Finaliza el año 2021 y parece buen momento para hacer un balance provisional, una rápida mirada hacia atrás para registrar pros y contras de un año convulso, agitado, pero por eso mismo combativo y vigoroso, con la capacidad de ilusionarnos hacia el futuro que asoma en 2022.
Puestos a decidir, y sin buscar en esto rigor científico, aquel que nos darían las estadísticas comparativas del avance (o retroceso) de la economía en este año que finaliza, podemos decir que la situación económica de la familia salvadoreña se ha agravado sensiblemente. Puesto en términos sencillos: los hogares no ajustan con sus ingresos para llegar a fin de mes. Para esto no es necesario recurrir a expertos, basta con la comprobación diaria de cualquier persona humilde al llegar a un mercado y ver que la misma cantidad de dinero alcanza para menos productos básicos. Lo mismo le pasa al país, endeudado e hipotecado por generaciones que tendrán que hacerse cargo de deudas en las que ellas no incurrieron.
2021 quedará sin duda en la historia como el año en que el autoritarismo, la autocracia, la arbitrariedad y el despotismo se hicieron presente como no se había conocido desde los oscuros tiempos de las dictaduras que el pueblo salvadoreño terminó derrotando, es bueno recordarlo, aunque haya tenido para ello que pagar altísimos costos humanos y económicos.
Este fue el año que de un zarpazo el régimen revirtió décadas de avances democráticos, como por ejemplo las diversas formas institucionales de contraloría social sobre el Estado y sobre la forma que los funcionarios utilizaban los dineros del pueblo; lamentablemente en los gobiernos del FMLN fuimos incapaces de inculcar en el pueblo que esos mecanismos eran conquistas suyas en la lucha, porque a los ricos, a la burguesía y a su Estado, no le interesa ni le gusta rendir cuentas al pueblo. La muestra más evidente de esto último es que cuando esta nueva facción de la burguesía se hizo cargo de los asuntos del Estado, y comprobó que tenía las herramientas y sobre todo el PODER para eliminar cualquier obstáculo a su enriquecimiento, no dudó un segundo en hacerlos desaparecer, y con ellos los millones de dólares del Estado que pasan cada dia a cuentas privadas de altos funcionarios públicos, sus familias o socios.
Ebrios de poder barrieron este año, en un solo día, en una sola sesión plenaria legislativa inaugural, cualquier impedimiento legal que se les interpusiera para garantizar que ese sector de la clase dominante, se convirtiera en hegemónico, que sus negocios fuesen garantizados, que sus delitos se mantengan en la impunidad y que un fiscal impuesto se encargue de perseguir a quien se oponga, de una forma u otra a ese grupo, que podemos con propiedad tildar de delincuentes, entronizados en los tres poderes del Estado.
Barrieron de un plumazo la Corte Suprema de Justicia, no porque impartiera justicia sino porque necesitaban una Sala Constitucional y una CSJ lo suficientemente corrupta e incapaz como para actuar como títere del poder Ejecutivo, del mismo modo que actúan desde el 1 de mayo de este año los pasapapeles que asumieron ese día como diputados oficialistas y de sus partidos cómplices.
Este año la burguesía enquistada en cada rincón del poder gubernamental dio lecciones al pueblo. Lecciones que es bueno no olvidar. Nos enseñó lo mismo que nos decía Lenin al analizar las batallas de obreros, campesinos y soldados durante la revolución de 1905. Analizaba el dirigente bochevique las actitudes diametralmente opuestas de una clase trabajadora aún inexperta, que confió en la palabra de burgueses y aristócratas, comparándola con la actitud asesina y vengativa, que no respeta jamás su palabra, en defensa de sus intereses de clase, adoptada por la burguesía en cuanto se sintió a salvo; cuando la burguesía recupera poder y comprueba que no tiene quien se le oponga o ve a su adversario debilitado o confiado, arrasa con todo lo que tiene enfrente, elimina todo enemigo potencial; consolida posiciones. Este gobierno burgués demostró eso; en menos de dos años revirtió conquistas sociales que en algunos casos llevaron diez, quince años de lucha para su implementación. A esta burguesía, que no es distinta en su espíritu de cualquier burguesía en su situación, no le tiembla la mano en eliminar de la forma que sea aquello que represente un obstáculo para su consolidación y permanencia en el tiempo. Por eso también arrasa con la Constitución, y trabaja en otra a la medida de sus necesidades.
Esas lecciones debe aprenderlas el pueblo, y sacar sus conclusiones para cuando llegue la hora de gobernar desde el campo popular. Cuando las múltiples formas de lucha lleven por fin a las grandes mayorías al triunfo que le abra las puertas del gobierno, entonces deberá recordar cómo actúa esta burguesía, que es lo mismo a como actúa la rancia oligarquía salvadoreña. En ese momento no será cuestión de correlación ni de temores, como sucediera en gobiernos anteriores, que condujeron a una política pusilánime y cobarde en muchos aspectos relacionados a la decisión de romper o no el monopolio del poder de la burguesía,el poder permanente y no el temporal, concedido de tiempo en tiempo, cuando las crisis del sistema y las luchas desde abajo, obligan a las clases dominantes a repliegues tácticos, que presentan demagógicamente como “alternabilidad” en el poder, pero que no es más que tiempo muerto ganado para su recomposición y para la reconfiguración del esquema de dominación.
Esas lecciones nos deja este año, a un precio muy alto para el pueblo, porque mientras eso pasaba, mientras esa burguesía se consolidaba, las hijas e hijos del pueblo morían o desaparecían. Morian asesinadas por las pandillas criminales que negociaron con el gobierno desde antes de que este llegara al poder; morían también en los hospitales por falta de medicinas con la excusa de la pandemia, pero además morían a centenares en el mal llamado Hospital El Salvador, donde las familias de los pacientes llegan resignadas a que las posibilidades de supervivencia sean casi milgrosas. El pueblo pagaba también esa factura porque hasta el derecho de saber el número de muertos les ha negado este gobierno, poniendo infinidad de trabas a cualquier información pública. También en materia de información las mayorías pagan la factura, cuando los trabajadores de prensa son perseguidos y amenazados desde el ministerio público, desde la presidencia o desde el escrtitorio de un abogado leguleyo que creyó que su puesto en el despacho presidencial le da derecho a amenazar e intentar silenciar a la prensa y a cualquier sector critico.
2021 fue el año que nos vendieron una moneda legal de fantasía mientras nos robaban millones de dólares para comprar y construir esa mentira, transformando el país en un paraíso del lavado; fue el año que nos robaron el FODES y con él toda la política de descentralización para el desarrollo territorial, municipal y popular, que se había venido implementando por décadas, a través de luchas constantes desde los territorios; el mismo año que nos privatizaron el agua y vendieron el hecho como una celebración, argumentando que “por primera vez había una ley de aguas”. Así son estos delincuentes que hoy gobiernan. Sin embargo, no dejan de preocuparse por lo que pueda estar pasando más allá de su burbuja mediática y su diseño de país de fantasía, porque saben que si esa burbuja estalla, tarde o temprano irán todos presos. Por eso hoy la llamada “Casa del Pueblo”, la Asamblea Legislativa, luce rodeada de alambres de espino, cerrada con barricadas que expresan mejor que cualquier discurso, el miedo de los “poderosos” hacia aquellos a quienes ellos ningunean, desprecian y atacan sin descanso.
Estas son lecciones que aprendimos en estos tiempos difíciles. Pero también en estos días de oscuridad vimos los primeros rayos de luz que no habíamos visto en el año 2020. La luz de la lucha, la luz de la organización, de la movilización, de la resistencia activa y de la denuncia. También la luz que irradió hacia el exterior un profundo deterioro de la imagen presidencial, sin la cual, a falta de cualquier otra cosa con que demostrar algun rasgo positivo de su gobierno, el clan en el poder pierde sustento y estabilidad, porque muchos de quienes antes le creían (dentro y fuera del país) hoy ya no lo hacen.
Mientras se producían todas aquellas desgracias para el pueblo, se fue generando en la sociedad, en múltiples sectores, en diversos estratos sociales, la sensación de que era necesario volver a las calles, retomar las formas tradicionales de lucha popular. La denuncia hasta entonces había sido simplemente ignorada o usada como objeto de burla por parte de los matones que, desde casa presidencial, dirigen las redes sociales y orientan los discursos oficiales.
Pero cuando esos mismos personajes pretendieron negar la realidad de la movilización del 15 de setiembre, cuando para tapar ese hecho histórico, huyen hacia adelante con nuevas medidas para distraer la atención de la gente, atacando a la oposición, encarcelando ex funcionarios de gobiernos anteriores, militarizando cada vez más la sociedad, e intentando prohibir marchas y protestas con la excusa de la panademia, entonces ese gobierno se pone a la defensiva, y se ve forzado a responder a la acciones del pueblo de la manera que sea. Militariza, obstruye, persigue, recurre al Lawfare, pero ya está a la defensiva. Haga lo que haga.
Esa es una diferencia sustancial con el año 2020, que en medio de una pandemia que afectó duramente al mundo, el gobierno dedicó todo su esfuerzo en montar un régimen opresivo, militar y autoritario, que mantuviera a la gente en sus casas y a ellos les permitiera robar a placer. Hubo, en todo caso alguna que otra manifestación de rechazo y algún intento de movilización; desde la prensa se denunciaron los niveles descomunales de corrupción y latrocinio, pero las cosas no pasaron más allá de algún “disgusto presidencial” que se subsanaba con maniobras de distracción, como la convocatoria a reuniones en CAPRES, las conferencias de prensa de una mesa supuestamente dedicada a la pandemia, o los estrafalarios mensajes presidenciales con anuncios de proyectos increíbles, de un país de maravilla, cuando todo lo demás fracasaba. La popularidad del personaje no se deterioraba mayoremente, y en esa popularidad se escudaba para arrasar con cuanto derecho le venía en gana.
Esa es la gran diferencia cualitativa entre 2020 y el 2021. El primero fue un año de una gran oscuridad para el pueblo, condenado a la cajas de macarrones y atún vencido que entregaba el gobierno como forma de supervivencia mensual, casi todo el año. El año 2021 es, con su claroscuro, un avance frente a ese negro pasado. Este año la pandemia ya no le sirvió al autócrata de excusa, las denuncias ya no las pudo parar, sus funcionarios denunciados aparecen hoy en listas internacionales de corruptos, su aval principal desde Washington durante la primera parte del mandato, el republicano Trump, también se esfumó y hoy no encuentra mejor forma de ganar tiempo que forzar tensiones bajo un pretendido y muy poco creíble anti-imperialismo, que ya puso en retirada de su frente de apoyo a más de un personero de derecha que había saltado al “barco victorioso” como rata huyendo de otra nave en problemas.
Para la izquierda, en particular para el FMLN, es también un año de claroscuros, que termina con más claridad que al inicio. Un año de luchas internas que atenazaban al partido y no dejaban que sus fuerzas más enérgicas se pusieran al servicio de las luchas del pueblo. Una insensata presión de viejos dirigentes por desconocer a una nueva dirección elegida en 2019, llevó al partido a un largo periodo de internismo que, sin embargo, no impidió que se generara algún nivel de debate y de búsqueda de acuerdos mínimos que permitiera a las fuezas de izquierda retomar con vigor la lucha junto al pueblo, partiendo de compartir en todo el país la visión, el reconocimiento de los propios errores y la necesidad del partido de inyectar permanentemente sangre joven, preparada, políticamente consciente y dispuesta a la lucha de calles y a toda expresión de resistencia y de organización popular.
Ese difícil y doloroso periodo impidió un mayor acercamiento a las organizaciones sociales que, por otra parte, sufrían también los embates de este grupo altamente agresivo que se tomó todo el poder institucional del país.
Pero el año termina mucho mejor de lo que comenzó, en gran parte porque se disperasaron aquellos negros nubarrones que anunciaban la ruptura del partido de izquierda, el llamado a nuevas eleciones internas, los ataques desde las redes sociales, tanto desde sectores al interior del partido como desde la derecha y de agentes pro-imperiales en el país, que apostaban a ver destruido al FMLN como condición ineludible para consolidar su proyecto de dominación. Todas esas maniobras se fueron a estrellar y hacer pedazos en el muro invulnerable de la madurez de la militancia del partido, que en su reciente convención nacional demostró que la unidad es un valor que prevalece, que son más quienes desean la continuidad y fortalecimiento del instrumento de lucha del pueblo salvadoreño, y que para ello están preparados, mujeres y hombres dirigentes del partido, que representan amplios sectores de la militancia, a salir con valentía al encuentro del pueblo, de las bases, de la gente en los territorios, a construir y reconstruir juntos el instrumento de lucha adecuado para la etapa.
Esto, junto a las lecciones que el propio enemigo del pueblo, hoy en el poder, nos ha enseñado, preparan las condiciones para que el próximo 2022 sea un año de organización, de acumulación y, si la crisis económica sigue agudizándose como lo viene haciendo, particularmente a nivel nacional pero también a nivel sistémico internacional, será también de explosiones sociales para las cuales debemos estar preparados como destacamento revolucionario, consciente y organizado del pueblo.
Si a lo anterior sumamos la evolución de la situación internacional, tanto en la debilidad del máximo exponente del sistema capitalista, el imperialismo yanky, en su disputa con fuerzas que amenazan abiertamente su hegemonía económica y militar, con las consecuencias y repercusiones analizables para los países de economías dependientes como el conjunto de Nuestra América y, por otra parte, el juego de avances y retrocesos que tiene lugar en el continente, como expresión tanto de las luchas de los pueblos como de la disputa multipolar a que se ven sometidas las fuerzas del imperialismo, podremos entonces enmarcar mejor las luchas del pueblo salvadoreño en un sentido continental, en la batalla estratégica antiimperialista. Esperamos darle continuidad a este tema en el próximo análisis de coyuntura que, a modo de balance de 2021, trataremos de centrar en el terreno internacional.
Hasta entonces, feliz, próspero y victorioso 2022; que la lucha de todas y todos convierta el año entrante en aquel donde la luz destruya por fin a la oscuridad y las fuerzas del pueblo den la respuesta que merece la camarilla autoritaria gobernante.