrentar las fuerzas que considera su amenaza existencial.

Los actos de piratería y los crímenes imprescriptibles contra naves civiles indefensas, con el exterminio de sus tripulaciones, ratifican el aspecto terminal de aquella crisis. Los mismos que establecieron reglas y leyes por medio de la fuerza militar victoriosa, transformándola en poder blando permanente, hoy se han convertido en delincuentes internacionales. Solo les queda el poder duro de las armas imperiales, y hasta ese poder está siendo desafiado.

Antes que ellos, antes que Washington lo hiciera en el Caribe, ya lo había hecho el régimen sionista y genocida de Tel Aviv. Lo hizo y lo hace contra el pueblo Palestino, pero también contra Líbano, contra Irán, contra Siria, contra Yemen. Aún sus crímenes permanecen impunes pero, así como no quedaron impunes los nazis y fascistas el siglo pasado, tampoco se olvidarán los actuales.

El balance internacional de 2025 nos deja también hechos sumamente positivos. El primero y más destacado, es la aceleración del proceso de descomposición imperial y la de sus aliados. La humanidad enfrenta una bestia herida y acosada. Será cuestión de tiempo su caída, pero no caerá por inercia; la crisis es civilizatoria, y se profundiza con cada respuesta de fuerzas de signo contrario que no aceptan ya el orden establecido, que resisten y van ganando terreno día con día. Los monstruos siguen apareciendo, porque lo nuevo no termina de nacer.

Frente a la matonería y las amenazas, avanza la lógica del mundo multipolar alternativo, que despierta en África, que se fortalece desde el corazón de Asia y que, a pesar de los golpes, encuentra en América Latina pueblos solidarios y países que abanderan la resistencia; en primer lugar Venezuela asediada, pero también Cuba y su experiencia, una Nicaragua que no se aparta de su propio camino, un Brasil que hace valer su papel en la economía global y un México aferrado a doctrinas internacionales históricas y a su resistencia ante las provocaciones del imperio a las puertas.

No es menor tampoco el sustancial avance de BRICS+, la consolidación de la Confederación de los pueblos del Sahel, y la reactivación de la CELAC, en particular en su relación directa con China, y su permanente reivindicación latinoamericanista de conformar un territorio de paz. No olvidamos a las fuerzas de la resistencia anti-sionista en Asia Occidental, que deben colocarse en el haber de los pueblos en lucha.

2025 nos deja una humanidad profundamente golpeada pero en pie, obligada a no olvidar su historia. A recordar que cuando un fanático desquiciado pretendió hacerse con el control del mundo por la amenaza y la guerra, de nada sirvió el dejar hacer, dejar pasar. Con la fuerza de la unidad y la determinación de la humanidad, pero también con la fuerza de las armas, el mundo se libró de un flagelo contra el que no es posible otra cosa que la lucha, en todos los terrenos.

En este sentido, la diplomacia debe ejercerse hasta el último momento, pero sin olvidar que la paz no es solo ausencia de guerra, sino la constatación sin atenuantes que cualquier agresión sería tan costosa para el agresor que la sola idea resulte inmediatamente descartada. China, Rusia, Irán, Corea del Norte y otros pueblos y gobiernos solidarios, demuestran esta lógica cada día en su apoyo incondicional al pueblo y gobierno de Venezuela.

América sigue siendo territorio en disputa que no ganará el fascismo ni el militarismo  con bravuconadas discursivas, o con la contaminación de las redes sociales desde la Casa Blanca. Tendrán que derrotar pueblos en lucha y resistencia que quieren la paz, y que están preparados para defenderla, junto a su soberanía y autodeterminación. La solidaridad de los pueblos del mundo, en especial de Nuestra América, tiene sin duda, un papel que jugar en esta historia.

Feliz 2026

La semana próxima compartiremos algunas reflexiones acerca de lo que 2025 representó para El Salvador.

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